Con Adela, 2010 Fotografía de Javier Cabañero |
Una primera etapa monótona e insomne.
El paisaje entrevisto despereza los ojos.
Hace calor, pero relaja el verde.
Es verde la llanura y la montaña;
de un verdor móvil se transparenta el lago.
Austria. La abrumadora presencia de Mozart
en la ciudad de Mozart. Romántica Viena
-el adjetivo es justo, pero cansa;
se prodiga en exceso-.
Una semana. El micro tiene
el rostro de la guía,
los ojos de la guía,
sus mismos veinte años;
su perenne sonrisa que se aloja
en la neutra pupila del turista.
La confraternidad con mis preguntas tontas.
Mi admiración furtiva, mi deseo evidente.
El desvelado enigma de su falda cortísima.
El tiempo sorprendido en el instante
de olvidar toda imagen que no sea su rostro.
Alguien que carraspea y nos anuncia
el final de trayecto.
Mapa de ruta, Granada, 2010
Vuelvo a casa con la sensación de que el tiempo no ha pasado,
ResponderEliminarmientras me sirves el té y leo los versos que has olvidado, supongo que queriendo, encima del armario de la derecha, ese por el que siempre cotilleaba mientras me servías el té.
Vuelvo a casa y es un placer leerte.
Un abrazo fuerte.
A.
Y es un placer saber que vuelves, Amanda ,y que retomas, tras tu viaje alemán, las cosas de siempre. Nos vemos pronto, con un montón de libros bajo el brazo.
EliminarMuchos besos
El final de trayecto es una ficción. Esa guía siempre inicia nuevos viajes, nuevos enigmas.
ResponderEliminarSalud-os
Pienso, como tú, que todos estamos inmersos en un trayecto continuo hacia ninguna parte. Pero ese itinerario está lleno de puntos de encuentro y de compañeros de viaje, así que conviene tomar el autobús exacto para que el viaje sea provechoso. Un fuerte abrazo, Amando.
Eliminar