Tras la jornada playera del jueves, marcamos Orlando como único destino para consumir un día completo en el parque temático de Disney World. No viajaremos a la ciudad porque ya conocemos su estructura urbana. Hace dos años, cuando marcamos el itinerario hacia San Agustín, primer enclave norteamericano creado por los colonizadores españoles, sumamos horas en su calle principal, junto al Museo de Historia, nos admiramos de su Biblioteca Principal y callejeamos por las líneas de cemento y cristal de la vigorosa ciudad nueva.
Un día en el Parque Disney deja la mirada perpleja y propicia una reflexión a dos manos sobre el progreso, la desigualdad entre ricos y pobres, los eventos técnicos, la publicidad y los fuegos artificiales del iluminado bienestar. Como una tira de Quino, protagonizada por el pragmatismo futurista de Manolito y la prevención juiciosa de Mafalda, la vida, como un parque de Disney, es un hermoso espectáculo; aunque su cohetería sentimental y sus pormenores existenciales hacen demasiado ruido.
y además, todo huele a mantequilla...
ResponderEliminarHola Chisme, hemos disfrutado como niños entre los piratas del caribe y la hermosa Bella, que ese día estaba sin pareja y tenía un sarampión de ternura en sus ojos. El parque es una pasada de grande y allí nos quedamos hasta el amanecer, como las vampiros de las piruletas mágicas.
EliminarY yo que no te imagino entre las creaciones Disney...
ResponderEliminarHay que liberarse un poco de los prejuicios que arrastramos a veces sin mucho conocimiento de causa. Todos tenemos una faceta lúdica, hedonista, que mira con sonrisa irónica el ego de talla clásica del escritor. Y quitar esquemas mentales es un saludable ejercicio. Abrazos con burger...
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