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José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) |
ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE
Pasión López, Oropesa del Mar, agosto de 2024
-¿Cuándo desembarca un poeta como usted en el aforismo?
Como lector, los primeros encuentros con el aforismo se
producen en los años noventa con dos libros esenciales, Ideolojía, una compilación aforística de Juan Ramón Jiménez,
preparada por Antonio Sánchez Romeralo, y la poesía de Carlos Edmundo d’ Ory,
que me regaló el poeta Félix Grande, donde se incluía una extensa muestra del
ludismo conciso del gaditano.
Como escritor de esta forma breve, mi primer cuaderno fue Sueltos, editado por Amargord en 2008;
allí publiqué unos cincuenta aforismos que después se integrarían en Mejores días, mi amanecida de aforismos publicada en 2009.
Señalo además que algunos críticos siempre han hablado del cierre aforístico de
mis poemas, y no les falta razón, mis versos finales suelen tener un carácter
sentencioso, de impacto verbal.
-Su aforismo posee un perfil muy característico, alejado de
las fórmulas más lapidarias y que gusta de la evanescencia y la evocación.
¿Cuáles son sus referencias literarias en este sentido?
Dentro de la ecuación universal que genera la forma breve hay dos elementos básicos que son filosofía y poesía; es inevitable que tras el
largo camino poético que he recorrido en estos treinta y tantos años de
escritura, mis laconismos se inclinen a la mirada poética, a esa estela de
evanescencia, evocación y goteo emotivo. Son estrategias expresivas muy
próximas en las que hay que cuidar al máximo la precisión, la dicción selecta y
el fluir cristalino del cauce argumental.
-En su blog Puentes de papel ha tenido la oportunidad de
hacerse puntual eco de las novedades editoriales en torno al aforismo. Tras
todos estos años de crónica literaria, ¿cuál es su veredicto? ¿Hay una crecida consistente, o es un espejismo?
Pisamos un territorio sólido, de afirmación matérica del
género; falta todavía la perspectiva temporal necesaria que debe dirimir voces
y ecos, pero el núcleo central del aforismo contemporáneo puede competir con la
edad de plata, ese tramo inicial del siglo XX que hoy constituye el magisterio
básico de los practicantes. También hay material perecedero y previsible que se
arrima a logros ajenos sin añadir el matiz singular que da sentido a una voz. Y destacaría la normalización de
voces femeninas que por primera vez publican con luz de mediodía.
-¿Qué autores le parece que atesoran mayor calidad, entre los aforistas en activo?
Mis preferencias en este sentido son muy claras; por eso no
creo que las ausencias consideren mis gustos un rechazo a su obra; no es así;
solo hablo de mis lugares preferidos ante un horizonte muy extenso: me gusta el
sentido del humor de Ramón Eder, su forma de acercarse a lo cotidiano,
despojado del tono sapiencial del profesor en la tarima; la calidez intimista de
Carmen Canet, su voz confidencial que mira las hendiduras de las relaciones
sociales; son afines a mis gustos verbales los universos creativos de Manuel Neila, Fernando
Menéndez, Javier Sánchez Menéndez, Erika Martínez y Dionisia García. Y siempre añade el matiz heterodoxo a
sus breverías Sihara Nuño, Aitor Francos, Sergio García o Hiram Barrios… Con
esos nombres sobre mi mesa de trabajo he pasado muchos inviernos de felicidad lectora, de manta y
lumbre.
-¿Qué oportunidades y amenazas se le plantean a todo
aforista que, en pleno siglo XXI, se decide a comprometerse con el género?
La celeridad de internet y su mutación continua ha generado
un formato nuevo que exige estudio y reflexión; no se trata de contar
caracteres sino de adecuar la pulsión expresiva al espacio virtual; los
peligros que acechan son los de siempre: la obviedad, el lugar común, la estela
de humo disfrazada de solemnidad y las ocurrencias que genera el polvo sin
asiento de la actualidad… El aforismo es un escrito de la tradición no un vuelo
digital de hace unos minutos, y es necesario conocer su despliegue en el tiempo
y su compromiso con el fluir del pensamiento, su eje de luz.
La editorial La Isla de Siltolá acaba de publicar su ensayo Paso Ligero. La tradición de la brevedad. (El decir breve en castellano durante los siglos XX y XXI) . ¿Podrías sintetizar su contenido
Es un análisis profundo sobre el aforismo en castellano en los dos últimos siglos. Pretende demostrar que el decir breve protagoniza una larga tradición en el tiempo, con una estela de cultivadores muy relevantes (Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín...) que han dado solidez al género y han propiciado su despliegue en el tiempo digital, donde el cultivo de las formas breves ha alcanzado una insólita plenitud.
-¿Es un libro definitivo para el conocimiento de esta etapa de la literatura breve?
No, en absoluto. Es la labor de muchos años de trabajo que deja un mapa parcial y fragmentario, una propuesta de autor hecha sin ningún dogmatismo. Por tanto, se suma a otros estudios que irán completando una bibliografía todavía minoritaria y escasamente conocida.
-¿Qué sensaciones le llegan de los lectores de Paso Ligero. La tradición de la brevedad en castellano?
La recepción lectora es un hecho individual, por tanto, nunca puede ser uniforme; pero el estudio se ha recibido en general con un espíritu positivo y abierto que justifica el largo tiempo de redacción y la desbordada biblioteca de apoyo. Espero que el libro siga dando motivos de conversación en los próximos meses, cuando el tiempo playero se apague y vuelva la dichosa rutina laboral.
Una conversación con José Luis Morante de Pasión López)
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