Corteza de abedul Antonio Cabrera Tusquets Editores Barcelona, 2016 |
CORTEZA DE ABEDUL
Antonio Cabrera (Medina Sidonia,
1958) ha recorrido en el tiempo un largo itinerario docente como profesor de
filosofía y este quehacer tiene una presencia continua y transversal en la
definición de su poesía. El gaditano afincado en Castellón tiene en el curso de
su escritura una inclinación natural a lo reflexivo, donde los versos nacen del
aprecio a lo cercano y de una sensibilidad dispuesta y vigilante.
Tras la publicación en 2014 de su
antología Montaña al sudeste, con
prólogo de Josep Maria Rodríguez, agrupa sus inéditos en el poemario Corteza de abedul, cuyo título ya
especifica de forma evidente que la naturaleza y sus elementos adquieren en el
ideario de Antonio Cabrera un protagonismo central. Lo exterior vela las
contingencias del intimismo ensimismado
y propicia un diálogo incansable que fuerza a la conciencia del sujeto a
ampliar límites. Lo ajeno se hace costumbre y desplaza hacia las galerías de
quien percibe su respiración. Allí mantiene sus señales de vida, que mudan en abstracción
y pensamiento.
La naturaleza nunca es un
envoltorio frío sino un organismo proteico que camufla colores y líneas. El
paisaje ofrece sus propios puntos de vista, como un espacio de afirmación
frente al yo: “Tú aún no lo eres / pero el paisaje sí, él ya le es fiel / y da
un paso de luz retrocediendo en torno. / Pon distancia también para estar
dentro. / Contémplala, respira.” Las sensaciones conforman una
amplia superficie en la conciencia, en su percibir establecen un orden natural
de quietud y permanencia que se hace presente desde la evocación; se crea un estar
cercano, un sitio interior: “Están en torno a mí / pero como a resguardo, / en
existencia que no toca / ningún otro existir. / Que sean contiguas / carece de
valor, porque la luz las marca / y las
preserva incólumes “.
Pero el sujeto verbal no solo
incide en el patrimonio sensorial del discurrir. Los versos se hacen voz
apelativa para glosar razones, para incidir en la plenitud de la convivencia
con los fugaces invitados del asombro: pájaros, flores diminutas que muestran
su apacible armonía en la intemperie del tiempo, y mínimas criaturas que se
hacen accesibles un instante para hacer posible su contemplación ensimismada.
En Corteza de abedul asoma vivo y pleno un mundo respirable que es al
mismo tiempo fugacidad y permanencia, que muestra su desorden, ese azar pautado
que deshoja la vida al paso convertida en lección y en elegía. Entre la
naturaleza y el yo se establece siempre una distancia corta y en ella el
pensamiento busca el pulso elemental de la belleza.
Por suerte Antonio Cabrera es un poeta cercano a mi ciudad. Ahora mismo su libro Corteza de Abedul descansa sobre mi mesa. En breve formaré parte de esa contemplación, de ese mundo respirable de fugacidad y permanencia. Y será todo un placer! Un abrazo
ResponderEliminarQué alegría, oír de nuevo tus palabras en estos puentes, querida amiga. La poesía de Antonio Cabrera es un diálogo continuo con la naturaleza, un modo diáfano de mostrar a los sentidos el sitio exacto de los elementos cercanos.
EliminarEl poeta es uno de los hitos cimeros de la poesía meditativa; en sus versos conviven emoción y pensamiento. Un disfrute lector.
Ahora mismo estoy inmerso el la lectura de Corteza de abedul. Es un libro precioso. En él se distingue con nitidez el mundo personal que Cabrera tan bien deja escrito en el poema. Es muy interesante y muy inspiradora su poesía. Gracias José Luis por esta entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarAhora mismo estoy inmerso el la lectura de Corteza de abedul. Es un libro precioso. En él se distingue con nitidez el mundo personal que Cabrera tan bien deja escrito en el poema. Es muy interesante y muy inspiradora su poesía. Gracias José Luis por esta entrada. Un abrazo.
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