Todo lo que verán tus ojos Juan Antonio Millón Trencatimons editors La Vall d`Uixó, Castellón, 2022 |
EN
COMPAÑÍA
Asevera
la propia experiencia que, en el intervalo digital, el blog se ha convertido en
eficiente cuaderno de campo. Constata un pausado deambular que focaliza
secuencias del taller literario. Así han ido amaneciendo en la bitácora “Sendas
y divagaciones”, junto a poemas
integrados en otros ámbitos, muchas de las composiciones del libro Todo lo que verán tus ojos del poeta, ensayista y traductor Juan Antonio
Millón (Sagunto, 1960). Una nota previa recuerda que la primera versión de
esta salida, tras el inicial Paisaje desde
el sueño (2008), se publicó en México con el título de Sendas que tracé, dentro del catálogo de Ediciones Inestables. La voz
poética de José Antonio Muñoz Rojas, sálmica y sentenciosa, advierte que “Sin
canto no hay silencio donde crecer”; y convierte en certeza el carácter
reflexivo del poema como rumor que enlaza el paisaje sentimental del pretérito
y los pasos inciertos del presente.
La palabra concilia sensibilidad y escritura en un marco temporal sosegado y confidencial que alienta una percepción reflexiva. Tras la amanecida despierta la voluntad escritural, retorna la necesidad de un fluir lírico que deje constancia de la vida al paso. Como si la palabra enlazara lo transitorio con lo más elemental, no hay ninguna pretensión solemne, solo la hermosa cadencia de un trayecto de afirmación vital, en cuyo espacio se van diluyendo rastros de ternura, la efímera prestancia de lo que se mueve.
El poeta reflexiona sobre la propia identidad a través del recuerdo. Desandar el tiempo es escuchar de nuevo la voz de la madre, dar vuelo a los sueños juveniles, y aprender la caligrafía borrosa de los sentimientos, su vanidad de vida y de belleza que poco a poco se va transformando en niebla fría, en páginas de una memoria frágil a la intemperie: “La vida pasa, como la flor del jazmín”.
Aunque el formato general del libro es el poema breve en verso libre, Juan Antonio Millón deja otras formas expresivas como el haiku, estrofa que da pie a un abanico de composiciones integrado en “haikus de la alcancía”. El reloj gotea instantes y desde su fugacidad y vuelo etéreo nacen las ramas que exploran el intangible rastro de su paso. El poeta refuerza el núcleo semántico de cada haiku mediante un título fuerte que deja en su cavidad el tema básico de cada estrofa: alcancía, melancolía, zánganos, verano, pájaros… son sustantivos que enlazan sensaciones y gestos del sujeto, una nítida crepitación de lo que aflora en la amanecida.
El escritor cierra la entrega con el apartado “Poesía viajera”, que convierte al desplazamiento en senda cognitiva y confidencial. El sujeto expande su estar nómada entre la luz cambiante de una geografía mudable, donde las cosas se diluyen para ser meros rastros en la memoria, empeñados en buscar sentido. Desde esta mirada sensitiva, van llegando las vibrantes notas de los recorridos y el empeño del yo en establecer sus propios itinerarios interiores: “Escrutar para entrever, / en este matojo de callejuelas / de las tenerías del alma, / como en un remolino de agua /el ser.”
La realidad poética de Todo lo que verán tus ojos muestra los signos desvelados del yo y su conciencia de lo temporal. Los pasos del ahora arrastran consigo evocaciones y recuerdos, itinerarios y retornos que testimonian un entorno cambiante, donde el yo reafirma su logos reflexivo, sus afectos, su empeño en hacer de la palabra una sencilla confesión. Las horas en calma postulan una condición de ser testigo que exige abrir los ojos y cobijar en ellos unos hilos de luz.
La palabra concilia sensibilidad y escritura en un marco temporal sosegado y confidencial que alienta una percepción reflexiva. Tras la amanecida despierta la voluntad escritural, retorna la necesidad de un fluir lírico que deje constancia de la vida al paso. Como si la palabra enlazara lo transitorio con lo más elemental, no hay ninguna pretensión solemne, solo la hermosa cadencia de un trayecto de afirmación vital, en cuyo espacio se van diluyendo rastros de ternura, la efímera prestancia de lo que se mueve.
El poeta reflexiona sobre la propia identidad a través del recuerdo. Desandar el tiempo es escuchar de nuevo la voz de la madre, dar vuelo a los sueños juveniles, y aprender la caligrafía borrosa de los sentimientos, su vanidad de vida y de belleza que poco a poco se va transformando en niebla fría, en páginas de una memoria frágil a la intemperie: “La vida pasa, como la flor del jazmín”.
Aunque el formato general del libro es el poema breve en verso libre, Juan Antonio Millón deja otras formas expresivas como el haiku, estrofa que da pie a un abanico de composiciones integrado en “haikus de la alcancía”. El reloj gotea instantes y desde su fugacidad y vuelo etéreo nacen las ramas que exploran el intangible rastro de su paso. El poeta refuerza el núcleo semántico de cada haiku mediante un título fuerte que deja en su cavidad el tema básico de cada estrofa: alcancía, melancolía, zánganos, verano, pájaros… son sustantivos que enlazan sensaciones y gestos del sujeto, una nítida crepitación de lo que aflora en la amanecida.
El escritor cierra la entrega con el apartado “Poesía viajera”, que convierte al desplazamiento en senda cognitiva y confidencial. El sujeto expande su estar nómada entre la luz cambiante de una geografía mudable, donde las cosas se diluyen para ser meros rastros en la memoria, empeñados en buscar sentido. Desde esta mirada sensitiva, van llegando las vibrantes notas de los recorridos y el empeño del yo en establecer sus propios itinerarios interiores: “Escrutar para entrever, / en este matojo de callejuelas / de las tenerías del alma, / como en un remolino de agua /el ser.”
La realidad poética de Todo lo que verán tus ojos muestra los signos desvelados del yo y su conciencia de lo temporal. Los pasos del ahora arrastran consigo evocaciones y recuerdos, itinerarios y retornos que testimonian un entorno cambiante, donde el yo reafirma su logos reflexivo, sus afectos, su empeño en hacer de la palabra una sencilla confesión. Las horas en calma postulan una condición de ser testigo que exige abrir los ojos y cobijar en ellos unos hilos de luz.
JOSÉ LUIS MORANTE
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