Las torrebanas (EL Bohodón, Ávila) |
EL PUEBLO
Una vez, fue mi pueblo, mi casa, mi lugar. Forjaron
sus paredes vulnerables adobes y barderas. Alineaba sus tejas en pendiente para
dormir la nieve del invierno. Ya no tiemblan mis manos si recuerdo las torrebanas y el manso dormitar de la laguna, si me adentro en mi casa y recorro callado la cuadra y
el lagar, el corral, la escalera tronchada del palomar doméstico y aquel
recinto oscuro del doblado.
Allí en el pueblo - no sé por qué- siempre me veo como un niño
callado, solitario, sin nadie, que ha aprendido a leer con extraña impaciencia y resguarda sus ojos en los frágiles bordes de una página escrita.
En este recuerdo no hay ninguna tristeza, sino una forma de ser y de estar. Estoy muy agradecido a aquellos años en El Bohodón donde se despertó muy pronto mi pasión por la lectura. Una pasión que vertebra mi vida, que sigue pujante y esencial, que llena mis manos de puentes de papel.
ResponderEliminarMe ha gustado conocerte un poco más.
ResponderEliminarGracias querida amiga, ya sabes que todos somos extraños personajes que habitan laberintos interiores; yo, también, pero guardo intacta la amistad de afectos como el tuyo. Son valiosos compañeros de viaje.
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