Luis Felipe Comendador. Fotografía de Charcolive
Formol con Habana 7
Luis Felipe
Comendador
De la luna libros, 2003
Desde hace años, al poeta y editor Luis Felipe Comendador (Béjar, 1957)
le apasiona asomarse al horizonte de la trasgresión y le motiva jugar sobre el
filo de la navaja de los géneros literarios, como si la normalidad y el
convencionalismo fueran tediosos
recorridos que no merece la pena transitar. De esa postura, es un buen
ejemplo Formol con Habana 7, una
salida en prosa con solapilla incendiaria, biografía poco autocomplaciente y remota apariencia de diario ficticio que es,
al mismo tiempo, una recopilación de microrrelatos, un jocoso confesionario
personal que acoge contingencias y un ajuste de cuentas con algunas imposturas
que gozan de mucho crédito bajo el techo estucado de la literatura.
Formol con Habana 7 moviliza
filias y rechazos y se asoma a la feria de las vanidades, poblada de intereses;
también delata un hábito lector mantenido que se percibe en el conocimiento
minucioso de anécdotas y en los
ajustados bocetos de creadores que han dado sentido y lustre a la tradición
cultivando los jardines de una personalidad seductora. Sería tedioso hacer un
inventario de los sujetos involucrados por Comendador; hay un largo recorrido
por todas las épocas y por todas las artes, desde el mundo clásico a la
vanguardia y desde los albores de siglo hasta la actualidad cultural de nuestros
días.
Aunque cada texto goza de autonomía, se unifica el conjunto por un
procedimiento que recuerda remotamente al Delibes de Cinco horas con Mario. Un amigo del autor, Fernando Barrere ha fallecido
y en su disposición testamentaria hay una cláusula que ha de cumplirse en las
dependencias mortuorias. En el tanatorio del Instituto anatómico forense charla
durante horas con el cadáver, que naturalmente resulta un complacido oyente de
las vivencias literarias de Comendador.
En la brevedad de estas piezas la vida aparece como un gesto menor,
enfermo de grisura y enaltecido por la muerte. Hay proximidad entre algunos
cuentos compilados aquí y poemas de entregas anteriores como Paraísos del suicida. En ocasiones, la
poesía narrativa de Comendador opera como síntesis; los versos extraen los
mejores momentos de un texto con mayor amplitud argumental. Un buen poema
esencializa una idea que se libera en la prosa.
Uno de los habituales componentes de la literatura de Comendador es el
humor, un humor entendido como un recurso paródico, por un lado, y como
dispositivo para crear un área intermedia, a la misma distancia del yo y del
entorno. Desde esta posición resulta fácil recubrir la solemnidad con una
carcajada o desarrollar preceptivas estéticas sin que su dogmatismo nos ahogue con
argumentaciones incontestables, o la lógica del conocimiento nos llegue velada
por el hermetismo.
Un cadáver y una botella de Habana 7 ponen en marcha un libro distinto,
remiso a la clasificación genérica, que acaba de una vez con ese tópico
simplista que asegura que los buenos poetas solo escriben poesía.
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Gracias, amigo.
ResponderEliminarGracias a ti por todo lo que me has dado en todos estos años. No sé qué pasó con el tipo de letra que lo ha puesto pequeñito y miope. Pero eso no disminuye en nada tu literatura. Ni tu amistad.
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