jueves, 1 de julio de 2021

ARCHIPIÉLAGO INVEROSÍMIL. ANTOLOGÍA DE POETAS DOMINICANOS EN EUROPA

Archipiélago inverosímil
Antología de poetas dominicanos en Europa
Prólogo: Alberto Martínez Márquez
Compilación: Fausto A. Leonardo Henríquez
Mayobanex Pérez, Daniel Tejada 
Editorial Isla Negra, Colección Los Nuevos Caníbales
San Juan, Santo Domingo, 2021


 POSTALES CON LUZ

                                                       

   Una circunstancia común en casi todos los países de las Antillas caribeñas es el continuo flujo migratorio. Es debido esencialmente a la crisis económica de la zona, pero también a una causalidad múltiple que engloba la política, los valores sociales y la formación cultural. Esta perenne diáspora provoca puntuales análisis desde perspectivas económicas o de mercado porque las remesas tienen una presencia fuerte en el producto interior bruto. Tampoco falta la mirada preventiva al envejecimiento demográfico porque los que se van son, con frecuencia, los jóvenes. Pocas veces en cambio, se hacen sondeos literarios, capaces de medir la aportación creativa del nomadismo hacia Estados Unidos y Europa. Esa clave es el eje argumental del prólogo de Archipiélago inverosímil, escrito por Alberto Martínez Márquez, catedrático de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla.
   El balance compila postales con luz de la diáspora hacia Europa. Conforma un mosaico marcado por la diversidad; en palabras del profesor Martínez Márquez: “Esta antología poética explana el mapa de la media isla para ofrecernos algo más que un testimonio de la presencia dominicana en el Viejo Mundo. Se trata de una propuesta polifónica de diecisiete voces, en las que la diversidad de formas y dicciones demuestra la necesidad de poetizar como una forma efectiva de cifrar las experiencias del proceso migratorio y transcenderlo”.
   En suma, nos hallamos ante un legado múltiple que ha conocido en el último tramo finisecular y en las primeras décadas del siglo XXI un insólito despunte. El compendio de nombres recurre al orden alfabético para organizar la muestra integrada por una mínima representación de textos y una biografía informativa. En ese mapa poético cohabitan nombres de varias generaciones: a la del cincuenta pertenecen Ana María Céspedes Calderón, Nelson Ricart Guerrero y José Sirís; más numerosa resulta la nómina de los años sesenta que da cobijo a Sol Lora, Fausto A. Leonardo Henríquez, Mayobanex Pérez, Altagracia Pérez Pitel, Bernardo Silfa Bor y Daniel Tejada; representantes de la promoción del setenta son Roberto García, Farah Halall y Rosa Silverio; y son los benjamines de la antología Karlina Veras Read, Alejandro González Luna, Leonardo Reyes Jiménez y Marielys Duluc.
   Amanece en Archipiélago inverosimil un cruce de itinerarios donde resulta muy complejo agrupar a los representados bajo la sombrilla de grupos, etiquetas generacionales o idearios estéticos. Lejos del quehacer colectivo, cada trayecto completa, tras su epifanía, un largo recorrido por la singularidad poética. La presentación del mínimo acopio de cada poeta no puede ser sino umbral para una estación lectora más plena y demorada, en la que se justifiquen las apresuradas impresiones, los recursos expresivos habituales, las similitudes estilísticas y las variantes argumentales.
   En cada autor destaca un norte. En Simeón Arredondo Natera el tono paradójico y la mirada social, junto a una lírica reflexiva y evocadora, poco dada a la gratuidad experimentalista. Persiste en el léxico de agua clara de Ana María Céspedes Calderón un intenso cauce confesional en torno al amor, el cuerpo y el deseo como plenitud, erosión y desgaste; pero también toma la palabra un resolutivo compromiso ecológico. En los poemas de Marielys Duluc amanece el gen feminista para airear la violencia machista en lo doméstico o la asunción de roles que hacen de la mujer presencia diluida y secundaria; también aflora la herencia africana y el rumor fuerte de un pretérito que persiste en el tiempo, frente al globalismo igualatorio colectivo. Roberto García, con poemas en prosa, muestra evocativos relatos líricos que siembran en la percepción del lector sensaciones llenas de vida, vértices de caligrafía afectiva.
   El trasfondo expresivo de Farah Hallal  acumula abundantes imágenes y confía en el aporte simbólico de las palabras. Frente al enunciado conclusivo, sus poemas preservan el misterio de la sugerencia y la estela personal de lo intuitivo; pero también la carga crítica que emana de la condición de mujer y de la conciencia de un estar social proclive a la disonancia y a la marginación de muchos colectivos.
