Mientras cantan los pájaros Antología poética (1946-2006) Pablo García Baena Edición de Felipe Muriel Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid , 2015 |
LECCIÓN ESTÉTICA
Nacido en Córdoba en 1921, Pablo García Baena comienza muy joven su
relación con la poesía, aunque los estudios de Historia del Arte parecían
decantar su sensibilidad creadora por el dibujo artístico. Lector incansable,
forma su gusto en la Biblioteca Provincial, donde conoce a Juan Bernier. Con
Bernier y Ricardo Molina formará el grupo fundacional de la revista Cántico, un empeño que apenas tiene
repercusión en la sombría plaza literaria del momento; son años escindidos
entre la frialdad garcilasista y el tremendismo social de posguerra. Pero la
revista supone un respaldo animoso al trío, en cuya vocación epifánica el
esteticismo es sustrato integrador. Poco a poco el incipiente grupo obtiene el
apoyo de algunos miembros del 27 como Vicente Aleixandre, Gerardo Diego y
Dámaso Alonso que ejercerán, con fina intuición, un largo tutelaje sobre la renacida
escuela cordobesa. Otra revista de calado en el trayecto de Pablo García Baena
es Caracola, puerta franca a la
lírica malagueña y a un entorno amistoso relacional que facilita, años más
tarde, el asentamiento laboral en Torremolinos, donde adquiere y regenta una
tienda de antigüedades.
Será en la década de los 70,
cuando la generación novísima reivindique el legado de Cantico, como precursor del culturalismo y la experimentación
lingüística, y la que insufle aliento creador al poeta que va acumulando actos
literarios, monografías, compilaciones y reconocimientos hasta el ahora donde
se ha convertido en referente inexcusable.
La oportuna edición de Felipe Muriel en Letras Hispánicas establece
coordenadas de estudio en dos direcciones: el entorno vital y la lectura
pormenorizada de cada una de las salidas literarias hasta gestar un ideario
estético reconocible. Apenas existen textos programáticos de Pablo García Baena
así que las claves de su cosmovisión deben extraerse, fuera de los poemarios, a
partir de entrevistas, lecturas personales o prólogos aclaratorios. El poeta se
mueve en la franja del rapto y de la inspiración, siendo la labor de taller un
ejercicio posterior y fatigoso; la poesía es una fuerza numinosa, un don etéreo
que hace de la escritura soplo misterioso, una gema a tallar por el oficio para
albergar sentimientos, emociones y una visión intuitiva de la realidad.
Las seis décadas de escritura presentes en esta antología comienzan con Rumor oculto, breve entrega fechada en
1946; como cualquier inicio poético percibimos tanteos que mimetizan lecturas y
desbordes juveniles; también pertenece al tramo de aprendizaje su segunda
entrega, Mientras cantan los pájaros,
aparecida en 1948. Son estaciones de un recorrido que “resalta por su coherencia
y fidelidad a unos principios estéticos” y que encuentra en Antiguo muchacho, finalista del Premio
Adonais, un primer hito. El libro aborda el continuo desplazamiento de un yo
desdoblado entre el ayer y el ahora; la infancia cierra su espacio prístino y
auroral para dejar sitio en la sensibilidad del joven y al despertar placentero
del deseo. La siguiente entrega, Junio
establece un cambio de perspectiva. Es un libro sensualista y celebratorio
donde lo pasional incide en la alegría de vivir. Los sentidos despliegan un
entorno que acoge un vitalismo dionisíaco en un tiempo estival, de ambientación
bucólica. Esta mirada se quiebra en Óleo un
poemario más introspectivo, donde aflora el sentimiento de culpa y una
religiosidad angustiada en la que la verdadera identidad del yo encuentra
alrededor incomprensión y disonancias. También mudan algunos aspectos formales
como el uso de una dicción más sobria en su simbología y menos efectista.
En esta senda, el libro Almoneda es un título de transición que muestra la
pericia formal del poeta que vuelve a darnos sus mejores logros al final de la
década novísima con el poemario Antes que
el tiempo acabe. Otra vez, pese a la división orgánica en cuatro secciones
autónomas, reconocemos signos caracteriales: el intimismo transcendido, la voz
elegíaca, que nace de la conciencia de fugacidad y el aporte simbólico. Entra
después en una larga etapa de silencio hasta la publicación en 1990 de Fieles guirnaldas fugitivas, un conjunto
concebido con la estructura musical de una sinfonía que logra el Premio Ciudad
de Melilla. En el libro no faltan los textos circunstanciales, dictados por la
contingencia, pero también abundan composiciones especulares que reflejan su
esteticismo vitalista, con amplio despliegue iconográfico y sorprendente
armadura verbal.
Elaborado con lenta pulcritud, cierra
el cómputo de entregas Los campos Elíseos,
editado por Pre-Textos en 2006; el título aporta un escaparate de registros,
aunque predomina la voz elegíaca, el son que da sentido a una precaria
afirmación de la belleza, siempre intensa y siempre transitoria. Resaltan
también algunos homenajes literarios y esa aleación entre intimidad y entorno
vivencial que llena el lenguaje de colmada sensualidad, un rasgo modernista que
reivindica la sensorialidad en el poema y un hedonismo clásico.
La carrera literaria de Pablo García Baena deja en su alzada una
arquitectura barroca, cuajada de simbología y proclive a mostrar un lenguaje
muy rico. Las salidas van escalonando estaciones vitales, aunque la infancia
perdura como mítico lugar central porque en él encuentra el sujeto lírico
seguridad y cobijo, aunque el devenir se defina en el tiempo como una estela de
conflictos. Junto a las vicisitudes existenciales encuentra espacio el legado
cultural, un campo esteticista pictórico y literario que eleva y trasciende el ámbito
interior. El itinerario creador del cordobés es obra magna; en él la belleza se
hace recogimiento para definirse con trazos limpios como clave constructiva y
categoría moral.
¡Qué alegría encontrarme a mi paisano por tu blog!, la verdad es que lo veo con mucha frecuencia porque no hay acto poético que se precie, que no cuente con su asistencia.
ResponderEliminarLa verdad es que es un lujo tenerlo entre nosotros y él a pesar de su edad, siempre está dispuesto a brindarnos su presencia y su con ella la de todo el Grupo Cántico, aunque ya no estén.
Córdoba les debe mucho.
Así es Tracy; ellos lucharon a contracorriente en una época en que el esteticismo parecía una escapada de la realidad social. De todos los poetas del grupo Cántico es quien mejor define al ideario común. Un fuerte abrazo y que disfrutes del sol de Málaga.
EliminarGracias, José Luis, por tu estupenda reseña. Ya tengo ganas de empaparme de ese poeta. Un saludo.
ResponderEliminarEs una lectura obligatoria, Isabel, porque supone el entronque formal con la generación novísima y la ruptura más evidente del monopolio figurativo en los años cincuenta y setenta. Te gustará. Un gran abrazo y muchas gracias por tu comentario.
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