lunes, 12 de febrero de 2024

JUAN DE YEPES

San Juan de la Cruz
(Fontiveros, Ávila)

 

 
JUAN DE YEPES
 
Las purgas arbitrarias del Calzado
me sumergen aquí, cárcel extraña,
áspero techo bajo de zaguán,
cisterna que sepulta mi alegría,
asedio de tapiales toledanos.
 
Vierte la madrugada su misterio
 y abruma una vigilia de ojos grises.
A tientas me visitan los recuerdos;
tornan desperdigadas, vulnerables,
imágenes de infancia y juventud:
la planicie otoñal de Fontiveros
en el sofoco de las rastrojeras;
el cardo, mancillando los majuelos;
el silbo del pastor en la vaguada...
Cobertizos de adobes y bardales
forman los arrabales de Medina;
en su insignificancia sobreviven.
 
Hubo lluvias y panes de cebada,
amanecidas de tenaz ayuno
y polvaredas sobre el pedregal.
No olvidaré tampoco a los maestros;
enseñanzas a la luz del candil
de Cicerón, Virgilio y Tito Livio
bajo la docta voz de Bonifacio.
Vagué escindido en la ciudad del hombre,
al margen de conflictos y disputas.
Acíbar en las aulas salmantinas,
ternura en Sebastián y Garcilaso,
y en el magno Cantar de los Cantares.
 
Otra vez en Medina. Grato encuentro,
Teresa de Cepeda, mujer libre,
rapto de fortaleza, compromiso
de fe, curtido temple reformista
que desplegó las alas del Carmelo.
Teresa de Jesús, ¡vasta memoria!
¡qué plenitud de dones imborrables!
 
Morosa nieve matutina
abrazando los yermos de Duruelo,
austera reclusión originaria
que generó los frutos de Mancera...
 
Porque bajo el techado más sombrío
el pensamiento se conforma libre,
siento el mínimo roce de unos versos.
Cada noche se afirman sin desmayo,
como si los forjara la impaciencia.
En su maduración hallo consuelo:
 
Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
Aunque es de noche.
 
Aquella eterna fonte está escondida,
Qué bien sé yo do tiene su manida,
Aunque es de noche...
 
La soledad multiplica mis rostros,
las indelebles huellas del pasado.
Pongo término a más ensoñaciones
que sugieren gravosa vanidad.
Se congrega el azul en la aspillera.
El nuevo día me dará quietud.
Si no encuentra sosiego mi cansancio
que desoiga mi sed la llamada del limo,
que la oración me ciña transparencia
y tome posesión de los sentidos.

     (Del libro Largo recorrido, 2001)


 
 

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