   En el trayecto creador de  Fausto A.  Leonardo Henríquez el tiempo existencial se convierte en inmersión en la esencia del ser. El poema trasciende la contingencia biográfica para que la memoria adquiera relieve a través de alusiones a una inocencia germinal en la que se cobijan los ancestros, esa llama telúrica de una sabiduría pretérita que recuerda un lejano paraíso perdido y recrea un modo de existir.
   La voz comunicativa de Sol Lora enaltece la claridad figurativa; el poema enuncia el discurrir vital en lo cotidiano, donde acecha siempre entre la sombra la siniestra presencia de la muerte. A partir de ese ámbito germinal de finitud y hastío, nacen los versos para enaltecer la fuerza de lo sentimental o para hacer de un vestido pretexto argumental en el que se define una sensibilidad en vigilia.
   En las composiciones de Mayobanex Pérez el poema emite un verbo apelativo que llega al otro, como si la segunda persona fuera un yo desdoblado que debe resolver las labores diarias del existir. El trasiego temático explora estados de ánimo, elementos naturales, el perfil cívico del ciudadano en la calle o la música como expresión cultural que traspasa la textura emotiva.
   Altagracia Pérez Pitel define una mirada introspectiva, hecha evocación y onirismo. Su léxico, escueto y directo, rechaza el oropel metafórico para desplazarse por las líneas existenciales que buscan, en su fragmentarismo, la razón de ser en la orfandad diaria.
   También Leonardo Reyes Jiménez prefiere la expresión incisiva para cuestionarse las interrogantes que expande la conciencia; el referente cultural sirve de hilo conductor a un buen número de composiciones. En ese enfoque de la voz poemática hay un renacido lector que glosa a Zagajewski, Cortázar o Roberto Bolaño, y que hace del poema una mano abierta a las diluidas esperanzas del presente.  
   Los motivos centrales de Nelson Ricart Guerrero son el hurgar metaliterario en torno al texto; el otro como eje gravitatorio del yo sentimental, y el precario enraizamiento del devenir. Con lúcida precisión y palabra coloquial el lenguaje es refugio de asombro, una grieta que esconde el callado secreto de lo temporal.
   Está presente en la poesía de Bernardo Silfa Bor la huella múltiple del cuerpo, como deseo y celebración. Su avance lírico remite a magisterios como Whitman o Baudelaire para dejar en sus poemas un verso expandido, que percibe el entorno como un espacio hermético proclive a lo fragmentario y la paradoja.
   Rosa Silverio relativiza el marco aparente de lo real para definir la textura exacta del viaje interior y sus vaivenes anímicos. En su poesía hay una implícita asunción del legado de César Vallejo; las palabras reverdecen para adquirir nuevos matices capaces de descifrar la cosmogonía del mundo. Poesía intimista, intensa en la que la gastada emoción se repone y adquiere vuelos altos.
    Una veta argumental significativa de José Sirís es la meditación sobre lo transitorio. En el recorrido verbal del entorno explora enlaces entre sus elementos y vislumbra una realidad mudable, que se abre también a los velados mensajes del subconsciente. Su expresión refuerza magisterios del humanismo, trastoca la frase y expande imágenes que logran secuencias expresivas inesperadas.
    El hilo poético de Daniel Tejada desovilla una nítida preocupación social. Refleja una convivencia en el tiempo que amanece con todas sus aristas y donde son reconocibles gestos convertidos en abstracciones. La voz celebratoria del yo femenino alumbra la textura sentimental de otras composiciones que hacen del amor su amanecida primigenia.
   Karlina Beras Read personifica la coda final de la antología con una poesía narrativa que expone una reflexión abierta de lo biográfico. Los poemas  insisten en la idea del tiempo como un continuum que vincula identidades y viajes, itinerarios que son siempre estelas de conocimiento y sirven de umbral a los versos que enlazan las pulsaciones de la memoria.
  Con frecuencia, el localismo de una compilación antológica se asocia con una forma de sentir el poema ceñida a un espacio autónomo e insular, con mínimos contactos con realidades exteriores ajenas. Sin embargo, los poemas de Archipiélago inverosímil amplían el sustrato del legado dominicano con la experiencia sensible de otros ámbitos; por eso irrumpen, emotivos e intensos, en la intimidad del lector, plantean las incertidumbres de un yo de frontera, que debe redefinir su identidad en la intemperie del estar a solas, en medio del recuerdo de una isla lejana que en la vigilia y el sueño promete amanecidas y regresos. 
 
 
                                                                                         JOSÉ LUIS MORANTE

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