Para entregar en mano José Luis García Martín La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011 |
LA AUTOBIOGRAFÍA COMO FICCIÓN
Nada menos íntimo que el diario íntimo de José Luis García Martín por su erradicación de los hitos biográficos reales. Nada más sugerente para percibir la precaria apariencia de lo cotidiano y comprobar que en sus esquinas está el prodigio.
Autor incansable y poeta, ahora antologado en La aventura (Renacimiento, 2011), con prólogo de Rosa Navarro Durán, José Luis García Martín es para muchos –también para quien escribe- el mejor crítico de cuantos pueblan los suplementos literarios del país y el antólogo reincidente que ha ido ofreciendo añadas selectas de la lírica figurativa.
Esta ficción en marcha de lo confesional comenzó hace más de dos décadas con Días de 1989 y prosigue con el duodécimo tomo, Para entregar en mano, libro de llamativa cubierta (una fotografía de Juan Ochoa) que se integra en el novísimo catálogo de La Isla de Siltolá. Quien haya seguido la fluencia del yo en José Luis García Martín encontrará sus vetas misceláneas: libros, viajes, aficiones, sociedad literaria y de cuando en cuando un ramalazo reflexivo, unas gotas de ternura, una duda, una expresión medida de lo emocional.
La publicidad del turismo de masas hace del desplazamiento a distancia casi la única razón para abandonar temporalmente el lugar propio. Para García Martín el itinerario es circular por naturaleza; concluye en el umbral de casa, entre paredes que fortalecen la rutina y escuchan los diálogos del solitario con sus fantasmas: “la realidad no me interesa si no es como materia de mis sueños”. Esa calma sedentaria se parapeta tras la página escrita; de la lectura extrae el extenso catálogo de asuntos que moldean las notas.
Uno de los rasgos más controvertidos del personaje verbal es la emisión de opiniones que deambulan entre la subjetividad y un personal sentido de la ética; así, rechaza o pone reparos a libros de creadores que ocupan los palcos del canon contemporáneo y aplica un demoledor silencio sobre los poetas que no le gustan. No en vano una de las revisiones periódicas del horizonte literario se titula Cómo tratar y maltratar a los poetas. No soporta la impostura, sea en la actualidad de los titulares de prensa, -la causa palestina, el nacionalismo, el papel de la iglesia, las ideologías, la institución matrimonial…- la vida universitaria o las cenas y encuentros con amigos y conocidos.
Viajero habitual, la estancia en nuevas ciudades conduce a una librería y ante los ventanales de un café. Como espectador atento, cada desconocido es una hipótesis; cada edificio una excusa para la erudición; cada amanecer una invitación a la belleza de museos, librerías de viejo, trazados urbanos, jardines y laberintos. La música (la ópera) es otra afición sostenida, compartida además con algunos miembros de su tertulia.
Para entregar en mano tiene continuidad con diarios anteriores; perpetúa puntos de conexión y muestra el pautado proceso evolutivo de una visión de lo sensible. Deja también un encuadre del tiempo: no hay días sin huella. Vestido con el ropaje de una ironía indulgente, el protagonista verbal es un interlocutor ameno y lúcido, dogmático y brillante en sus soliloquios, un escéptico y aplicado discípulo de Óscar Wilde.
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