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LLEGADA A LAS ESTATUAS
Cuando no supe de qué hablar con los hombres,
descubrí una rotonda y me dispuse
a enmudecer, sin más, entre sus piedras.
Respiré con deleite la tibia arqueología
y supuse fecundo aquel silencio
por alguna sonrisa, en mármol cincelada,
y por ciertos residuos gestuales
capturados
en los periplos grises de los viernes.
Miraban recelosas las estatuas,
posando en actitud mesurada y distante,
tal precoces alumnos de liceo burgués...
Fue preciso
que tendiera mi mano
y dando tregua
a palabras, latidos, ademanes y toses
viví aquel primer día
de muerto
con recién estrenada compostura,
muy conforme.
(De Ahora que es tarde, La Garúa Editorial, 2020)
Vivir el futuro desde la quietud, hablando con las piedras modeladas, que son consuelo y ligazón. El ayer que hoy somos. Buen, buen poema, amigo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Paco, es hermoso pensar que la memoria de nuestro pasado se preserva en el tiempo, aunque la barbarie y el analfabetismo funcional supongan que mutilando estatuas las cosas son de otra manera... De los errores se aprende, de tu amistad, también. Mil gracias, poeta.
EliminarEstupendo!!
ResponderEliminarMis disculpas por robarte tanto tiempo lector, José, yo creo que a estas alturas ya sabes que en casa la escritura es media vida; la otra media, también. Gran abrazo.
EliminarMe dejas sin palabras, José Luis. Extraordinario.
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