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martes, 18 de mayo de 2021

ALBRECHT HAUSHOFER. SONETOS DE LA CÁRCEL DE MOABIT

Sonetos de la cárcel de Moabit
Albrecht Haushofer
Versión española de Jesús Munárriz
Ediciones Hiperión / Poesía/ Ed. bilingüe
Madrid, 2021
 

PERDURAR EN LOS OTROS

 

   En el extenso recorrido creador del poeta y editor Jesús Munárriz, que define su amanecida a principios de los años setenta en pleno auge de la generación del lenguaje, la traducción ocupa un espacio referencial. Las principales líneas de sus versiones acercan al castellano la obra de autores alemanes de la preceptiva clásica, con amplio magisterio en la modernidad, como Goethe, Hölderlin, Heine, Brecht y Celan. No obstante, no pasan desapercibidas en sus acercamientos las hondas expansivas de otras áreas lingüísticas como el italiano, el inglés, el catalán, el gallego y el portugués.
   Ahora vuelca en Sonetos de la cárcel de Moabit el legado poético de Albrecht Haushofer (Múnich, 1902) de quien recuperamos algunos sustratos biográficos. Están fuertemente conexionados con esta autobiografía que, en palabras de Karl Jaspers conforma “el mayor testimonio poético que ha dejado la resistencia alemana”. Graduado en Geografía e Historia, fue secretario y activo colaborador de La Sociedad Geográfica. Como dramaturgo escribió algunas obras teatrales con una perspectiva crítica hacia el régimen autoritario alemán. Hijo de un general de la Armada y de abuelo materno judío, se vinculó a grupos antinazis y perteneció al movimiento de resistencia interior ante el nacionalsolialismo. Tras el fallido atentado del 20 de julio contra A. Hitler, fue detenido y confinado en la prisión berlinesa de Moabit, centro penitenciario de la Gestapo para presos políticos, donde escribió los sonetos. El 23 de abril de 1945, fecha paradójica que ahora conmemora el día del libro, fue fusilado. Apenas quedaban unas semanas para la rendición incondicional de Alemania y el final de la guerra el 7 de mayo de 1945.
   La edición bilingüe integra un liminar clarificador de Jesús Munárriz quien contextualiza el tiempo histórico en el que gestó la voz de Albrecht Haushofer, junto a los indicios más clarificadores del ideario personal y las inquietudes cívicas. Evidencia también la fuerza argumental de las composiciones, cuya trama se nutre de un yo plural que fusiona contingencia y pensamiento, que hace del lenguaje un sustrato instrumental para constatar la sensibilidad y el compromiso. Por ello “Frente a un mundo en descomposición, en el que se destruían y desaparecían todos los valores, escogió para su obra poética la forma clásica por excelencia, el soneto, que con su firme estructura y su obligada concentración le forzaba a una densidad que retuviera lo fundamental, a prescindir de cuanto no fuera esencial exponer ante una muerte inminente”.
   Con tan atinada síntesis, la lectura impone al yo una crónica especular; la imagen del poeta focaliza en primer plano un entorno sometido al sufrimiento. Desde el primer texto, “Encadenado” oímos una lucidez solidaria; el testigo directo clarifica la falta de libertad, el dolor y la certeza de conformar un estrato común, hecho de espera e intemperie. La privación germina en la hendidura del verso; busca oír el oculto mensaje del destino cuando despunta el día, más allá del angustioso proceso de lo transitorio: “La esperanza, el deseo, la fe que otros conservan / se ha extinguido en mí. Juego de sombras / me parece la vida, sin sentido ni meta”. El devenir de la historia difunde miradores sobre la miseria de la vida en la cárcel. La solitaria voz coral que enmarcan los poemas nunca está exenta de piedad; incluso los servidores del régimen totalitario son cantos rodados que empuja el destino y serán también un día restos dispersos de la destrucción. La guerra no perdona a nadie y el laberinto urbano de las ciudades se convertirá en un rimero extraño de hierros y cascotes.
  La fuerte implicación de la realidad biográfica en la materia poética eleva el vuelo hacia lo transcendente; hay sitio para la evocación de familia y amigos, para asumir la culpa por no haber luchado antes contra el desastre total que se vislumbraba como final de aquellos días, pero también para la actitud religiosa de la fe y para el pensamiento de magisterios éticos, desligados de la tierra invernal del resentimiento. El carácter temporalista del encierro necesita las vestimentas de una sensibilidad cultivada en el arte que nunca se doblega. Sueño y claridad, que sirven de catarsis a la espera y la perseverante inquietud del final: “Un Kant, un Bach, un Goethe seguirán mucho tiempo / hablando con el pueblo y el país destruidos, / aunque la multitud no entienda su sentido. / Los grandes muertos nunca precisan doblegarse / ante insania y oprobio. Su espíritu perdura / mientras desde él se exhale el aliento de Dios.”. 
  Jesús Munárriz añade al conjunto de sonetos unas breves notas enunciativas que refuerzan el conocimiento de estratos culturales y de las circunstancias de escritura. Así se completa una poética personal sin quiebras semánticas, en la que resaltan la elegancia socrática de la expresión y la intachable serenidad ética de Albrecht Haushofer. En la abrumadora estación final, cuando todo alrededor se desmorona, el poeta vuelve los ojos hacia sí mismo para asentarse en la tierra firme de la coherencia, para esperar con naturalidad y sencillez ese indeciso epílogo de la puesta de sol definitiva.

