Río Mekong (Haikus) Verónica Aranda Ilustraciones de Manel Sánchez www.cartoneraisland.com, Colección 31 Cartonera Island Tenerife, 2018 |
TRÍPTICOS
Con
un intenso quehacer literario, que aglutina cauce lírico, coordinación y
gestión editorial, traducción y el norte de la colección de poesía Toda la
noche se oyeron…, centrada en Latinoamérica e impulsada por la Editorial Polibea,
Verónica Aranda (Madrid, 1982) ha cultivado el haiku en varias entregas y
vuelve a la estrofa en Río Mekong,
una edición artesanal de Cartonera Island ilustrada por Manes
Sánchez.
Siempre que retorno al quehacer poético de Verónica Aranda percibo una
intensa coherencia entre expresión verbal y paisaje. El sujeto reflexivo
observa el entorno, acumula los elementos que se dispersan entre sus
coordenadas y los interioriza para que se integren en el tacto profundo de la
subjetividad. Así amanece una claridad perceptiva en la que el exterior se
difumina en la lejanía para que implosionen sus efectos en una suerte de
contacto espiritual entre sujeto y hábitat. De esta perspectiva se nutren poemarios como Poeta en India, Alfama, Café Hafa y Otoño en Tanger, todos derivados de una
localización geográfica muy explícita.
Con ese enfoque del caminante en ruta se construyen los haikus de Rio Mekong, donde el esquema versal
japonés se hace único molde para abordar las experiencias nómadas del
protagonista lírico. Recordarán los lectores que el cauce fluvial asiático es
una arteria nacida en China que atraviesa Laos, Birmania y Tailandia para
adentrarse en su curso bajo por las llanuras aluviales de Camboya y Vietnam,
hasta desembocar en el Mar de China, formando un fértil delta cenagoso que
propicia el cultivo de arroz, sustrato alimenticio básico en todos los países.
La poeta alude de inmediato a la primera dimensión de esta poesía: la
contingencia del viaje que ponen en primer plano una geografía cognitiva: “Comienza
el año / navegando el Mekong / Nuevos propósitos”; el mínimo aviso pone en
marcha unos sentidos receptivos que vuelcan la memoria en el discurrir y se
disponen a un acercamiento a la otredad; recordemos que una de las
características del haiku clásico es el rechazo al yo como protagonista del
poema y la necesidad de velar sus emociones y pensamientos para convertirse en
un privilegiado testigo del ciclo estacional: “Bajo el calor / coletean las
carpas. / Río con flores”. La mirada focaliza sensaciones y mínimos sucesos que
se poetizan de inmediato: “Claro fugaz. / El pescador de ostras / contempla la
montaña” . El haiku anterior sirve también como inciso formal: el habitual
esquema silábico 5/ 7/ 5/ no se cumple y se incardina en el poema un verso
conclusivo de siete sílabas; de ahí que haya titulado la presente reseña con un
acierto expresivo de Rafael Cadenas, quien en sus haikus aformales utilizó el
término “Tríptico" para denominar un haiku que no se escribe al modo clásico y
varía la suma silábica. No es una torpeza formal sino una variante expresiva
que invita al lector a romper el monolitismo estrófico con otras combinatorias
versales: por ejemplo 7/5/7. Veamos un hermoso ejemplo: “Mercado de Saigón. /
Cortan despacio / Flores de calabaza”.
La
identidad poética más representativa de Verónica Aranda propicia un realismo
pensativo cuyas notas singulares se
aplican con textura artesanal a la piel expresiva del haiku: textos muy breves,
minimalistas, que con escasos materiales consiguen un sorprendente desarrollo
argumental y una fuerte solidez emotiva. De este modo, los destellos de la
memoria se transforman en un patrimonio sentimental preservado contra las erosiones
del olvido. Cuando el viaje concluye, prosigue ruta en el poema. ese refugio
abierto donde cabe cualquier itinerario.
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