Franz Kafka (1883, Praga- 1924, Wiener Wald) |
KAFKA Y YO
Leo a Franz Kafka con frecuencia
alevosa. Para entender el mundo. Para entenderme yo. Para interiorizar que el
absurdo forma parte de lo cotidiano y hay que respirarlo con sosegada cadencia,
sin apremios, sin pánico. La situación política, la idiocia nacionalista y su
retaguardia militante, los asesinatos, los atentados contra la dignidad y la
beligerancia de quienes manosean el sentir colectivo en los medios de
comunicación son asuntos que me llevan a sus libros.
La biografía del escritor parece
disentir de su obra. Fue un modesto judío de Praga cuyo itinerario vivencial
estuvo regulado por la rutina de horarios funcionariales que no pueden
interpretarse en clave literaria.Sus relaciones con los demás
fueron pobres, como si permaneciera en el umbral del otro o detrás de un
cristal que asegurara su confinamiento. Fue el representante típico
de una interioridad aislada, que sin embargo observa el entorno con profundo
interés. Lo que sucede fuera le desconcierta porque la azarosa relación de acontecimientos
diarios legitima el caos, un absurdo convertido en seña de identidad
colectiva. Por eso leo a Kafka.
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