Anémonas azules Luis Casado de Otaola Proemio de Víctor Figueroa Editorial Polibea Colección La espada en el ágata Madrid, 2022 |
ESPACIOS VERBALES
Anémonas azules inaugura el
camino creativo de Luis Casado de Otaola (1965), quien hasta la fecha solo
había publicado el cuento “El socorro de Viena”, que buscó sitio en el volumen
colectivo ¡París, París, París! Y otros
relatos (Vagadamia, 2020). A esta carta de amanecida se añade un pórtico de Víctor Figueroa que alude a la naturaleza proteica del texto. Luis Casado de
Otaola sorprende al lector con una sugerente organización de asuntos varios; muestra la íntima cartografía de intereses del sujeto verbal y sus desplegadas
conexiones con la tradición cultural. Se elige la voz directa del sujeto
implicado al enumerar las indagaciones más relevantes, desde el sentido
existencial del devenir diario hasta la función del arte o los espacios ficcionales de lo autobiográfico.
Las copiosas citas iniciales de la Metamorfosis de Ovidio trasmiten un tono de reflexión vital; el despertar a la existencia en una ventana de descubrimientos que renueva la voluntad y el afán de vivir; pero somos material perecedero y esa condición natural nos lleva pronto a los territorios de la decrepitud, el dolor y la muerte; al paso del tiempo y sus estragos.
Una de las formas de mitigar los efectos secundarios de la fugacidad es la metamorfosis, la potestad de cambiar nuestra naturaleza y transformar el dolor en arte y en manos de tierra que moldean verdad y belleza. Como universo pleno de arquitectura y simetrías, la voluntad estética concede a la realidad aspiraciones trascendentes. El autor recuerda cómo el mismo Ovidio, desterrado en Ponto Euxino y enfermo de melancolía, como los personajes de sus fabulaciones, transformó el dolor en poesía y sublimó su estar solo en arte, capaz de prolongar su memoria en el tiempo.
También la meditación sobre el trayecto diario de Fernando Pessoa en Libro del desasosiego ofrece un balance de profundidad sobre las mutaciones de las cosas y las concatenación de menudencias y futilidades que conforman la servidumbre de existir. Al cabo, el universo físico es una estela de formas y apariencias que fluyen. En la consumación de lo cotidiano nada sucede, salvo lo contingente. Todo parece inmerso en la quietud de una larga espera, como si fuese inminente un cambio, una mudanza, que está ahí, inadvertida, bajo el amparo del silencio.
El campo visual de la página despliega situaciones e historias. Los argumentos acuden al texto, como si las ideas pretendiesen descubrir el orden natural que oculta el relato ensimismado del devenir. Luis Casado de Otaola selecciona instantáneas del pensamiento occidental, busca escenas, evoca la convivencia entre dioses, héroes y hombres y anota, con luminosa clarividencia su lección ética. Así vamos trazando un preclaro recorrido sobre el poder igualatorio de la muerte, el oro mustio de los triunfos terrenales, el prodigio de la vida que se renueva y los íntimos y nobles sentimientos que habitan los laberintos interiores. También el inevitable destino en la ceniza, o las lecciones que deja entre las manos la experiencia docente y esa hojarasca diversa de la actualidad cotidiana, que admite en su tratamiento un epitelio irónico, que quita púlpito a la solemnidad.
Anémonas azules agrupa en su transcurso una miscelánea de asuntos. Integra reflexión, crítica literaria, experiencia vital transformada en relatos y, casi siempre, un cálido elogio de la lectura. Es una crónica personal en la que su autor reflexiona sobre quehaceres cotidianos su vida que encuentran en el libro sucesivas ampliaciones. Lo evocado enlaza pretérito y ahora, mientras suena la voz sosegada de la biblioteca y el ruido de la calle para trazar juntos el selecto retrato de un paisaje lector.
Las copiosas citas iniciales de la Metamorfosis de Ovidio trasmiten un tono de reflexión vital; el despertar a la existencia en una ventana de descubrimientos que renueva la voluntad y el afán de vivir; pero somos material perecedero y esa condición natural nos lleva pronto a los territorios de la decrepitud, el dolor y la muerte; al paso del tiempo y sus estragos.
Una de las formas de mitigar los efectos secundarios de la fugacidad es la metamorfosis, la potestad de cambiar nuestra naturaleza y transformar el dolor en arte y en manos de tierra que moldean verdad y belleza. Como universo pleno de arquitectura y simetrías, la voluntad estética concede a la realidad aspiraciones trascendentes. El autor recuerda cómo el mismo Ovidio, desterrado en Ponto Euxino y enfermo de melancolía, como los personajes de sus fabulaciones, transformó el dolor en poesía y sublimó su estar solo en arte, capaz de prolongar su memoria en el tiempo.
También la meditación sobre el trayecto diario de Fernando Pessoa en Libro del desasosiego ofrece un balance de profundidad sobre las mutaciones de las cosas y las concatenación de menudencias y futilidades que conforman la servidumbre de existir. Al cabo, el universo físico es una estela de formas y apariencias que fluyen. En la consumación de lo cotidiano nada sucede, salvo lo contingente. Todo parece inmerso en la quietud de una larga espera, como si fuese inminente un cambio, una mudanza, que está ahí, inadvertida, bajo el amparo del silencio.
El campo visual de la página despliega situaciones e historias. Los argumentos acuden al texto, como si las ideas pretendiesen descubrir el orden natural que oculta el relato ensimismado del devenir. Luis Casado de Otaola selecciona instantáneas del pensamiento occidental, busca escenas, evoca la convivencia entre dioses, héroes y hombres y anota, con luminosa clarividencia su lección ética. Así vamos trazando un preclaro recorrido sobre el poder igualatorio de la muerte, el oro mustio de los triunfos terrenales, el prodigio de la vida que se renueva y los íntimos y nobles sentimientos que habitan los laberintos interiores. También el inevitable destino en la ceniza, o las lecciones que deja entre las manos la experiencia docente y esa hojarasca diversa de la actualidad cotidiana, que admite en su tratamiento un epitelio irónico, que quita púlpito a la solemnidad.
Anémonas azules agrupa en su transcurso una miscelánea de asuntos. Integra reflexión, crítica literaria, experiencia vital transformada en relatos y, casi siempre, un cálido elogio de la lectura. Es una crónica personal en la que su autor reflexiona sobre quehaceres cotidianos su vida que encuentran en el libro sucesivas ampliaciones. Lo evocado enlaza pretérito y ahora, mientras suena la voz sosegada de la biblioteca y el ruido de la calle para trazar juntos el selecto retrato de un paisaje lector.
JOSÉ LUIS MORANTE
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