JOSÉ LUIS MORANTE




martes, 23 de julio de 2019

JESÚS MUNÁRRIZ. ESCARAMUJOS

Escaramujos
Jesús Munárriz
Editorial Pre-Textos
Colección La Cruz del Sur
Valencia, 2019

SABOR DE INFANCIA



   En la antología Materia del asombro, seleccionada por Francisco Javier Irazoki, se vislumbra el largo itinerario lírico de Jesús Munarriz, entre 1970 y 2015, a través de una selección representativa de setenta y cinco poemas. El cardinal servía de homenaje afectivo para conmemorar el septuagésimo quinto cumpleaños del poeta, traductor y editor. La muestra integra un liminar sobre la voz poética de Munárriz con este párrafo clarificador: “En ella está la voz del hombre que cuida su idioma, la del coleccionista de preguntas, la de un ser enamorado, la del artista con inquietudes cívicas, la del que acompaña a un guía…”. Evidencia que los argumentos se nutren de un yo plural que fusiona contingencia y pensamiento, que hace del lenguaje un sustrato instrumental para constatar la sensibilidad y el compromiso del sujeto.
  La preceptiva clásica japonesa del haiku impone al yo una veladura especular; la imagen del poeta se borra para focalizar en primer plano un entorno natural, sometido al renovado proceso de lo transitorio. El devenir contemporáneo difunde nuevas perspectivas líricas y es frecuente encontrar haikus en los que se asoma esa solitaria voz coral que enmarca en tres versos sus visiones sobre el entrelazado que conforman entorno y sujeto receptor. Asú sucede en los libros de haikus que Jesús Munárriz ha ido escribiendo hasta la fecha, Jaikus aquí (2005) y Capitalinos (2018), a los que ahora se añade Escaramujos (2019), una obra cuyo título recupera el sabor de infancia y enaltece la cercanía a la naturaleza,  aquel deambular entre zarzas, moras y rosales silvestres
   Si en Capitalinos el laberinto urbano se convertía en lugar del poema, en Escaramujos el paseante retorna al hábitat campestre y a los espacios de sosiego y soledad rural: “Llueve en el pueblo, / En lo alto de la sierra / cuaja la nieve”, “Pican los tordos / entre la nieve blanca / escaramujos”, “En un sembrado / un bando de avefrías; /  recobran fuerzas”. Se tantea el sentir más clásico de la estrofa, ese minimalismo formal que convierte cada detalle del paisaje en materia poética. También resuena el carácter temporalista del haiku y la palabra de estación que convierte a cada etapa anual en apartado organizativo; los haikus de invierno, primavera, verano y otoño revitalizan las vestimentas temporales de las cosas y su actitud de espera y goce sensorial.
