Mecanismo de arena Javier Bozalongo Ediciones ETC El Toro Celeste Colección de poesía La Federica Málaga, 2024 |
ASENTAMIENTOS DEL YO
La
voz poética de Javier Bozalongo (Tarragona, 1961), como impaciente observadora
de las estaciones vitales que se van yuxtaponiendo en el devenir, traslada a la escritura un intenso quehacer en la
última década. Con fuerte energía intelectual entrelaza mirada lírica,
ficciones narrativas y la precisa brevedad del pensamiento conciso. Son tareas
articuladas en torno a esas respuestas personales que demanda la búsqueda de la madurez, la incertidumbre y el desconcierto de una convivencia mudable y los
contraluces del yo, enfrentado a la honda grisura de sus sombras y sueños.
El autor suma hasta las fechas las entregas Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2008) La casa a oscuras (2009), Todas las lluvias son la misma tormenta (2018), Este país (2019), la plaquette Los días generosos (2021) y el poemario Nombrar la herida (2022). Este denso bagaje conforma una voz personal que amplía enfoques sin rupturas ni giros; Javier Bozalongo hace del lenguaje un espacio de comunicación y cercanía, de pulsión colectiva que bebe de una herencia figurativa y humanista, con nítido sedimento autobiográfico, y cuya panorámica de conjunto está representada en los balances Nunca el silencio, Has vuelto a ver luciérnagas y Las raíces, tres propuestas antológicas editadas en Latinoamérica. A este fértil quehacer que baraja estrategias expresivas se añade el libro de haikus Todo es azar (2021) que completa el volumen total.
Mecanismo de arena tiene como apertura cuatro poemas que reproducen la escritura a mano del poeta: “A vueltas con la luz”, “Viaje”, “Al final del pasillo” e “Invitación”. Son textos prologales que preceden a la amanecida del libro y enumeran precisas indagaciones interiores: “¿Dónde hay más poesía, en la luz pertinaz / que entra por la ventana y dibuja a su antojo / las formas más extrañas a las que busco nombre / o en las leves palabras que buscan una voz / que las pronuncie y dé sentido a su existencia?”. La primera composición desempolva de inmediato con su expresiva desnudez el pleno sentido de esta salida poética: “Ahora que las piezas se van desmoronando, / reconstruir el puzzle de la vida: / mecanismo de arena”. El sujeto poético mira alrededor y percibe el estar transitorio y la condición perecedera; la palabra toma cuerpo para ser testigo de la erosión del tiempo, para mostrar esos rincones vulnerables que refrendan una estética intimista que traza puentes entre el verbo evocativo de lo biográfico y el claro anhelo de una sensibilidad que trata de entender la condición temporal de la conciencia.
El primer apartado “Exterior. Día” muestra la fuerza de lo sensorial, de esos espacios abiertos en los que transitamos por las aceras de la rutina con la firme pisada de la coherencia, sin espejismos ni juegos de magia. En todo el apartado la luz funciona como símbolo que adquiere una presencia central, contradictoria y plena. La vida es recorrido, un viaje engarzando contradicciones y batallas cotidianas en el que se va definiendo un compromiso nítido con los desajustes porque la realidad está ahí, repleta de grisura, y son pocos los momentos que abren alas al sueño y la esperanza. El poema se convierte en una estrategia intacta para recuperar los instantes perdidos, y conforma una voz fuerte que dota al núcleo argumental de sentido ético. El sujeto verbal reflexiona, se asoma al brocal de la experiencia y recuerda en voz baja su intrahistoria; lo cotidiano es una largo pasillo de una casa deshabitada donde es necesario descubrir quienes respiran en sus corredores.
La segunda sección “Pas de deux” incorpora una nota explicativa: en la coreografía del ballet “Paso a dos” es un movimiento realizado conjuntamente por la pareja. El campo visual que despliega la pieza abre un abanico de sugerencias que muestran un sentido polivalente en el poema. En la corriente continua de la música se dibuja una estela de actitudes. El calentamiento, la función, los movimientos coreográficos, la conciencia del cuerpo, el reposo… trazan un mapa de sensaciones vitales que perduran cuando baja el telón y se van apagando los aplausos. Cada poema se abre para mostrar perplejidad y sorpresa, euforia y alegría de una representación que deja huellas en la escritura.
En la sección de cierra “Interior. Noche” habita un claro sentimiento de soledad y naufragio. La existencia dormita en una quietud que conecta con las sombras y que siente como una estridencia la presencia de los demás, ya sea a través de una llamada intempestiva o en las expectativas de una travesía matinal que busque luz en las respuestas digitales del móvil o en esas sombras chinescas que alientan una representación en la pared, como si todo hubiera sido un simulacro, un espejismo inane que despliega imágenes en la imaginación.
El libro integra al final una conversación del poeta con el joven escritor Alejandro Pedregosa en torno al discurrir del libro y sus claves interpretativas. Las respuestas definen un libro de retorno al intimismo, tras un paréntesis anterior de sus dos últimas salidas marcado por la voz fuerte del compromiso con lo colectivo. Desde una sensibilidad confidencial, el poeta clarifica la postura personal frente a una realidad agotadora y proclive a la penumbra que necesita la luz de lo ideal para definirse: el hablante lírico retorna a sí mismo, sondea la profundidad de los espejos para evocar sensaciones y vivencias, para pulir recuerdos; para asumir un lugar propio cuyos contornos solo se definen desde dentro: “Lo que no veis de mí, también soy yo”.
