Para los que iniciaban quehaceres literarios a mediados de los años 80, la promoción anterior, aglutinada en torno a la antología de Josep María Castellet, se definía con apelativos de eficiente precisión: novísimos, venecianos, esteticistas. Sería un libro, La caja de plata, editado en 1984 por Abelardo Linares en Renacimiento, el que redefine el perfil literario de Luis Alberto de Cuenca, cualificado representante de la Generación del lenguaje en su nómina madrileña, también antologada al inicio de los setenta por Antonio Prieto.
Aquel libro, escrito entre 1979 y 1983, se abría con una emotiva dedicatoria y contenía treinta y seis poemas con un envidiable instinto de conservación para perdurar en el tiempo. Se recordaban con facilidad por su nitidez formal y ritmo clásico, sintonizaban con un sentir mayoritario, creaban ecos y seducían a numerosos epígonos porque prestaban coordenadas para abrir rutas.
Ateniéndome a un parcial encabalgamiento cronológico, unos años después conocí al poeta en el contexto de una revista, Luna Llena que amanecía en Rivas y fue la excusa para un almuerzo memorable al que asistieron, entre otros, Luis Alberto de Cuenca, Julio Martínez Mesanza y Luis Felipe Comendador. Después vino una larga entrevista para El Correo de Andalucía y la consolidación de una amistad que dura más de dos décadas y que fue prodigando horas comunes en su biblioteca del barrio de Salamanca, jornadas de poesía en las mañanas lectivas de mi instituto, lecturas públicas en Rivas… Encuentros sin virajes, caracterizados por la actitud emotiva, por hacer evidentes las líneas de conexión entre literatura y vida, y por creer en la cultura como un espacio de convivencia en que caben afinidades y divergencias.
Lleno de energía creativa, el poeta continúa escribiendo, ha compilado entregas y con serenidad preceptiva nos entrega mundos y días de su impulso creador renovando en cada uno de nosotros esa cita pactada con la lectura.
Querido Luis Alberto, cualquier homenaje es transitorio, también este que con tanto acierto ha preparado la editorial Neverland y el trabajo cordial de Javier Vázquez Losada. Tu poesía no; construye realidad, forma parte de nuestros argumentos contra el tiempo para ahuyentar la soledad y la melancolía.
(Leído en el Homenaje a Luis Alberto de Cuenca en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el 4 de febrero de 2011)
Un texto magnífico, y un emotivo semblante de un poeta de raza, de esos que no abundan en el Parnaso.
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