Esther Muntañola
Poesía, Trea, Gijón,
2012
Casi
una década ha transcurrido desde que Esther Muntañola (Madrid, 1973), artista
plástica, Licenciada en Bellas Artes y docente en ejercicio en un instituto de
Secundaria, editara su primer poemario en la imprenta bejarana de Lf Ediciones,
al cuidado de Luis Felipe Comendador. El largo paréntesis de buscado silencio
me sugiere una reflexión previa sobre la actitud del yo biográfico ante el
hecho literario: un deseo de profundidad y maceración, un afán de indagar en lo
esencial de la palabra sin preocuparse en lo más mínimo por aparecer en los
escaparates de la actualidad o por buscarse sitio entre los asientos libres de
grupos y etiquetas.
Flores
que esperan el frío, título con reminiscencias literarias, se abre con un
liminar firmado por la poeta Berta Piñán. Es un texto que guarda un pautado equilibrio entre
reflexión y emotividad, con enunciados clarificadores como los que siguen: la
mirada poética de Esther Muntañola contempla el mundo desde el asombro de lo
pequeño, busca una esencia minimalista, y acepta la belleza con una emoción
contenida que llena el entorno de enlaces subjetivos.
Con
esas coordenadas estéticas nos adentramos en un libro que fusiona percepción
sensorial y estados de ánimo. El mundo es diverso, desajustado, frío. En él
caben identidades que naufragan en la opacidad de lo diario y se exponen a la
indagación de las palabras. Pero los contraluces de la realidad tienen una
solana, una fachada diáfana en la que el amor actúa como mar de fondo que
concede otro sentido al contorno de las cosas. Esa presencia de lo sentimental
es un cerco que aísla y protege; y al mismo tiempo prolonga las sacudidas de la
identidad hacia el otro, hacia ese espacio íntimo que nos dice que no estamos
solos.
El
avance argumental parte de una situación condicional: “La tormenta de piedras
arrasó las flores “; con esa metonimia de la desolación, el yo poemático
emprende itinerario vivencial por el reverso de la realidad, por el espacio
umbrío. Pero la belleza está sobre la superficie, esperando la retina
despierta, capaz de capturarla: “Todo habla en silencio, lentamente, / y a
veces, sólo a veces, / nos detenemos y escuchamos “. El cielo es abarcable y se
dibuja azul sobre la obstinación de la costumbre.
Los
poemas que integran Flores que esperan el
frío respiran emotividad y transparencia, buscan palabras que amalgaman la
calma y la tormenta para fijar la certeza elegíaca que tienen los instantes al
paso.
Querido José Luis: estupenda reseña sobre el libro de Esther. Como ya creo que te he dicho en otra ocasión, el libro se merece la atención de la crítica. Y, tú, como siempre tan generoso, no dudas en dársela. Gracias por estar siempre con todos nosotros y tan pendiente de lo que hacemos. Un beso fuerte.
ResponderEliminarQuerida Herme, disfrutaré mucho cuando Esther presente este poemario tan hermoso en Rivas; sabes que siempre he dedicado mi tiempo y mi energía en leer a los demás y la única compensación que depara tal actividad es hallar en las páginas buena poesía. Y el libro de Esther tiene poemas envidiables.
EliminarGracias a ti por ser tan generosa con mi literatura. Y por tu amistad de siempre.
José Luis, como Xosé Bolado no transita la redes sociales y ha visto (ya sabes que entre nosotros nos pasamos todas las cosas) tu reseña sobre "Flores que esperan el frío", me manda un comentario para que te lo incluya aquí porque quiere hacerlo público. Es este:
ResponderEliminarQerido José Luis: qué guapas palabras para animar a la lectura de un poemario que merece seguirse con pausas de crecimiento. Con el ritmo que exige su poema de cierre o de apertura,ese poema árbol que también representa la luz de Esther en la vida de sus amigos. Xosé