Arquitecturas de la memoria Joan Margarit Edición, selección y prólogo de JOSÉ LUIS MORANTE Editorial Cátedra, Colección Letras Hispánicas Madrid, 2019 (2ª Edición) |
JOAN
MARGARIT EN EL DÍA DEL LIBRO
La cercanía
temporal en la concesión a Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) de dos
reconocimientos de gran repercusión cultural, el XXVIII Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes 2019, requiere una clave preliminar
que sosiegue el seísmo mediático y la polaridad de interpretaciones. Más allá
del horizonte político peninsular y la fractura ideológica y social propiciada
por el independentismo está la certeza, los ojos en el retrovisor del tiempo,
de que en su dilatado recorrido poético nunca se ha generado hostilidad entre el
catalán y el castellano. Como se refrenda en la edición crítica de Arquitecturas de la memoria (Cátedra,
2006) el arquitecto y profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de
Barcelona es un escritor bilingüe que crea en los dos espacios idiomáticos.
Su obra forja pasadizos comunes entre ambas lenguas
en un proceso creativo sometido a continua revisión, según queda constancia en El primer frío (Visor, 2004). La compilación
recorre tres décadas, de 1975 a 1995, y contiene una severa poda selectiva. El
prólogo recuerda que la voluntad de hacer poemas despierta en plena juventud en
Tenerife, donde la familia se instalado en 1954, por asuntos laborales,
inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con
frecuencia. Ya en Barcelona, se matricula en la Escuela Superior de
Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona
las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo, no se cumplen las
inquietudes y vuelve a la universidad para concluir la carrera de Arquitectura,
en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca
al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo
trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de materiales
(en general acero y hormigón) y que la
poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las
matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de
las letras”.
El trayecto arranca en Crónica (1975),
libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas y la
etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Cinco años después, el autor
regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos
y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También
este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta
y seis poemas bajo la denominación Restos
de aquel naufragio. Será el poemario Luz
de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la
voz y en la que se integrarán Edad roja,
Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” tiene
como sustrato semántico el diálogo abierto entre camino existencial y escritura,
eje orbital del ideario estético. El poema debe modelar un refugio para el
protagonista verbal.
En Llegas tarde a tu tiempo (Visor,
2010) se integra la cosecha escrita
entre 1999 y 2002 que agrupa los libros Estación
de Francia y Joana, un periodo
donde se vislumbra una estricta concordancia entre el yo existencial y el
sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; se utiliza el pasado como
sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo
de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento
elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las
distancias entre lo subjetivo y la otredad.
La
escritura cimenta un conjunto de obsesiones expandido mediante variables; el
poema recurre a la clarividencia del matiz. En esta cercana exposición de la
intimidad hay unos cuantos personajes referenciales. Cada uno cumple una función
emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la
culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no
está libre de erosiones y envejecimientos, pero que ha proporcionado al yo un
asidero, un puerto franco frente a la intemperie. Joana – la hija minusválida-
es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de un aprendizaje
que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo de invierno
del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida y la cercana
presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento
heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla grisura de la
posguerra es la figura donde lo ideal encuentra sitio, cuando el proceso de
resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber desvanecido la
posibilidad de una causa. Tío Luis, por tanto, es la ética que se resiste a
claudicar
Con insólita fertilidad, los
poemarios se suceden: Cálculo de estructuras,
Casa de misericordia, No estaba lejos, no era difícil, Se pierde la señal, Amar es dónde, Misteriosamente
feliz y Un asombroso invierno.
Las entregas imbrican contenidos en los que la introspección se hace constante
básica. Se recorren estratos indagatorios en lo vivencial, las travesías de la
memoria y las sombras de espacios interiores como el vacío, la pérdida, el
derrumbe y el cansancio. Además, siempre hay geografías afectivas para la
música, el mar, los viajes, o la ciudad, como elementos conceptuales repletos
de simbolismo.
Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca en cada verso una
expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y
propende a lo narrativo con una cuidada secuencia rítmica en la que no hay
cambios bruscos. La poesía de Joan Margarit articula una identidad moldeada en
el devenir que busca su razón de ser en el poema. Aquí el arte no es distinto
que la vida. En cada palabra está la huella del hombre, la búsqueda de su permanencia sobre la finitud y la ceniza.
JOSÉ LUIS MORANTE
El artículo se publicó el 27 de diciembre de 2019 en
Los Diablos Azules, suplemento de Infolibre.es
Un libro estupendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias, José Antonio Fernández, qué alegría tu regreso a estos puentes de papel en este tiempo extraño de soledad y de confinamiento. Es verdad, Joan Margarit es una voz atemporal que deja en sus poemas un largo recorrido de emoción y pensamiento, de espacios para caminar. Abrazos de nuevo.
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