viernes, 9 de febrero de 2024

FRANCISCO JIMÉNEZ CARRETERO. PARA QUE TODO SEA

Para que todo sea
Francisco Jiménez Carretero
XLII Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística
Fundación Fernando Rielo
Madrid, 2024

 

 HUECOS DE LUZ

 
   Se me permitirá poner amanecida a esta introducción con una confidencia personal. Allá, por la década del setenta, casi en los albores de la transición, cursé los tramos juveniles del bachillerato, interno en un colegio de Ávila. Los profesores responsables de la biblioteca, donde yo pasaba muchas horas de quietud mesetaria, dejaron pronto en manos de los alumnos la obra literaria de Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, razón de ser y presencias esenciales en la articulación interna de la Mística. Acorde con su mirada profunda sobre la religión, aquel movimiento espiritual inaugura una fértil tradición literaria. Es un mundo abierto que sobrepasa el periodo histórico de la Reforma y Contrarreforma para asentarse en la zozobra del tiempo hasta nuestros días. Así lo ratifica la existencia del prestigioso Premio Mundial de Poesía Mística, creado en 1981 por el pensador, filósofo, metafísico y poeta Fernando Rielo. Estas contingencias explican el gozo con que asumo la tarea de firmar la introducción “Huecos de luz” de Para que todo sea. Es la obra ganadora de la XLII convocatoria del certamen, escrita por el poeta Francisco Jiménez Carretero (Barrax, Albacete), Maestro de Primaria, Licenciado en Humanidades e impulsor de una crecida tarea poética. En ella se vislumbra la sólida formación literaria, el compromiso con el legado cultural en el molde y uso de estrofas clásicas, y su empeño en incorporar a la senda argumental una perspectiva humanista. En su fluir, dialogan el verso pensativo, la luz tamizada de la autobiografía y la convivencia con una realidad transcendida, que desvela las limitaciones del ser y la necesidad del ideal.
   El sustantivo “Mística” tiene su origen en un verbo griego que significa “cerrar”. En su semántica más estricta, definiría  una existencia interior, secreta, clausurada en los laberintos espirituales del sujeto. Sin embargo, en la actualidad prevalece una polisemia más abierta, que acoge la evidencia de un punto de partida contextual con fronteras inciertas, y la aspiración a integrarse en una vida espiritual. El hombre se siente parte central de la naturaleza y criatura creada por una voluntad superior. Desde ese sentimiento de contacto que marca la propuesta reflexiva del ser individual, encontramos en el trayecto existencial distintos momentos que establecen una corriente místico-ascética. La conciencia poco a poco se purifica, liberada de sus pasiones, para entrar en una vía iluminativa que acerca a lo divino. Se trata de aspirar a la perfección con sensibilidad abierta, basada en la intuición y lo emotivo como disposiciones primordiales.
   Francisco Jiménez Carretero toma el hermoso título de su entrega Para que todo sea de un verso conclusivo de la poeta y aforista Dionisia García. El aserto deja en el aire, meciéndose en la calma de la temporalidad, una amanecida. Vuelve al alba una pulsión de luz que pone coordenadas al fluir del pensamiento y al vuelo libre de los sentimientos, que han de mostrar destellos con el frescor y la fuerza de la espontaneidad. El introito poético ubica el arraigo del libro en un caminar reflexivo, donde la conciencia deambula entre sombras. Mientras, busca un plano de comunicación, capaz de superar incertidumbres y miedos. Se trata de encontrar dentro a la divinidad escondida, que salva y acompaña, para purificar los sentidos y poner transparencia en la voluntad y la memoria.
   La redacción del conjunto “Aquellas otras voces” describe la soledad interior como búsqueda de otros registros sonoros. Invita a deambular en el desasosiego, mientras percibe en el entorno un vigoroso amanecer. Poco a poco, se establece con Dios un diálogo directo y confidencial por el que avanzar con paso seguro. Los indicios fermentan y encuentran su mejor expresión en el mimetismo de los modelos, como si hubiera una correspondencia buscada entre la poesía de San Juan de la Cruz y el pensamiento poético de Francisco Jiménez Carretero. Se recrea el ambiente de los poemas mayores de San Juan, “Noche oscura”, “Cántico Espiritual” y “Llama de Amor viva”, que presentan las mismas características formales y retornan a las posibilidades de expresión de la lira. Los tres poemas pugnan por descubrir el camino a la unión con Dios. No obstante, Francisco Jiménez Carretero abandona la lira como esquema estrófico, aunque mantiene la rima consonante para reforzar la sonoridad del verso y el empleo de una adjetivación mística y exultante en su poema “En una noche oscura”, expresión tomada, como se sabe, de la Égloga Segunda de Garcilaso.
   El hilo argumental recuerda que es tiempo de búsqueda y enaltece la voluntad activa del sujeto para manifestar a cielo abierto la claridad. Un cobijo habitable que disgregue sombras y busque huecos de compromisos con la luz.
   Sometido a la brisa purificadora de la fe, la conciencia expande un existir diáfano. El entorno es cadencia y resplandor, muestra una piel tersa, serena y apacible. La fuerza divina sostiene el artesonado de los días, como la hechura exacta del soneto sostiene las palabras. La experiencia personal es ruptura de compromisos y ataduras. Los sentidos se liberan de adherencias y encuentran un estar complacido, un afán de seguir desde la esperanza y el entendimiento, como manos constructoras de una senda segura, aunque sea humana y transitoria.
  La voluntad del alma no apacigua el anhelo de rozar la piel de la azulada transparencia. En ese alto destino, crece el ansia de alcanzar un contacto gozoso con la divinidad. Con esta intensidad sentimental nacen las composiciones de “Tocar el cielo”. Se trata de asir las manos de quien expande alrededor pétalos de cercanía y belleza. Otra vez el verso encendido del místico de Fontiveros se hace presencia anunciadora, pone armonía musical en las liras del poema “Al aire de tu vuelo”.
  Mientras el latido vital se derrama alrededor, atestiguando su condición finita, el tiempo deja frente “a la puerta de goznes inefables”. Hay que dar sentido al tránsito, buscar la luz de alguna inagotable amanecida. Este afán de altura convierte en labor la expansión del ser hacia lo divino. Dios es caridad y amor, el tránsito solidario que pone en cada mano panes y peces, para que las aspiraciones no se apaguen. Para que alcancen eternidad gozosa los sueños del mañana. Más allá de lo visible aguarda abierta una casa encendida, para que todo sea.
 


JOSÉ LUIS MORANTE
(Prólogo del poemario Para que todo sea)


 
 


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