Flores en el Ganges Pilar Aranda Dibujos de Susana Benet e Hilario Barrero CUADERNO DE HUMO TREINTA Y SIETE Brooklyin, NY, USA, 2022 |
EL RÍO QUE NOS LLEVA
El
espacio creativo de Pilar Aranda, maestra de Primaria, y Licenciada en
Derecho, mantiene en su despliegue un nítido talante humanista, ligado a las
inquietudes existenciales y a la sensibilidad evocadora de la memoria. Su producción
ensaya varios registros expresivos, desde la poesía, de la
compilación lírica Las uvas amarillas (2016), al relato ilustrado, presente en ¿Y yo dónde canto?), y acogido en el catálogo de la Editorial Lastura, en 2019, junto al aforismo poético
de Entrevelas, una publicación
miscelánea que, tras el simbólico epígrafe que relaciona mar y tiempo, se edita
en el cierre de 2020.
La nueva entrega Flores en el
Ganges articula una colección de sesenta aforismos, “sesenta flores que
huelen a muerte y sesenta lumbres que abrasan nuestro corazón” Define un bosque de textos con la
mirada de la introspección y el viaje interior. La realidad está ahí, prosaica,
materialista y sensorial; pero tras su apariencia se ocultan vetas de
espiritualidad y transcendencia que nos recuerdan la finitud del camino por
andar y la necesidad de ubicar la libertad de acción del sujeto en un tránsito de reflexión
y conocimiento, como enuncian los signos reflexivos de “Ofrenda”: “Pienso en el
Ganges, en las barcas al amanecer: son como madres llevando flores y velas para
orar por sus hijos. Antes de que entre el alba, en la orilla, junto al humo
sobrado de la noche, los elegidos se purifican, se sumergen y hacen ofrendas.
Luego, mientras pasa el amanecer, el silencio está clavado en los ojos del
Ganges.”. La conciencia camina descalza, se despoja de la contingencia para
acercarse, desde la contemplación y la concentración ensimismada, a ese fuego
interior que marca la raíz del existir. La búsqueda del sentido vital descubre
pronto que somos lumbre viva, abocados sin más a la ceniza. Somos flores
marchitas mecidas por la corriente, que beben del agua del olvido. Borran que un día fueron esperanzas, sueños, emociones o afectos.
Los estados anímicos del hablante verbal dan pie a una estela argumental
muy prolífica; los pensamientos practican un agitado nomadismo. Los itinerarios
al paso hablan del odio, el amor o los recuerdos, como vértices temáticos que
alumbran una indagación inacabable, casi convertida en semillero del decir
lacónico. Vivir es un espejo, donde el hablante verbal deposita los hilos
sueltos de su ética personal: “Cuando el odio se desplaza hacia la
indiferencia, se le allana el camino al olvido”, “No hay engaño, solo misterio
en los suspiros de las palabras”. Las circunvoluciones del decir breve no
enuncian dogmas, solo viajes pensativos de ida y vuelta que, de cuando en
cuando, se contradicen o exploran rincones aparentemente en disonancia. El ahora
adopta una imaginería heterogénea; lo vivido se convierte en un continuo
encuentro con más preguntas, pero también en una geografía habitable para
forjar de nuevo ilusiones y sueños. Las palabras asientan un territorio donde los lugares de la memoria dejan la certeza
incontestable de un fluir en el tiempo que permite reconciliarse con el pasado
y sumar pasos en los caminos de la razón. Así nacen excelentes aforismos que
huelen a sabiduría y espera: “La auténtica humildad nace sola, sin que el
humilde lo sepa”; “Exigir de más al porvenir es ofrecer ventaja al desengaño”,
“La flor no escoge el jardín ni el color de sus pétalos. Tampoco el ser humano
la fuente de su dolor o su alegría”, “Sueña la monotonía con levantarse en un día
equivocado”.
Río sagrado y centro de la vida espiritual del hinduismo, el Ganges es
un ritual de purificación, expiación de culpas y liberación del ciclo de la
vida y la muerte. Así convoca una incontinente multitud de peregrinos que
preserva en su identidad colectiva la fuerza simbólica del fluir. Una pulsión que también
está presente en los textos hiperbreves de Pilar Aranda. La escritora madrileña
deja en la brevedad de Flores en el
Ganges las sensaciones del agua. Las palabras buscan en ese
caminar del tiempo un poco de permanencia, como si fuera posible despojarse de adherencias circunstanciales y oír a solas la voz del silencio. Los aforismos son flores secas, mecidas por la corriente del pensamiento, a la intemperie, mientras la soledad se hace palabra.
JOSÉ LUIS MORANTE
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