Joaquín Arce
Alhambra, Madrid, 1985
Soy un sereno partidario del legado cultural del siglo XVIII, una
centuria que hizo de la razón y la
inteligencia entidades diferenciadoras. Cada cierto tiempo releo un ensayo de
Joaquín Arce, editado en Alhambra en 1981 y reimpreso de nuevo en 1985. Esta es
la edición que repasan mis manos de La
poesía del siglo ilustrado, un regalo emotivo de dos amigas, Herme y
Begoña.
El profesor Arce dedicó abundantes investigaciones al fenómeno poético
del siglo XVIII, por lo que este libro tiene la solidez de una versión
definitiva, de un enfoque global que reestructura análisis tempranos sobre la
producción dieciochesca y encuadra a los diferentes poetas en su ámbito
generacional.
La cronología histórica lo define como un siglo complejo, segmentado en
corrientes que conviven o se solapan, sin que los movimientos se sucedan con un
orden cronológico. En su transcurso hallamos una poesía multiforme, muy alejada
de una estética monocorde y compacta.
Dividida en capítulos de extensión variable, la obra busca un detallado
análisis de las influencias para establecer afinidades con el gusto francés. De
aquella vertiente procede la parte más notable de la versión ilustrada hispana
y se complementa con los mapas culturales anglosajón e italiano y con la propia
tradición hispana, desde Garcilaso a Fray Luis de León y a Góngora, por citar
sólo autores claves en la regeneración literaria ilustrada. El influjo extranjero
fue sobre todo ideológico pero persisten abundantes vínculos temáticos y una
clara asimilación de recursos técnicos de la propia tradición. El poeta lírico
ilustrado propende a una poesía con ideas, con abierta intención educativa que
conexiona lo humanístico y lo científico y que cae con frecuencia en un
prosaísmo que acentúa su dimensión sociológica en detrimento de su calidad
literaria.
El enfoque de La poesía del siglo
ilustrado no se limita a una simple relación de características y poetas.
En el trecho temporal analizado se percibe una declaración de continuidad y
dependencia respecto a una filosofía que pone su acento en la virtud y en el
perfeccionamiento moral del hombre; la ética engrandece al individuo. El foco
central de la virtud en la lírica lo representa Jovellanos, aunque es un tema
consustancial también a poetas como Menéndez Valdés, Moratín y Quintana.
El profesor Arce ha consultado una amplia bibliografía para trazar un
contexto documentado, que permite intuir la sensibilidad poética de los más
notorios poetas ilustrados. La pervivencia de su estética, con un planteamiento
racionalista, discursivo y directo, confirma que sus aportaciones son pilares
firmes, cimientos estables del edificio de la literatura.
Hay una laguna importante en nuestra cultura poética que pasa por alto ese siglo en poesía. Normalmente saltamos de los poetas del barroco a Espronceda.
ResponderEliminarInteresante que compartas tu lectura de este libro José Luis. Un abrazo.
El profesor Arce es un sabio que analiza con verdadera minuciosidad el legado ilustrado. La verdad es que la personalidad de Jovellanos es muy atractiva y permite el sondeo en todas sus facetas creadoras. Otros poetas han envejecido.
EliminarQue la razón y la inteligencia sean los instrumentos para el devenir cotidiano lo firmaría cualquiera. Un abrazo, Jesús.
Querido José Luis: Hace más de una semana que no abro el ordenador y , por lo tanto, no había visto tu estupenda reseña sobre el el libro de Joaquín Arce. Muchas gracias por rescatar esta obra, para mí de imprescindible lectura,y darle, al menos, un punto de luz de los muchos que merece. Pasaré la entrada a su familia que, seguro, se alegrará mucho por este homenaje. Un beso fuerte.
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