Joan Guasp |
Entrevista con el escritor JOAN GUASP
JOAN GUASP _
Desde que tengo uso de razón lectora. Siempre he subrayado las frases que más
me llaman la atención. Llegó un momento, siguiendo los consejos que mi buen
amigo, el filósofo Miquel Ramis Alonso, ilustra en su exquisito primer libro
“El llibre d’apunts de la formación intel·lectual”, El libro de apuntes de
la formación intelectual, inicié a un cuaderno el trasvase de mis frases de
lectura predilectas. Poco después me enteré de la existencia de los aforismos y
que mis subrayados lo eran en su mayoría, y fue cuando decidí crearlos yo
mismo. De seguida vi que aquel género literario se adaptaba perfectamente a mi
estilo, acostumbrado como estaba al diálogo permanente de mis obras de teatro.
JG.- Bueno, yo también estuve muy influido por Cristóbal Serra, un genio de la
brevedad y escritor raro donde los haya. Él escribía breverías y nótulas. Al
enseñarle mis ocurrencias saltó de alegría comunicándome que lo que yo escribía
eran aforismos, los textos más breves que existen, una especie de fusión entre
la poesía y la filosofía. Yo estaba encantado que mis fulgurantes pensamientos
le encantaran a Cristóbal, que incluso se prestó a escribirme un “prologuillo”
para mi libro Fogueró de guaspires. Aquí se consolidó mi afición
aforística.
JG.- Me
decido muy preferentemente por la forma. El estilo lo es todo. El fondo es
imprescindible, pero lo que le da calidad y categoría es sin duda la sorpresa,
la chispa, el chisporroteo, la electricidad que imprimía a sus textos
ingrávidos José Bergamín. Y la espontaneidad, aunque luego deba ser pulida por
la experiencia y la técnica. No mates nunca la espontaneidad, me repito muy a
menudo.
JLM.- Siempre ha manifestado una clara admiración por Joan Fuster, cuyos trazos minimalistas, integrados en Consejos, proverbios e insolencias acaban de ser traducidos al castellano por Ángela Elena Palacios ¿Qué otras voces aforísticas en catalán le parecen magisterios recomendables?
JG.- Yo
creo que la literatura catalana tiene un valor extraordinario en todos los
géneros. En poesía, narrativa y teatro tenemos excelentes y destacados
creadores, hombre y mujeres. De todo ello surge un caudal enorme de inspiración
aforística. Es cierto que Joan Fuster, Josep Pla y Blai Bonet, por poner sólo
estos tres ejemplos de escritores contemporáneos ya traspasados, han nutrido mi
propia inspiración, pero de todos y de todas en general, incluso actuales, he
sacado el jugo que me ha consolidado como un cocinero de platos aperitivos y de
postres exquisitos, aunque siempre a pequeña escala y no demasiado populares.
Da igual. Ya he dicho que los comensales aforísticos suelen repetir una y otra
vez debido a su fidelidad y buen gusto.
JG.- De toda la vida he elegido el gaudi, el pasar-m’ho
bé, tanto leyendo, escribiendo, comiendo o viviendo. Estoy convencido de
que el aforismo es el género más lúdico que existe, el más simpático y el más
mágico. El más seductor. Diría que el más evangélico. El aforista se nutre del
mundo del circo, del teatro de calle, de los funambulistas, de los acróbatas y
de los equilibristas. El aforismo es, también, el deporte verbal más vertical,
siempre juega por la vía rápida y sin florituras morosas. Va directo a
portería, sorteando a todos cuantos le salen al paso. El Museo del Aforismo es
el resultado de todo ello. Hace tiempo que estamos proyectando un torneo de
aforismos para los más dotados, pero todavía no hemos logrado definirlo del
todo. Estamos en ello. Nos falta presupuesto y soporte social y político, pero
todo se andará.
JG.- Lo acabo de apuntar. El porvenir depende de la afición.
Debemos esperar a que las gradas del estadio rebosen de aficionados. La
simiente es de calidad y disponemos de agua potable y de buenos operarios.
JG.- No
está en mi mano esta aventura. Todo depende de editores y traductores. En
Catalunya no lo tenemos nada sencillo. Tenemos que superar demasiados
obstáculos para obtener algún pequeño éxito. Si no fuera porque uno vive esta
magnífica ilusión con toda la pasión del mundo, como ocurre con tantas otras en
nuestra lengua y cultura, sería más bien pesimista, pero a la larga la calidad
y la diversión vencen siempre toda oposición.
José Luis Morante, enero de 2024
Vivimos un tiempo oscuro, que induce a la reflexión y a la
sorpresa, qué empuja al empeño insobornable por cambiar las cosas. ¿La mirada
crítica del aforismo tiene cada vez más razón de ser?
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Aquí está su auténtico poder. Los razonamientos y la crítica en general deben
ser lúdicos, ya lo he dicho antes, mejor si son brillantes como lo era y todavía
lo es la creatividad de José Bergamín, de Blai Bonet o de Federico García
Lorca. El mundo, la literatura y el arte no morirá nunca si persiste en su
audacia y en su alegría. Este es el cambio que hay que buscar, el que conduce a
las ganas de vivir, de reír, de pasárselo bien y de obtener la felicidad que
todos nos merecemos. El camino del aforismo es éste: el de avanzar en este
sentido, sin detenernos en vanas reflexiones ni análisis opacos que sólo
conducen a guerras y conflictos interminables.
Su escritura da continuidad a un semillero fecundo, ¿Qué
proyectos y qué géneros sigue trabajando?
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Bueno, habrá que ver esta fecundidad. Ya digo que mi manera de ser en arte y
literatura es optimista, pero hay que incrementar como sea el estilo sin caer
en la banalidad ni la indiferencia, sino en el juego, en la creatividad, en la
fantasía incluso. Nuestro cerebro es un almacén de grandes posibilidades y hay
que cultivarlas a diario. Yo cultivo el aforismo, pero me encanta igual el
cuento y, sobre todo, el teatro. Me lo paso bomba escribiendo diálogos rápidos
en los que brilla el surrealismo, el absurdo y la estupefacción. Me gusta
divertirme en esta vida, pero existen demasiados escollos que lo impiden. Hay
que ignorarlos a base de estos trucos mentales que la vida literaria nos
ofrece. A mi edad, mis principales proyectos son cada vez más personales. En
eso trabajo y disfruto.
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