Entrevelas Pilar Aranda López Editorial Alhulia Salobreña, Granada, 2020 |
EL MAR, TAN CERCA
La obra
literaria de la madrileña Pilar Aranda López, maestra de Primaria, y Licenciada
en Derecho, ha tenido un desarrollo tardío, aunque ha estado presente en
algunas antologías poéticas y ha protagonizado una presencia activa en la gestión
cultural. Su itinerario personal se compone del poemario Las uvas amarillas (2016) y del cuento poético ilustrado ¿Y yo dónde canto?), publicado por
Editorial Lastura en 2019, solo dos títulos, por tanto, a los que ahora se añade, en el
cierre de 2020, Entrevelas, una
edición miscelánea que, tras el simbólico epígrafe, relaciona mar y tiempo.
La apertura expone el carácter intimista de un libro que recuerda en su
primer paso al poeta C. Cavafis y a uno de sus poemas más conocidos, el “Viaje
a Ítaca”; si la meta final es el camino, el discurrir existencial se plantea
como un argumento en tránsito; a diario acumula experiencia y convierte las
secuencias cotidianas en materia de reflexión y conocimiento. Cuatro
sustantivos, en boca de Pilar Aranda López balizan esta singladura personal de Entrevelas, como cuatro puntos cardinales:
“equipaje, travesía, naufragio, esperanza”.
Son signos reflexivos que mantienen en alerta al sustrato básico del aforismo.
Como si el hablante verbal fuera dejando esquejes meditativos, se recurre
al decir breve para airear entre líneas un pensamiento conciso y lacónico. El
presente se convierte en un espacio transitable en el que se marcan los pasos
de ilusiones y sueños. Lo diario solidifica la certeza incontestable de un
caminar común hacia el vacío, pero el tiempo permite descifrar la belleza
contenida en las cosas. El aire del viaje
huele a mar, a azul de cercanía y esperanza: “Por pequeña que sea la
esperanza, no dudes de que puede cambiar el rumbo de las olas”. Es esa
sensación de gobernar el propio destino, de fortalecer con ella una voluntad
que va diluyendo las geografías del itinerario quebrado por las circunstancias.
El segundo apartado “De lo invisible a la luz. Equipaje” concentra el
viaje introspectivo en el cauce fragmentario del aforismo; la escritura siembra leves
anotaciones de prosa poética que entrelazan consejos y experiencia vital; si
para lo vivido no hay regreso, en el estar del sujeto se hace necesario elegir el
equipaje adecuado; hay que borrar los recuerdos que lastran, como esas
ausencias de los antepasados, y saber que la luz resiste también entre las
sombras y diluye la melancolía: “En la adversidad no desesperes. Por mucho que
cave la oscuridad, la luz resiste”, así lo corroboran con excelente trazo
algunos aforismos: “A toda verdad persigue la sombra de lo absurdo”; el discurrir deja en la mirada algunas certezas; nada es
posible frente a los contraluces que definen la condición de ser, ni siquiera el
abrazo del lenguaje: “Una bella palabra inútil estorba tanto, como una paloma
en la cabeza de la obra inmortal del escultor”.
En
todo el apartado siguiente “Luces y sombras. Travesía” prevalece la sensación
del desplazamiento continuo. Pero la reflexión persiste en fijar los meandros
del pensamiento, como si en la conciencia del yo poético hubiese una tácita
aceptación de que vivir es amar, contemplación, escucha y soledad. El mar
cercano siembra sus elementos simbólicos para que la observación analice sus
trazos esenciales, reales o imaginarios. De ese papel de testigo nace la
poesía, pero también las confidencias del yo frente al espejo desplegado en su vaivén azul. En él renace la mirada limpia de quien percibe el entorno con asombro y cordialidad.
La experiencia cotidiana muda el paisaje
interior y a menudo se imponen los efectos negativos, la derrota y la
decepción; llega un tiempo que lleva al naufragio: “Aferrarse a lo oscuro del pasado
es no querer salir del barco hundido”; o este aforismo signado por una visión
crepuscular: “Puede que la sombra de la muerte venga a ser como un barco que te
salva de vivir mientras te ahoga”. Las constantes vitales dan fe de que “la
sombra del alma es como un barco encallado en la noche del que nadie se acuerda".
Con trazo lapidario, el apartado
“Carnaval de una esperanza” dibuja en el último tramo de Entrevelas la identidad difusa de las sombras. Lo vivido deja sus
cicatrices; el entorno circundante cede sitio al derrumbe, pero el náufrago
debe confiar en la roca firme de la esperanza, donde la vida se mantiene en
pie, como un tendedero repleto de obligaciones que se orean al manso sol de
invierno.
En los breves destellos verbales de Entrevelas, Pilar Aranda López señala los vértices del existir. Los breves fragmentos reflexivos abrazan el sentir del testigo que percibió la angustia y la erosión, pero mantiene firme la voluntad del yo para seguir en ruta hacia Ítaca, para sentir el mar en la mirada sobre la textura provisional de los sentimientos. El viaje, entre la amanecida y la intemperie, continúa y se hacen emoción y poesía.
JOSÉ LUIS MORANTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.