martes, 12 de mayo de 2020

FELIX TRULL. Y DE PRONTO, AMANECE

Y de pronto, amanece
Apuntes para una despedida
Felix Trull
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2020


BRIZNAS DE LUZ



   En la estrategia expresiva de la minidicción, la presencia de Felix Trull es singular. Encarna la identidad de un yo disgregado, dando voz a las modulaciones complementarias de José Luis Trullo, gestor cultural, aforista y editor de la revista monográfica digital ELAFORISTA.ES. El incansable pseudónimo alumbra en los últimos años las salidas Metas volantes (2015), Líneas de flotación (2018) y La lección de Pulgarcito (2019), una intensa cosecha que da voz a la evolución temporal del itinerario y que culmina ahora con el volumen Y de pronto, amanece, obra que añade el subtítulo crepuscular Apuntes para una despedida.
   La capacidad intuitiva del aforismo, su intenso destello recuerda el resplandor de un relámpago, esa instantánea amanecida que alcanza la transparencia, el sosegado afán de conocer, las briznas de luz. El heterónimo enfoca el discurrir de Y de pronto, amanece como un peregrinaje en jornadas en el que cada etapa mantiene intactos calidez y misterio. Así lo percibimos en la amanecida inaugural, un espacio que abre pasillos fronterizos entre imaginación y realidad: “El perfume de las flores nocturnas atrae a los insectos invisibles”. Desde esta invitación al alba llegan el asombro y la disposición activa de quien contempla para dar fe de vida. A veces el aforismo opta por la incisión reflexiva, como si el pensamiento prolongara la necesidad de adentrarse en los ciclos naturales y entender su razón de ser. El leve apunte adquiere el formato de un cuaderno de campo: “Qué solos los pinos, pero qué solos”, “Moras silvestres. Amanso mis pasos”, “Salen al paso. Las presencias. Me susurran. Luego, se desvanecen”. En esta indagación al latido celebratorio del entorno se hace evidente el sentir religioso de la fe personal: “Dios creó la luz para que los cuerpos pudieran proyectar sombra”; de este modo se define también la propia ética del sujeto, ese permanente desvelo por dar confluencia a los pasos existenciales: “El ser humano es un ser hecho por la fe y para la fe. Sobre si a tal o cual objeto es harina de otro costal”, “En la fe pierdes la corteza, ya eres todo miga”, “En la fe se reubican los valores adecuados: no más ansiedad, no más codicia, ni vanidad, ni envidias. Emerges del lodo de la inquietud material y levitas por encima de tus necesidades perentorias”.
   Una característica del laconismo visual de Felix Trull  es la apuesta por una captación lírica del marco; los apuntes parecen versos escindidos o verbalizan una sensación que interioriza el deseo personal: “Ponerse en marcha al anochecer. Caminar a oscuras. Despertar en el mismo sitio”, “Circunvoluciones en torno a un centro inexistente, y aún así, la atención no se disipa”, o esta magnífica apelación a la voluntad subjetiva: “Avanzar sin dar un paso. Caminar desplazando el propio eje. Rotación y traslación. Conciliado me apaciguo”. La plenitud de sensaciones que abarca el recorrido casi anula la conciencia de temporalidad: “La eternidad es esto”.
   Un rincón esencial del aforismo de Trull es la paradoja, esa aparente contradicción que habita entre la realidad y la apariencia: “No busco nada, por eso he de continuar”, “¿Quién se escondería, ante lo que no puede ser evidente?”, “De aquellas aguas oceánicas, estos ridículos charcos”. En la dermis de algunas figuras retóricas se descubre un alto componente simbólico: “En la desesperanza de la tierra empapada germina una semilla que nadie plantó”; “Hay que hundirse del todo para emerger alguna vez. Bien lo saben los pescadores de perlas”, o esta impecable incisión: “Siempre es ahora, pero nunca por completo”.
    En suma, en las jornadas de Y de pronto, amanece se suceden paisajes y ángulos singulares. La escritura se hace experiencia de conocimiento, un caminar que pone pie en la esperanza renacida para que lo transitorio eche raíces, despliegue sus gradaciones de luz en el pensamiento. Se haga fronda y árbol donde la conciencia haga savia de ese mundo cercano que nos completa, que sin palabras dice: “vivir es imaginarse vivo”. Desde esa certeza de ser, Felix Trull prosigue el viaje, protagoniza el empeño del solitario a quien nadie espera para caminar en cualquier ámbito. Para traspasar el mínimo umbral de las palabras: “Escribo para no hablar. Miro para no escribir”.



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