El autor suma hasta las fechas las entregas Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (2008) La casa a oscuras (2009), Todas las lluvias son la misma tormenta (2018), Este país (2019), la plaquette Los días generosos (2021) y el poemario Nombrar la herida (2022). Este denso bagaje conforma una voz personal que amplía enfoques sin rupturas ni giros; Javier Bozalongo hace del lenguaje un espacio de comunicación y cercanía, de pulsión colectiva que bebe de una herencia figurativa y humanista, con nítido sedimento autobiográfico, y cuya panorámica de conjunto está representada en los balances Nunca el silencio, Has vuelto a ver luciérnagas y Las raíces, tres propuestas antológicas editadas en Latinoamérica. A este fértil quehacer que baraja estrategias expresivas se añade el libro de haikus Todo es azar (2021) que completa el volumen total.
Mecanismo de arena tiene como apertura cuatro poemas que reproducen la escritura a mano del poeta: “A vueltas con la luz”, “Viaje”, “Al final del pasillo” e “Invitación”. Son textos prologales que preceden a la amanecida del libro y enumeran precisas indagaciones interiores: “¿Dónde hay más poesía, en la luz pertinaz / que entra por la ventana y dibuja a su antojo / las formas más extrañas a las que busco nombre / o en las leves palabras que buscan una voz / que las pronuncie y dé sentido a su existencia?”. La primera composición desempolva de inmediato con su expresiva desnudez el pleno sentido de esta salida poética: “Ahora que las piezas se van desmoronando, / reconstruir el puzzle de la vida: / mecanismo de arena”. El sujeto poético mira alrededor y percibe el estar transitorio y la condición perecedera; la palabra toma cuerpo para ser testigo de la erosión del tiempo, para mostrar esos rincones vulnerables que refrendan una estética intimista que traza puentes entre el verbo evocativo de lo biográfico y el claro anhelo de una sensibilidad que trata de entender la condición temporal de la conciencia.
El primer apartado “Exterior. Día” muestra la fuerza de lo sensorial, de esos espacios abiertos en los que transitamos por las aceras de la rutina con la firme pisada de la coherencia, sin espejismos ni juegos de magia. En todo el apartado la luz funciona como símbolo que adquiere una presencia central, contradictoria y plena. La vida es recorrido, un viaje engarzando contradicciones y batallas cotidianas en el que se va definiendo un compromiso nítido con los desajustes porque la realidad está ahí, repleta de grisura, y son pocos los momentos que abren alas al sueño y la esperanza. El poema se convierte en una estrategia intacta para recuperar los instantes perdidos, y conforma una voz fuerte que dota al núcleo argumental de sentido ético. El sujeto verbal reflexiona, se asoma al brocal de la experiencia y recuerda en voz baja su intrahistoria; lo cotidiano es una largo pasillo de una casa deshabitada donde es necesario descubrir quienes respiran en sus corredores.
La segunda sección “Pas de deux” incorpora una nota explicativa: en la coreografía del ballet “Paso a dos” es un movimiento realizado conjuntamente por la pareja. El campo visual que despliega la pieza abre un abanico de sugerencias que muestran un sentido polivalente en el poema. En la corriente continua de la música se dibuja una estela de actitudes. El calentamiento, la función, los movimientos coreográficos, la conciencia del cuerpo, el reposo… trazan un mapa de sensaciones vitales que perduran cuando baja el telón y se van apagando los aplausos. Cada poema se abre para mostrar perplejidad y sorpresa, euforia y alegría de una representación que deja huellas en la escritura.
En la sección de cierra “Interior. Noche” habita un claro sentimiento de soledad y naufragio. La existencia dormita en una quietud que conecta con las sombras y que siente como una estridencia la presencia de los demás, ya sea a través de una llamada intempestiva o en las expectativas de una travesía matinal que busque luz en las respuestas digitales del móvil o en esas sombras chinescas que alientan una representación en la pared, como si todo hubiera sido un simulacro, un espejismo inane que despliega imágenes en la imaginación.
El libro integra al final una conversación del poeta con el joven escritor Alejandro Pedregosa en torno al discurrir del libro y sus claves interpretativas. Las respuestas definen un libro de retorno al intimismo, tras un paréntesis anterior de sus dos últimas salidas marcado por la voz fuerte del compromiso con lo colectivo. Desde una sensibilidad confidencial, el poeta clarifica la postura personal frente a una realidad agotadora y proclive a la penumbra que necesita la luz de lo ideal para definirse: el hablante lírico retorna a sí mismo, sondea la profundidad de los espejos para evocar sensaciones y vivencias, para pulir recuerdos; para asumir un lugar propio cuyos contornos solo se definen desde dentro: “Lo que no veis de mí, también soy yo”.
JOSÉ LUIS MORANTE
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