Mal de escuela Daniel Pennac Mondadori, Barcelona, 2008 |
CONFLICTOS EN LAS AULAS
Quienes se dedican a la práctica docente y
cumplen a diario los trámites del tutor comprometido saben que una de sus
funciones más ingratas es resolver conflictos y eliminar comportamientos de trinchera. La mente racional del profesor supone en el alumnado actitudes
racionales y le disgusta que esa constante pedagógica no se cumpla. De ahí, su
continua implicación y el inacabable
hablar, actuar y sermonear, decepcionado en muchas ocasiones por la escasa
capacidad operativa del profesor de aula que elucida el sentido y la gravedad
de su tarea. La formación universitaria no contemplaba métodos para luchar
contra el absurdo o contra la rebelión tipificada.
Los que intenten profundizar en el punto de
vista del alumno fracasado tienen en los escaparates el libro de Daniel Pennac,
Mal de escuela. El escritor galo, nació en Casablanca (Marruecos), destino militar
paterno, en 1944 y, tras vivir en
diferentes lugares africanos, se asienta en Francia y protagoniza una exitosa
carrera literaria de amplio reconocimiento popular. Y sin embargo, el autor no
esconde las pésimas calificaciones de la etapa escolar y aborda aquel periodo
formativo con ternura, ironía y sentido común. De este modo, el dolor de no
comprender y sus daños colaterales permiten asomarse al papel de la escuela que
en demasiadas ocasiones sólo cuenta con los resultados académicos de los
integrados y disimula como puede el fracaso escolar para que ninguna mirada
crítica denuncie su incompetencia. No nos encontramos ante un manual de
pedagogía terapéutica que proporcione una batería de soluciones. Pennac
trasmite la intimidad de un personaje que utiliza el aula como centro de
operaciones para despertar recuerdos y extraer de los mismos enseñanzas. Es la
autobiografía de un yo que permanece agazapado en el fondo oscuro de su nulidad.
El autor fusiona pasado y presente; el mal alumno, motivo de continua preocupación en el entorno familiar, ha sido capaz de licenciarse y dedicarse a la práctica docente, aplicando métodos que le han deparado gratitud y estima. Pero estos métodos no están estructurados, no nacen de un proceso de aprendizaje reglado que evalúe procesos y principios. El escritor actúa por tanteo, al ritmo que le marca lo contingente. Por eso el libro es más un relato autobiográfico que un tratado sobre educación patentado por la inteligencia.
Los breves capítulos permiten la lectura casi lineal. No es difícil reconstruir la convivencia en las aulas y un ritmo de trabajo en presente perpetuo, en el que cada lector puede utilizar su propia experiencia como elemento comparativo. Muchos profesores encontrarán el libro liviano y superficial, como si no diera la talla a la hora de abordar los nuevos roles que la sociedad tecnológica demanda a los centros educativos. El propósito del escritor no es la formulación de recetas exitosas. Pennac no trabaja en un laboratorio de ideas, utiliza la escuela como tema. Y consigue transmitir con amenidad los argumentos del eterno conflicto entre saber e ignorancia.
El autor fusiona pasado y presente; el mal alumno, motivo de continua preocupación en el entorno familiar, ha sido capaz de licenciarse y dedicarse a la práctica docente, aplicando métodos que le han deparado gratitud y estima. Pero estos métodos no están estructurados, no nacen de un proceso de aprendizaje reglado que evalúe procesos y principios. El escritor actúa por tanteo, al ritmo que le marca lo contingente. Por eso el libro es más un relato autobiográfico que un tratado sobre educación patentado por la inteligencia.
Los breves capítulos permiten la lectura casi lineal. No es difícil reconstruir la convivencia en las aulas y un ritmo de trabajo en presente perpetuo, en el que cada lector puede utilizar su propia experiencia como elemento comparativo. Muchos profesores encontrarán el libro liviano y superficial, como si no diera la talla a la hora de abordar los nuevos roles que la sociedad tecnológica demanda a los centros educativos. El propósito del escritor no es la formulación de recetas exitosas. Pennac no trabaja en un laboratorio de ideas, utiliza la escuela como tema. Y consigue transmitir con amenidad los argumentos del eterno conflicto entre saber e ignorancia.
Me lo pido. Gracias José Luis!! Un abrazo
ResponderEliminarHola Pilar, siempre he tenido en mi armario personal una copiosa bibliografía teórica, que me ayudase a afrontar las dificultades de la praxis docente. Pero el mejor método es el boca a boca con compañeros, padres y alumnos; la posibilidad de afrontar una línea de trabajo común con distintos puntos de vista. Así que seguimos en el aula, ahora desde la memoria. Un fuerte abrazo.
EliminarSerás más feliz. Enhorabuena, José Luis; sinceramente.
ResponderEliminarUn abrazo desde Rioseco.
Gracias, Luis Ángel; no sé qué me aguarda en ese nuevo tiempo; la escuela me ha dejado entre las manos un balance lleno de luz; así que ahora ando con el ánimo contradictorio, como esos zapatos que ignoran por dónde caminar tras la próxima esquina. Abrazos y muchas gracias por tu comentario.
EliminarLa enseñanza -qué te voy a contar- es dura pero gratificante;te llevas a casa, la satisfacción del trabajo bien hecho y la impresión de que en algún momento, tal vez, podrías haber conseguido algo más... pero sé que tus alforjas van llenas de buen trabajo, recuerdos y afecto.
ResponderEliminarQue cada nueva esquina esté llena de sorpresa, magia y cariño.
Un gran abrazo, José Luis.
Seguiré respirando el aire de familia de la tiza en casa, Adela sigue en el aula y mi hija Ana también; lo mismo sucede con las parejas de mis hijas; por tanto querida María el tema estará en nuestras conversaciones a diario. Creo que la docencia es una profesión gratificante y hermosa. En ella fui feliz. Besos.
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