Navajazo Julián Cañizares Mata Ediciones de la Isla de Siltolá Sevilla, 2017 |
NAVAJAZO
En la nota de contracubierta, el novelista Juan García Rodenas alude a
la condición natural de extrañamiento que tiene el balance creador de Julián
Cañizares Mata (Albacete, 1972). El poeta ha creado un espacio
verbal sin etiquetas. Suma títulos, tras casi dos décadas de
escritura, en un trabajo continuo que comienza en 1999 con el libro Travis poemas, integrado en la histórica
colección Provincia, aunque el conjunto Vavilonia fuera editado un año antes en las páginas de la revista Ayvelar.
La poesía de Julián Cañizares Mata busca un tono cercano en su
formulación; usa una dicción figurativa y alejada de los mecanismos retóricos para percibir lo cercano y su carácter
aleatorio e impreciso. Lo hace con versos narrativos, que resumen el paso de
una identidad que se busca a sí misma y tantea memoria e imaginación. Así comienza “Algo
es algo”: “En Albacete, cuando regalas una navaja / tienes que venderla por una
moneda”. De esa anécdota, tan inocua en apariencia, va sumergiendo con paso
leve la estela del poema, su callado enlace con un intimismo que aflora con una
percepción atenta a las conexiones entre sujeto y entorno.
Esa
recreación confesional no elude la ironía, como si el discurrir se poblara de
elementos minúsculos que adquieren una relevancia sentimental en su
recuperación. Así, los días de infancia se asocian al contexto visual de un
niño que consume su soledad frente al televisor y guarda en el recuerdo los
personajes de aquellas emisiones. El yo del pasado es un simple testigo de
“Barrio Sésamo” que preserva escenas emotivas hasta acercarse al ahora, como si
aquel patrimonio sensorial fuese el magma que ayuda a entender el presente.
El uso de un léxico cercano no significa pobreza en el poema; los versos
cobijan una lluvia de imágenes sorprendente y exploran las posibilidades de una
realidad ensanchada desde el lenguaje, como si el entorno no tuviese límites precisos
sino espacios habitables sometidos a una física conceptual con leyes propias:
“Un hombre acuchilló un cajero automático / y de él salió sangre y del hombre
dinero “. También se percibe de manera notoria el cúmulo de aportes
culturalistas para traspasar un tiempo
concreto y hacer de la propia definición de la poesía una geografía variable y
proteica, siempre propicia a la paradoja, que se va adaptando a los límites del
tiempo.
Todo el sentido orgánico del libro se sostiene sobre un objeto físico, la
navaja, cuyo significado simbólico funciona como un eje orbital sobre el que se
despliegan los argumentos del poema. El objeto, tan ligado al lugar originario
del yo biográfico, se convierte en un elemento contextual metafísico y
traspersonal. Ya no pertenece a una identidad individual sino que su estar
sintoniza con actos y acontecimientos externos en los que enriquecen
reflexiones y dan cauce a una notable tensión emocional. La navaja es pasado y
cicatriz, y es también el filo que abre la piel al desgarro: “Que la vida
corta, lo saben los árboles, los quijotes, / los osos que atacan a las
personas, / los que cortan la fruta en pedazos, y se cortan / sin querer. Que
la vida corta, lo saben los demás / además de uno mismo “.
Otro poemario a tener en cuenta. Gracias José Luis.
ResponderEliminarSaludos lluviosos.