La Tramontana Emily Roberts La Isla de Siltolá, Narrativa Sevilla, 2016 |
CONTRA LA CORDURA
La trayectoria de Emily Robert
(Ávila, 1991), becaria de investigación
en el departamento de Filología Inglesa II de la Universidad Complutense
de Madrid, aglutina poesía, relato y novela, ondas expansivas de un afán
creador que personifica una incisiva búsqueda de análisis, un rastreo de las mutaciones al
paso de una realidad cambiante que afecta a cada identidad.
Tras la novela corta Lila, que vio la luz en 2011 en
Ediciones Oblicuas, aparece La Tramontana,
una ficción argumental que yuxtapone
tres voces narrativas. La de Eva busca sitio en una demorada huída interior.
Desde los primeros pasos de su matrimonio, la ilusión inicial se
quiebra. Fractura la calma de lo cotidiano ese incansable vendaval que
asola cristales y alienta un estar depresivo y maniático que solo encuentra
calma en la somnolencia de los fármacos y en un obsesivo afán de limpieza. Menorca, aquella isla que un día fue
una geografía hospitalaria para la convivencia, se ha ido oscureciendo hasta
ser un lugar de hastío y desencuentro, en el que van creciendo las hijas y las
manías, donde se van agotando las excusas para ser feliz o para
compartir. Ahora, la convivencia de pareja es un tallo reseco que busca en
el interior otra tierra firme, donde no sople el desmesurado aliento de la
tramontana. La isla desaparece en el álbum grisáceo de los malos recuerdos pero
sus efectos secundarios perduran como una enfermedad larvada. Un día afloran, mientras el cuerpo muestra su desgaste y abandona en un rincón del parque el
mínimo inventario de razones que permite el regreso a la cordura.
La segunda voz es la de Mónica,
la hija que poco a poco abandona la ingenuidad infantil y recorre sendas de un
aprendizaje sentimental que se ensancha cuando su madre cumple cincuenta años y
conoce a Nico en sus primeros meses universitarios. Mónica no sabe lo que
significa la enfermedad de su madre ni entiende cómo el cansado organismo de
Eva se ha contagiado. Tampoco entiende la forma de vivir de una familia que
solo comparte decepciones y silencios, que ha ido abandonando sueños en un
anunciado fracaso personal que asume
como propio la neurosis, esa secuela maldita de la isla que empañó los
días áureos de la niñez, cuando pudo encontrar la complicidad del padre,
siempre pendiente de su trabajo y de la bonanza económica familiar y siempre
dispuesto a buscar fuera de casa algún rescoldo sentimental. A duras penas, supo dibujar un mapa
de afectos con su hermana Sonia que, poco a poco, se fue alejando hasta casi
convertirse en una extraña, siempre ausente.
Por último, es Nico quien
personaliza el tercer enfoque narrativo, cuando lo social se ensancha y busca
manifestarse en un entorno histórico castigado por la desigualdad económica y
la falta de futuro de algunas utopías revolucionarias. El joven antisistema es
un líder estudiantil que, aunque procede del conformismo burgués, antepone
ideología y acción a los sentimientos, como si el orden de las
cosas exigiera conceder al intimismo un papel secundario. Nico se obstina en
crecer hacia fuera para exprimir cada circunstancia, para cambiar lo
previsible, incluso desde la violencia con tal de que su mensaje reivindicativo
prenda llama. Ese reto de su destino personal también lo convierte en un ser
vulnerable, incapaz de controlar emociones y sentimientos y en una conciencia
cuya apuesta por la libertad le obliga a afrontar las duras consecuencias.
Las tres voces de La Tramontana personifican una actitud de
resistencia frente a la piel cuarteada de lo real; se empeñan en rechazar un
entorno pasivo que aplasta la felicidad personal, como si condenara a la existencia a compartir mesa con la locura, mientras fuera
se escucha un ruido absurdo que no se desvanece, un viento frío que empuja hacia el
abismo.
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