  El trébol verbal es introvertido. Le gusta el rumor leve de la confidencia que convierte la sensación en una estela mínima: “Entro en el monte. / Me saluda la jara / con su perfume”, “Se arremolinan / las semillas del chopo / como algodones”, “Le hace cosquillas / al álamo temblón / la leve brisa”, “ Mota de polvo / en un rayo de sol. / Así me siento”. Crea sinestesias donde se abrazan sensaciones sensitivas y sentimientos. La realidad se convierte en un espacio interior en concordancia con la forma de sentir y pensar del figurante lírico. Frente a los sentidos se alza una multiforme pared de colores y formas; sus estímulos se transforman en experiencia estética: “Tiñen de malva / las laderas del monte / los tomillares.”, “Entre la niebla / en que se hunde el camino / suena una esquila”, “Escaramujos / incendiando las zarzas / en el crepúsculo”.
     Jesús Munárriz ha comentado en algunas entrevistas que la difusión y edición de poesía japonesa le ha llevado al cultivo del haiku. El lector recordará que la editorial Hiperión ha creado un poblado catálogo de traducciones de poetas esenciales del canon. Y en Escaramujos hay guiños evidentes a los magisterios de Bashô, Santoka, Sokan; para no extenderme solo constato un ejemplo que muestra la calidez gozosa del homenaje: “Salta la rana. / Resuena el viejo estanque / como hace siglos”.
    Kigo es la palabra estacional que aparece en el tríptico y conforma un concepto esencial en la mentalidad japonesa. Jesús Munárriz titula “Sin Kigo” la última sección, como si formulara una poética personal sobre la estrofa; pero no hay ninguna quiebra semántica. Cada uno de los textos, con o sin palabra estacional, difunde la belleza de lo mínimo: “Vuelve y se duerme / el mochuelo en su olivo / de amanecida”, “Primeras luces, / silban los mirlos, silban / asoma el gato”, “Sobre la hierba, / las plumas del gorrión / y, cerca, el gato”.
   En la poblada trayectoria del poeta editor el haiku ha encontrado tierra firme; es una sugerente manifestación de verdad y belleza que, en su minimalismo formal, esencializa una percepción del mundo. Son cálidos destellos que nos muestran, con cercanía afectiva las heterogéneas aristas de la realidad.  Escaramujos es un libro excelente; parte del conocimiento profundo de la tradición oriental para incardinar ese saber, con naturalidad y sencillez, en un entorno complejo y consistente, pleno de vida, proclive a la emoción de quien contempla.




lunes, 22 de julio de 2019

CONSTRUCCIÓN DEL YO (Aforismos)

El yo fantasma
Imagen
 de
Pinterest


CONSTRUCCIÓN DEL YO

Los demás caeríamos como moscas
con los primeros fríos

JESÚS MUNÁRRIZ

Cuánto ridículo abarca la vista aérea del yo.

Habla de sí mismo con solvencia insólita, como si conociese la estructura nómada de las corrientes marinas, la temperatura interior de un volcán activo o la disolución exacta de la niebla.

Con la edad, el yo es un edificio de renta antigua; hay grietas visibles y parte de su estructura se ha venido abajo.

Publicidad monolítica; nunca cesa de anunciarse a sí mismo.

Inesperada aparición del otro. Suponía que era el único habitante de la galaxia, una identidad anfibia de Adán y Eva.

Silencio: estacionamiento subterráneo del yo.

(Aforismos de estío)