lunes, 25 de abril de 2022

MIQUEL MARTI I POL. LIBRO DE AUSENCIAS

Libro de ausencias
Miquel Martí i Pol
Traducción y prólogo de Marta López Vilar
Bartleby Editores, edición bilingüe
Madrid, 2022

 

ELEGÍA

 

  En el texto de introducción “Decir y escribir la ausencia en claridad de vida”, la poeta, profesora, ensayista y traductora Marta López Vilar deshilvana el denso tapiz estético que recubría el territorio peninsular hacia el medio siglo. Tras la consolidación del realismo social como estética dominante, con los ecos sobresalientes de Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro, comienza a emerger el núcleo catalán de los años cincuenta y la escuela de Barcelona, en cuyo perfil será definitivo el quehacer crítico de José María Castellet. Pero más allá de las etiquetas críticas, también en aquel intervalo de la posguerra, el taller creador era un paisaje diverso y en él inicia senda Miquel Martí i Pol, con los títulos epifánicos  Paraules al vent (1954) y Quinze poemes (1957).
   Los mapas críticos ubican la escritura del catalán en una línea intimista e introspectiva; explora motivos motivos confesionales y se arropa en una tradición humanista  donde caminar en una soledad acompañada. Miquel Martí i Pol (Roda de Ter, 1929-Vic, 2003) protagoniza un largo recorrido de aprendizaje, condicionado por la aparición de la enfermedad que marcará su existencia, como se percibe en las propuestas líricas de los años setenta La pell del violí (1974), Quadern de vacances (1976) y Estimada Marta (1978). De nuevo la creación personal se aleja completamente del contexto, en el que se impone una concepción culturalista y metaliteraria. El poeta persiste en sus obsesiones; escribe desde la memoria vital y el pensamiento evocativo, alentando una poética de autoconocimiento, una mirada sin fracturas en su discurrir y sin cambios bruscos; el trayecto incide en la claridad y en la sencillez expresiva, en un discurso poético inteligible y sugerente.
  Así germina Llibre d’absències (1985), cuyo detonante argumental es el fallecimiento de su esposa Dolors Feixas. La muerte y la ausencia son veneros que aglutinan dolor, soledad y evocación. Lo que permanece se ha contagiado de tristeza, constata la condición temporal del yo; esa áspera quietud que ratifica la derrota de los sueños y la soledad de un protagonista que se vislumbra a sí mismo sometido a un ventisquero desapacible. Existir es erosión y pérdida.
   En Libro de ausencias se despliega con lucidez la idea de la escritura como cartografía de un estado de ánimo. Desde las palabras la voz poética traza puentes de enlace entre el pretérito y el ahora, con esa distancia objetiva que propicia la madurez de quien aprende a convivir con el roce de los recuerdos para no perderse a sí mismo. Como escribe, Marta López Vilar “la muerte adquiere una trascendencia metafísica que solo la escritura pude comprender. Ofrendar la vida de quien permanece es una manera de mantener en la vida a quien habita en el dominio de lo profundo, de hacer regresar a Eurídice.”
  Cuando llega la ausencia, la soledad se convierte en marco temporal desangelado que obliga a entender la muerte y el sufrimiento; su discurrir hace del duelo un tiempo de pérdidas que convulsiona profundamente la dermis del hablante. Se percibe en composiciones como “Calladamente”, una elegía que medita sobre la oscura despedida que propicia el silencio final: … Tantas cosas / se me han ido contigo que apenas me queda / el espacio de mí mismo para recordarte". Excluida la complacencia en el despertar del entorno, el tránsito del yo adquiere otro sentido como espacio de recreación, o fuente cristalina, donde se oye la voz de los recuerdos. Todo está dentro; no hace falta convocar los sentidos para dibujar los trazos de un páramo interior En ese dominio están los ausentes, la calidez de la esperanza convertida en cercanía y profundidad adormecida. Estremece la intensidad expresiva de “Carta a Dolors”; quien ama sabe que para que la presencia permanezca es necesario acrecentar la vida nueva en lo que nos rodea, que aflore un amanecer vibrante y armonioso, empeñado en persistir como un contrapunto del silencio; lo leemos en los versos finales del poema “Oráculos”: “Se enmienda el vivir con más vivir y al fondo / del pozo del sufrimiento están siempre / la luna de lo incierto y el agua que nos impulsa / hacia el brocal donde la luz, viva, estalla”. 
   El pensamiento multiplica recorridos en solitario. Repasa los mínimos elementos del entorno y su capacidad para refrendar las vivencias comunes. La realidad no es una visión objetiva sino su enfoque. Recordar a la amada es ratificar la propia existencia, asistir a la creación de un yo expandido cuya memoria reconstruye un poblado tránsito de luz. Con voz contenida y una estela de mínimos recursos poéticos, Miquel Martí i Pol convierte la ausencia en un punto de fuga. En él interioriza recuerdos y vivencias, un balsámico paisaje con figura donde el amor se impone como sentido y revelación de la propia identidad.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 

 

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