El novio chino María Tena Premio Málaga de novela 2016 Planeta Libros Sevilla, 2017 |
ENCUENTROS
El anclaje narrativo de María Tena (Madrid, 1953) tiene una notable
solidez. Es autora de las ficciones Tenemos
que vernos, Todavía tú y La fragilidad de las panteras. Sus
novelas conforman estaciones pautadas de un itinerario que también engloba el
cuento y la prosa didáctica de los libros de texto. Esa labor creadora se
completa con la práctica docente, como profesora de escritura creativa, y con la
versión al castellano de la obra de Virginia Woolf.
La celebración en 2010 de la Exposición Universal en Shanghái (China) en
la que España participó con un vistoso pabellón temporal supuso el nombramiento
de María Tena, funcionaria del Ministerio de Cultura, como Comisaria General
del mismo. Esta responsabilidad motivó el traslado a la ciudad
china durante un año por motivos laborales. Por tanto, la semilla argumental de
El novio chino parte de una nítida
experiencia personal en ese entorno.
Con trazo lapidario, María Tena revela de inmediato la tormenta
existencial del protagonista principal, Bruno, quien a sus cincuenta años está
dispuesto a emprender un largo trayecto para huir del pasado. La voz
omnisciente clarifica: “Viaja solo, está arruinado y no es imbécil, pero no
piensa rendirse. El dry Martini le
inunda de optimismo”. También el joven Wen es un fugitivo del ayer, alguien que
busca un sitio donde ir para abrir amanecidas con otra identidad. Por eso
cambia de nombre al llegar a Shanghái. Se llamará John para dejar detrás un
mundo cerrado. En su pueblo natal el
discurrir del tiempo solo fluye supervivencia, una abrasiva lentitud que va
diluyendo cualquier esperanza.
La distancia es una estrategia para sentirse a salvo. El amor también. La soledad de ambos no tarda en romper el muro de las lenguas y las
asimetrías sociales para establecer una relación de complicidad y
atracción física que incorpora al presente una razón de ser. Las responsabilidades
de Bruno como parte del Equipo Directivo del Pabellón de España en la Expo
pasan a ser una actividad secundaria. La realidad ahora se mide por la
presencia de John con quien descubre que no todos los atardeceres son tristes.
La calidez del abrazo invita a la celebración; la relación amorosa abre
una ventana de ilusiones y miedos, de protección y empeño por no decepcionar al
otro. Pero las diferencias culturales están ahí. Oriente y Occidente son
ámbitos distintos y esas sensibilidades adquiridas durante años no pueden
cambiarse de inmediato. Solo la voluntad deja una luz encendida para cuando se
pueblen los andenes de soledad. eso mantiene viva la ilusión de un futuro común
cuando los pabellones de la exposición universal sean solo un lugar de demoliciones
y escombros.
Volver a casa es empezar de nuevo y hacer de la memoria un testigo
insomne, un espacio de conocimiento y búsqueda contra el tiempo. Una
lucha perdida pérdida de antemano, un espejismo, porque el encuentro no es sino
la certeza de que ambos están en otra edad y en otro tiempo. Otra vez la
tristeza tiende su mano: “El tiempo es un paisaje por el que han pasado lluvias
y siembras”.
Siempre dispuesta a entender el cauce narrativo como una propuesta
dialogal con el lector, ajena a hermetismos experimentales, María Tena nos deja
en El novio chino una puesta en
escena convertida en parte fundamental de la historia; Shanghái se suma al
deambular de dos protagonistas en primer plano que trazan sus circunvoluciones
en torno al amor. Así nace una novela bien construida, que propaga
verosimilitud en su relato y que deja en el lector una prosa intimista y
reflexiva, implicada en la textura de intereses que definen nuestro tiempo.
Completa e interesante reseña de la novela y el entorno y motivación de su autora al escribirla. Invita su lectura.
ResponderEliminarMuy completa la reseña que haces, José Luis, de la obra y lo bien que describes el entorno y circunstancias de la autora al escribirla. Aportas conocimiento y, a la vez, despiertas interés por ambas cosas. Felicidades !!!.
ResponderEliminarMaría Tena es una estupenda novelista, J Carlos; hace del avance narrativo un ejercicio de amenidad, una invitación a la lectura. Sus personajes son reales, están ahí, forman parte del tejido diario y exploran actitudes y sentimientos repletos de verosimilitud. El libro te encantará.
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