jueves, 28 de marzo de 2024

JAVIER RECAS. EL ARTE DE LA LEVEDAD

El arte de la levedad
Javier Recas
Cypress Cultura
Colección Scripta manent
Sevilla, 2021

 

FILOSOFÍA LACÓNICA

 
   Madrileño nacido en 1961, Javier Recas es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y ejerce la docencia en un instituto de la capital. Su personalidad define a uno de los grandes estudiosos de la literatura breve, con una certera travesía de investigaciones. Es autor de las entregas Hacia una hermenéutica crítica (2006), Meditaciones de Marco Aurelio (2011), Relámpagos de lucidez. El arte del aforismo (2014), Una grácil y aguda miniatura (2020) y la edición Encuentros y extravíos. Aforismos de Mark Twain (2020). Los ensayos postulan redes interpretativas en torno al enunciado lacónico, como un despliegue de contenido sustentado en la fuerza de la razón, acorde con el entorno histórico y cuya claves expresivas radican en la intensidad y la decantación de lo mínimo en precisa síntesis.
   La entrega El arte de la levedad clarifica su aportación con el subtítulo Filosofía del aforismo y una introducción que muestra el lúcido conocimiento de esa relación natural entre el aforismo, que aspira a la verdad,  y el quehacer poético. Como insólitos misterios expresivos, escurridizos y complejos en su definición, nacen así las perdurables “islas de sentido entre dos silencios capaces de abrir nuevos horizontes, de movernos y conmovernos, de evocar y provocar, para entregarnos, tras el inicial deslumbramiento, el testigo de la reflexión” (P. 7). Comenta también el escritor que el diseño interno ha optado por acompañar las argumentaciones con una amplia colecta paremiológica, que hará más diáfana la trama, alejándola del púlpito académico. La espigada selecta de Javier Recas refrenda el norte del discurso crítico con admirable intensidad. Se convierte en una estela de sabiduría en el tiempo, cuajada de precisión y belleza tonal, que hace del aforismo “una inquebrantable voluntad de verdad, de concisa y desnuda verdad, intensa, provocadora, inquietante, radicalmente distinta del discurso argumentativo” (P.45).
   También esbozado en las líneas prologales, el recorrido de El arte de la levedad elige, para el estudio del pensamiento discontinuo, ocho sendas interrogativas básicas, secuenciadas en ámbitos autónomos. El análisis de la parquedad es el estrado de superficie de “En los márgenes del silencio”. En el avance alumbran otras indagaciones meditativas. Así sucede con el silencio, íntimamente asociado  a la desnudez extrema del aforismo. De la entidad del silencio, emerge en el primer capítulo un amplio espectro de posibilidades significativas. La palabra no pierde su fuerza cuando se hace generadora mudez, sino que adquiere carácter insondable.
   La obra valora, en segundo lugar, el modelo epistemológico, la carga conceptual del aforismo como campo verbal autosuficiente, capaz de diseñar en el despliegue una totalidad de sentido. Javier Recas no deja al margen los aforismos de extracción, tramos verbales espigados de obras mayores, cuyo despiece se ha convertido en “flores cortadas”, desgajadas por su expresividad sapiencial y plenitud expresiva. El capítulo “Cien rostros” es una galería donde se expone la diversidad del decir breve, esa superación del molde único para pluralizar codificaciones que expanden límites formales. El aforismo adquiere un carácter mutable; personifica un espíritu híbrido. El impulso creativo ha presentado una contundente variedad de registros, aunque preservando con fuerza su núcleo filosófico. Esta evolución hasta la modernidad constata la pérdida del alarde sentencioso y el aumento del ropaje subjetivo; más que una verdad universal con voluntad de ser “un enunciado con pretensión de universalidad e intemporalidad”, el aforismo intenta resolver las incógnitas existenciales del yo concreto.
    El valor cognitivo del aforismo acostumbra a mostrar en su superficie un epitelio poético. Del examen de esta cuestión se encarga el capítulo cuarto “Verdad poética”, que muestra una terna de perspectivas en torno a la condición lírica. Focalizar la relación entre filosofía y poesía requiere una tolerante lucidez porque los términos conjugan discordancias. El pensar filosófico se desvela desde el logos y la razón instrumental, en tanto la poesía, como machadiana palabra en el tiempo, es fundación del ser y forma de conocimiento desde el verbo.
   La tarea exploradora del género en su búsqueda de un persistente fondo semántico,  se desarrolla en el apartado “Cargas de profundidad”. La aparente naturaleza simple del decir breve, anuncia plenitud; como afirmaba Porchia “Lo hondo visto con hondura, es superficie”. La profundidad resulta compleja, requiere una agudeza sutil que no pierda la concisión e impulse la búsqueda; por tanto, es una actitud asociada al autoconocimiento, capaz de traspasar el epitelio de lo cotidiano y adentrase en ese sustrato velado del yo interior. Del despertar auroral de lo diáfano trata el capítulo “El embrujo de lo liviano”, capaz de moldear una contemplación estética de alcance desde la arquitectura verbal del aforismo. La humildad no resta, porque guarda un misterio intangible, pleno de sensibilidad y magia interna, que se hace escaparate de madurez. La sección “Vinos secos” emplea un símil ajustado para definir el trayecto vital como un curso bajo en la decepción y el vacío; el tiempo acaba calcinando las emociones, se hace vino seco que amarga el paladar y grava su acidez en la garganta; esa certeza crepuscular está presente en la tarea aforística de muchos clásicos que han convertido al aforismo en lacónica queja final; la vida es pasajera, devalúa posibles utopías  y marca un precio de cierre que cabe en la ceniza.
   La herencia meditativa del decurso aforístico en el tiempo histórico ofrece a Javier Recas un contenido que se convierte en sólida cimentación. El lector queda en suspenso ante el rescate sabio que muestra el cielo en calma de lo perdurable. Los máximos predecesores de la actual eclosión del aforismo reverdecen logros y ponen sus relámpagos de lucidez  para que aprendamos, como sugería Eliot, a decir lo justo y contemplar lo bello.
    La lógica de El arte de la levedad, que ubica como coda una trabajada bibliografía monográfica, capaz de recomponer grietas de un persistente vacío teórico, forja un mirador representativo. Su arquitectura integra sondeos conceptuales y el fluir de voces con sensibilidades asistemáticas, tradiciones experienciales diversas y contenidos heterodoxos. Javier Recas nos deja frente a un mar abierto; contempla con gozo el mediodía de un género, empeñado en el quehacer humilde de la agudeza. Ante el fragmentario litoral del mundo, se trata solo de percibir destellos.
 
 

JOSÉ LUIS MORANTE



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