Regreso (Palacio de Cristal, Parque del Retiro) Madrid, 2021 Fotografía de Adela Sánchez Santana |
TRANSICIONES
Ese detestable turismo de borrachera, vociferante, violento y fisiológico, que agrieta la noche de Madrid, no representa a ningún país. No es francés, ni alemán, ni belga, ni pertenece al pijerío estudiantil hispano. La bobería asocial es apátrida por naturaleza.
A
diario mantengo el cívico disfraz de la esperanza. Han sido meses de mucho
trabajo y este mes, donde el libro es elemento esencial, dejará sitio a dos
nuevas entregas personales y a dos estudios con otros autores. Una excelente
cosecha que merece celebración con los amigos. Cada libro no es más
que una actitud de asombro frente a lo contingente.
Permanecen
los garabatos del encuentro, esa profundidad de la grieta que separa el deseo del ideal.
Si
ves un resplandor descarta el endiosamiento. Una vela no es una estrella.
Signos
de alegría frente al ordenador. Tras días en casa, vencido y desarmado por la
neurótica saturación de lo doméstico, otra vez la buhardilla adquiere su
apariencia natural. Ya están los libros en su sitio, he colocado en otros
estantes los que nunca releo y he reciclado la poesía que ha envejecido mal y
que ahora me mira con ojos de extrañeza.
Regresos; la vida es un reguero de ceniza; pero hay que preservar el
sentimiento de positivismo también con esas amistades que duran mientras somos útiles.
(Apuntes del diario)
No mucho, pero viene un poco a cuento que tras un largo viaje y si no ha sido muy largo al menos has ido muy lejos, regresar a tu casa y a tu vida te gusta tanto como el viaje hecho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Soy de la misma opinión, querida Carmen, sin duda, la culminación del viaje es el regreso, ese instante en el que abrimos la puerta de casa y vemos que allí seguimos respirando con luz.
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