Y de pronto, amanece Apuntes para una despedida Felix Trull Apeadero de Aforistas Sevilla, 2020 |
BRIZNAS DE LUZ
En la estrategia expresiva de la minidicción, la presencia de Felix
Trull es singular. Encarna la identidad de un yo disgregado, dando voz a las modulaciones
complementarias de José Luis Trullo, gestor cultural, aforista y editor de la
revista monográfica digital ELAFORISTA.ES.
El incansable pseudónimo alumbra en los últimos años las salidas Metas volantes (2015), Líneas de flotación (2018) y La lección de Pulgarcito (2019), una
intensa cosecha que da voz a la evolución temporal del itinerario y que culmina
ahora con el volumen Y de pronto, amanece, obra que añade el subtítulo crepuscular Apuntes
para una despedida.
La capacidad intuitiva del aforismo, su
intenso destello recuerda el resplandor de un relámpago, esa instantánea
amanecida que alcanza la transparencia, el sosegado afán de conocer, las briznas de luz. El
heterónimo enfoca el discurrir de Y de pronto, amanece como un peregrinaje en jornadas en el que cada
etapa mantiene intactos calidez y misterio. Así lo percibimos en la amanecida inaugural, un espacio que abre pasillos fronterizos entre imaginación
y realidad: “El perfume de las flores nocturnas atrae a los insectos invisibles”.
Desde esta invitación al alba llegan el asombro y la disposición activa
de quien contempla para dar fe de vida. A veces el aforismo opta por
la incisión reflexiva, como si el pensamiento prolongara la necesidad de
adentrarse en los ciclos naturales y entender su razón de ser. El leve apunte
adquiere el formato de un cuaderno de campo: “Qué solos los pinos, pero qué
solos”, “Moras silvestres. Amanso mis pasos”, “Salen al paso. Las presencias.
Me susurran. Luego, se desvanecen”. En esta indagación al latido celebratorio del
entorno se hace evidente el sentir religioso de la fe personal: “Dios creó la
luz para que los cuerpos pudieran proyectar sombra”; de este modo se define
también la propia ética del sujeto, ese permanente desvelo por dar confluencia a
los pasos existenciales: “El ser humano es un ser hecho por la fe y para la fe.
Sobre si a tal o cual objeto es harina de otro costal”, “En la fe pierdes la
corteza, ya eres todo miga”, “En la fe se reubican los valores adecuados: no
más ansiedad, no más codicia, ni vanidad, ni envidias. Emerges del lodo de la
inquietud material y levitas por encima de tus necesidades perentorias”.
Una característica del laconismo visual de Felix Trull es la apuesta por una captación lírica del marco; los apuntes parecen versos escindidos o verbalizan una
sensación que interioriza el deseo personal: “Ponerse en marcha al anochecer.
Caminar a oscuras. Despertar en el mismo sitio”, “Circunvoluciones en torno a
un centro inexistente, y aún así, la atención no se disipa”, o esta magnífica
apelación a la voluntad subjetiva: “Avanzar sin dar un paso. Caminar
desplazando el propio eje. Rotación y traslación. Conciliado me apaciguo”. La
plenitud de sensaciones que abarca el recorrido casi anula la conciencia de
temporalidad: “La eternidad es esto”.
Un rincón esencial del aforismo de Trull es la paradoja, esa aparente
contradicción que habita entre la realidad y la apariencia: “No busco nada, por
eso he de continuar”, “¿Quién se escondería, ante lo que no puede ser evidente?”,
“De aquellas aguas oceánicas, estos ridículos charcos”. En la dermis de
algunas figuras retóricas se descubre un alto componente simbólico: “En la desesperanza
de la tierra empapada germina una semilla que nadie plantó”; “Hay que hundirse
del todo para emerger alguna vez. Bien lo saben los pescadores de perlas”, o
esta impecable incisión: “Siempre es ahora, pero nunca por completo”.
En
suma, en las jornadas de Y de pronto,
amanece se suceden paisajes y ángulos singulares. La escritura se hace experiencia
de conocimiento, un caminar que pone pie en la esperanza renacida para que lo
transitorio eche raíces, despliegue sus gradaciones de luz en el pensamiento. Se
haga fronda y árbol donde la conciencia haga savia de ese mundo cercano que nos
completa, que sin palabras dice: “vivir es imaginarse vivo”. Desde esa
certeza de ser, Felix Trull prosigue el viaje, protagoniza el empeño del solitario a quien nadie espera para caminar en cualquier ámbito. Para traspasar el mínimo umbral de las palabras: “Escribo para no hablar. Miro
para no escribir”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.