Wendy Martha Asunción Alonso Pre-Textos, Poesía valencia, 2015 |
CRECER A SOLAS
El poemario Wendy es la octava estación de la travesía creadora de Martha
Asunción Alonso (Madrid, 1986), licenciada en Filología Francesa, titular de un
master en Historia del Arte y protagonista de un incansable nomadismo docente
por distintos países europeos y
americanos. Es difícil iniciar la lectura del
libro sin recordar la tipología de la heroína infantil que James M. Barrie moldeó en Peter Pan y que el cine ha ido dibujando con rasgos
populares. Wendy será siempre el arquetipo de quien se empeña en vivir en los
reductos de la infancia, a espaldas de la madurez, como si fuese posible evitar
la erosión del tiempo y su intemperie.
La versión poética de Martha
Asunción Alonso tiene un añadido singular y enriquece la entidad de la voz
poemática con el colmado equipaje de la evocación. De este modo el hilo
argumental del libro va dejando en los días una estela autobiográfica, repleta
de personajes cercanos.
Las composiciones dan voz a un
periodo vital que sirve de suelo firme en el presente. Coloquial e intimista,
el calendario suma fragmentos que al ser evocados
proporcionan un instante de revelación, una conexión con músculos y
huesos de la memoria personal. En ella se localiza una geografía al paso,
repleta de lugares habitables. El paisaje no está fuera, tiene la voluntad de
acoger los estados de ánimo de quien lo percibe. De esa tensión compartida nacen,
por ejemplo, los versos del poema “Castilla”: “El mundo era franela y era
adobe. / Silicosis de tiempo. / Yo pensé: Leonor. / ¿Qué pensaba mi padre? /
Castilla era su padre. Y se acababa “
A los poemas de Wendy les gusta caminar por el contexto
abierto del recuerdo. En ellos concurren las sucesivas mutaciones del sujeto
verbal, que van enlazando su experiencia vital con la visión propia del
presente. Ellos son los que fueron creando la voluntad expresiva que puso luz
en la mirada infantil para ir completando un ciclo de aprendizaje a través de ecos inolvidables: los abuelos, Piluca, Tía Clara… Tercas voces de
una puesta en escena sentimental.
Otro nudo metafórico del libro es el amor; su
tratamiento enlaza con el síndrome de Wendy, con esa fuerza interior, ajena intrusa, que cambia la identidad para realzar los
rasgos singulares de un yo diferente, empeñado en la transposición hacia el otro, el amor no permite sino ser en los demás.
Estamos en una geografía de inocencia y
plenitud, donde habita un onirismo desbordado, un mundo ficcional
que contiene elefantes y bígaros, que niega el cálculo exacto de la razón y no
despeja incógnitas ni siquiera con el solemne aporte de la wikipedia, aquel lugar lejano de la infancia, el mundo del aprendizaje y las estelas
por trazar nunca tiene caminos de regreso.
El tramo final explora un tercer
núcleo argumental: el lenguaje. De este modo, el libro adquiere un perfil
triangular cuyos vértices serían la memoria, los rasgos de la identidad y la
razón poética. la escritura deviene exploración y riesgo, pero también denuncia
y crítica de los desajustes sociales que conforman el acontecer colectivo; y hay también gratitud por las deudas contraídas en las estanterías. Qué sugerente repaso a la
tradición contiene el poema “Equipaje”, cuyos versos se forman con la escueta
rotundidad del nombre propio.
En Wendy se
entreveran reflexión moral y evocación, mirada crítica y ese deambular del
lenguaje que tiende la mano al sueño y la imaginación, a esos ángulos
difusos de lo real que añaden claridad a la existencia. Su lectura deja la
gozosa sensación de un libro cuajado, que pone voz a la armonía de estar entre
el pasado y el presente, y revela un momento crucial en la travesía
lírica de Martha Asunción Alonso.
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