Antolejía. Poemas para limpiar el váter Ballerina Vargas Tinajero Ediciones Liliputienses Cáceres, 2015 |
NAUFRAGIOS
Estrategias comunicativas del
lenguaje como la ironía y el sarcasmo requieren la tolerancia del interlocutor,
una afinidad en el sentido dialogal que no siempre evita la confrontación receptiva. Más
allá del ludismo y del enfoque coloquial debe existir en el poema un pacto de verismo capaz
de transmitir emotividad, pensamiento y sentido crítico. Desde esa premisa
inicio la lectura de Antolejía. Poemas
para limpiar el váter. Es la amanecida literaria de Ballerina Vargas
Tinajero (Sevilla, 1976), Licenciada en Periodismo y docente en ejercicio como
Profesora de Lengua y Literatura en un instituto sevillano.
El título, provocador y gallito
como un gamberro adolescente, contrasta con la seriedad léxica de las citas,
extraídas del armario incansable de Francisco de Quevedo y de Cavafis. Así
comienza un discurso confesional que enlaza, al menos en apariencia, el
recorrido biográfico personal y el rol del protagonista lírico. Directa,
provocadora y con el puño alzado para el ajuste de cuentas, la voz verbal abre
compuertas al remanso diario para que encuentren cauce las contradicciones del estado de ánimo.
El yo bracea en las aguas sucias
de la realidad y lo hace con la aspereza de quien no quiere que la debilidad se
convierta en queja pusilánime. El rostro que se mira en el azogue gastado de la
intimidad nada tiene en común con la vida en rosa de los mundos perfectos,
donde cada sensibilidad ocupa silla en el lugar exacto de la costumbre y los objetos propician
una delicada simetría de formas y colores en los domesticados sentidos que
perciben. Quien mira no contempla la cuadrícula del sosiego sino un
espacio repleto de fragmentos aleatorios, un mar en el que no es posible evitar
el naufragio.
Cuando Charles Baudelaire escribe
Le spleen de Paris la deriva
existencial en la urbe moderna encuentra los contornos que limitan su
semántica. La bilis negra y la melancolía dictan su codificación poética. De
ellas manan otros idearios que narran el hastío del hombre deshabitado; y en esa forma de entender la erosión del tiempo sobre la conciencia tiene nuevo
cobijo la poesía de Ballerina Vargas Tinajero. En su retrato gris del
desasosiego solo ha cambiado el latido cronológico y los referentes
escenográficos que enmarcan el rostro cansado y ojeroso del perdedor.
Antolejía se convierte en la crónica de un deambular errático que hace de la
sinceridad una simple cuestión de confianza. La luz de amanecida es un destello
fatuo, difuso, perecedero y en él narra su estar una voz en vela, con el léxico
crudo del desencanto. Lastrado por el propio peso de la identidad, no es
posible volar; hay que permanecer a ras de suelo hasta la caída de sol, solo y
desnudo de cualquier utopía, inmerso en el sopor de quien descubre a diario los
rincones de un mundo lleno de nada.
Muchas gracias, José Luis, por tu lectura y por entender, aceptar y saber jugar al juego que propone el libro. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti, querida amiga, por dar una bofetada al párrafo gastado de lo previsible. Por buscar la poesía en los rincones del cansancio y hacer de su grisura un diálogo con la intimidad. Seguimos cerca en la amistad y en los libros.
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