jueves, 9 de enero de 2020

LUIS ALBERTO DE CUENCA. BLOC DE OTOÑO

Bloc de otoño
Luis Alberto de Cuenca
Visor, Colección Palabra de Honor
Madrid, 2018


CUADERNO DE VIDA

   Casi desde la amanecida, en los años setenta, los trabajos y días de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) mantienen una presencia fuerte en el marco novísimo, aunque es el libro La caja de plata (Renacimiento, 1985) el que concede a su voz relieve singular al conseguir el Premio de la Crítica. Aquella entrega mostraba las cartas estéticas del poeta, su apuesta nítida por una línea clara y comunicativa que se prolonga en el tiempo, con encomiable paso, hasta el ahora. El resultado es un trayecto jalonado de hitos como La vida en llamas (2006), El reino blanco (2010), o Cuaderno de vacaciones, que obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 2014.
  El volumen Bloc de otoño reúne ciento veintitrés poemas escritos entre 2013 y 2017. Tal cantidad nos habla de una fertilidad inagotable que se presenta distribuida en cinco apartados cronológicos. La estructura expande diversidad de intereses argumentales, reconstruye el  proceso poético y traza la evolución en el tiempo de una lírica que nunca pierde su aire urbano y su hiperrealismo expresivo.
   Sirve de pórtico a esta entrega una clarificadora nota de autor. Se enuncia en ella que en el agrupamiento se opta por el tiempo de escritura como marca de acogida, desde la creencia de que es el trayecto existencial y los meandros de lo contingente los que constituyen el único argumento de un libro de poemas. También comparte otro pormenor: fue el director de cine José Luis Garci, amigo personal del poeta, el que sugirió el uso de la palabra bloc, término propicio a la evocación.
   En el intervalo digital del presente, la pantalla encendida del ordenador constituye la herramienta de trabajo habitual y se ha convertido en mapa de la memoria. El bloc, como conjunto de hojas de papel superpuestas para escribir o dibujar, casi ha desaparecido; tiene el formato de notas volanderas que recuerdan lo contingente. Pero no ha perdido la emotiva semántica de sembrar indicios del pasado. Y es este sentido el que Luis Alberto de Cuenca concede al título, una expresión rememorativa que además abre el matiz crepuscular de la madurez. El otoño vital fortalece el escepticismo y la mirada a otro tiempo. Por otra parte, también es un guiño culturalista a Sonata de otoño de Valle Inclán, una obra querida por el poeta que forma parte de esos tesoros culturales de su extraordinaria biblioteca personal.
  El primer conjunto “Se va haciendo de noche” se fecha en 2013. El complejo pensamiento de la madurez mira el mundo con una percepción no exenta de pesimismo que marca los renglones de la caligrafía vital. La sensación de pérdida se convierte en signo constatable del discurrir. Poco a poco la felicidad va borrando contornos. Aunque Luis Alberto de Cuenca no busca el tono declamatorio de la queja, intimista y subjetiva, sino la expresión de un estado de ánimo que moldean, al unísono, peripecia biográfica y aderezo culturalista. Así se percibe en poemas como “Inútil prima Vera” donde se recurre a la máscara de un personaje interpuesto a través del monólogo dramático.
   El avance del libro viene marcado por la variedad de sustratos, lo que diluye cualquier monotonía, y deja espacio a la sorpresa. Son temas, por ejemplo, una reflexión sobre un libro como La historia interminable, un sueño, las cartas amorosas que alguien olvidó en los cajones del pasado, la reivindicación del legado cultural germánico, el recuerdo de lecturas infantiles que abrieron el repertorio de la imaginación en los hijos del poeta, o esa nueva formulación del tempus fugit que contiene el poema “Se va haciendo de noche”, escrito con un destello de melancolía provocado por el avance crepuscular de la penumbra en contornos y formas.
  Ni en “La montaña” (2014), ni en los apartados siguientes se perciben bifurcaciones formales o quiebros en el itinerario. Las composiciones tienen un carácter único. En ellas se retrata con trazos limpios una nítida suma de varia intención. Habitan en los versos, en grata convivencia, la realidad y el sueño. Y se intercambia su presencia con una discreta normalidad. En el poema “Sueño de Paco Rico” aparecen las extrañas flores del onirismo; su sensibilidad deja en la cercanía el recuerdo de otro poema muy conocido del autor –al cabo cada poeta es un conjunto de obsesiones que inciden para perdurar- que lleva por título “Hoy he tenido un sueño con amigos”. Y que es también un homenaje explícito a esas presencias afectivas que jalonan el itinerario biográfico. La atmósfera cognitiva de los sueños y sus derivaciones emocionales crean una percepción enriquecida; lo real se expande a través de una imaginación activa que es el germen lírico de composiciones como “Sueño del jardín sin retorno”, “Sueño del dragón bibliotecario” o “Sueño del Grial de la amistad”. En ellas conviven evocaciones, actitudes vitales y esa carga simbólica que sostiene en el tiempo lo contingente, el burbujeo de lo perecedero.
   La escritura como palimpsesto muestra una filosofía de la composición que   se mantiene intacta en los tramos de Bloc de otoño hasta el apartado de cierre, “”Quiero decirte algo”. El poeta no duda en iluminar la voz propia con el rescate de otros poemas de voces del canon. Y ese gesto potencia el nacimiento de nuevos versos, impregnados de la mirada subjetiva y de renacidos efectos lectores. Es también una forma de homenaje al apacible hemisferio de la biblioteca, “ese lugar donde no pasa el tiempo que nos va aniquilando” y en el que toman posesión a diario mitos y sueños.
   La dicción coloquial que habita en los versos de Luis Alberto de Cuenca contiene un fuerte entrelazado culturalista. La incansable sabiduría del investigador, traductor, ensayista y filólogo siempre alza vuelo, pero lo hace con una sensibilidad exenta de púlpito y gravedad conceptual. Y con frecuencia, compartiendo referentes culturales con humor e ironía, con ese escepticismo que hace juego a las aleatorias caligrafías de la existencia.

JOSÉ LUIS MORANTE
        

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