INTERNOS
En la cafetería, busco un poco de luz en las palabras. Después regreso al Pabellón de internos. De su alambrada hostil, sobresale una
fila de adelfas florecidas. Dentro no cambia nada. Algunos internos deambulan
dubitativos, mirando mi presencia con desconfianza. Después se aproximan; me
piden dinero y tabaco y premian la generosidad con confidencias que apenas entiendo. Alguien,
susurran, empujó al celador cuando bajaba por la escalera central. Hubo suerte, aunque
sobrevivió estará lejos varios meses.
En la tapia de entrada, siguen juntas dos sillas de plástico.
Ayer por la noche llovió y cuando cesó de llorar el cielo, dejó en la tierra ese olor a vida que se asemeja a los saltitos que da una espalda tras el llanto de su dueño. Vida después del estrépito.
ResponderEliminarAyer por la noche llovió y me fui a dormir feliz, respirando ese olor a vida.
Ha amanecido con otro paisaje, totalmente distinto. El Sol brilla alto , presumiendo de haber secado la tierra y ese olor que se asemeja a los saltitos de una espalda. Entonces he leído el pequeño texto que alguien, que también sabe apreciar ese olor, me ha dedicado. Y es entonces cuando una brisa imaginaria ha brotado de quién sabe dónde para mover las pequeñas hojas secas, rescatando la fina estela de agua que aún escondían...dejando en la tierra ese olor a vida.
Y sobre ellas y bajo el arrogante Sol, siguen juntas dos sillas de plástico.
Las sillas miran la calle del ahora, ese trazado urbano que hay que recorrer con la sonrisa amanecida. Llega septiembre, Amanda, un tiempo de regreso y plenitud.
EliminarNos vemos prontito con el afecto de siempre. Abrazos.