viernes, 1 de agosto de 2014

DAVID DELFÍN. EN VUELO.

Los matemáticos no saben pilotar aviones
David Delfín
Círculo Rojo Ediciones, 2014
 
EN VUELO 

   Las mareas poéticas más recientes recorren un territorio fronterizo, un drástico cambio de sensibilidades y valores estéticos. La intemperie tecnológica, las aceleradas mutaciones de la realidad económica y la globalización invitan al continuo cuestionamiento del ser existencial y de la misma función de la escritura. La poesía de David Delfín (Málaga, 1968) habita en esta cartografía de incertidumbres. En ella germinan las estaciones de paso de su trayecto creador que aglutina los poemarios Nombrar el silencio, La ruptura renacentista, Arqueología disponible, Alrededor, El orden razonable, Triduo  y Principio; una obra fértil representada en varias antologías.
   Las salidas de David Delfín denotan una querencia natural por el fragmento. Lejos del intimismo autobiográfico, prefiere el tono solemne y reflexivo que hace de la indagación una de sus líneas de fuerza y del hecho potencial de las imágenes una de las claves de su ideario estético.
   Así lo constata Los matemáticos no saben pilotar aviones, entrega organizada en tres tramos que emplea como umbral unas palabras de María Zambrano. La cita alude a la contingencia de lo real y su carácter transitorio. Así comienza un itinerario de pasos meditativos, casi al filo del apunte ensayístico, como un manual de observación que traza las circunvoluciones de un tiempo desajustado. El poema se hace registro, incorpora datos e impresiones, añade dudas, recurre a la memoria para rellenar espacios en blanco, da cuenta de la respiración y guarda imágenes de desintegración en las que se define el entorno, un discurrir de días y de espacios ofrecidos a la lentitud de quien percibe. Estar es descubrir, asimilar, sentir el viaje interior de las palabras que reconstruyen y conforman una mirada reveladora.
  En esta primera parte, el poeta Hölderlin se convierte en presencia simbólica; la biografía personal concluye en la estación final del desvarío y en el internamiento en un manicomio. El poeta representa la mirada más triste del desamparo, la lucidez a trasmano de la razón.
  La sección que da título al poemario “Los matemáticos no saben pilotar aviones” toma el pulso al presente y a sus luces de posición: las raíces del ahora cuajaron en el pasado de cuya estela solo quedan algunos indicios que irrumpen en el sosiego del sujeto para recuperarse de su inexistencia. La línea de horizonte parece repetirse, como si obedeciera las coordenadas situacionales de un vuelo.
   Un vuelo nominal, “Vuelo 7988” define los poemas de cierre en los que encontramos esta definición del taller de escritura: “un poeta es un astrónomo que aísla los enunciados de cada fugaz parpadeo entre oscuridades…”  Bajo la piel de lo aparente dormita la verdadera esencia, ese largo túnel sin arquitectura que cada conciencia recorre en un trayecto vivencial que nunca sigue las directrices marcadas por el rigor científico de la ciencia; siempre se escora hacia la incertidumbre.     Con una urdimbre textual compleja, bajo el encuadre del poema en prosa, hermética e irracional en su transcurso, en la poesía de David Delfín la realidad es un espacio de indeterminación que exige nueva alzada a través del lenguaje. Exige un lector cómplice, al que no asuste la cartografía difusa de los laberintos ni el vuelo libre de la imaginación; un lector dispuesto a decodificar e interpretar.  Poesía que no crea con las palabras una realidad mimética sino una travesía incierta, un rumor de burbujas interiores bajo la superficie transparente del agua.

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