Carlos Iglesias Díez
Deva, Gijón, 2012
Con terco sosiego, la colección
Deva, promovida por el Ateneo Obrero de Gijón, dirigida por el profesor, poeta y
ensayista José Bolado –último Premio de la Crítica en el
Principado de Asturias-, incluye en su catálogo la carta auroral de Carlos
Iglesias Díez.
Arropan esta entrega dos
referentes amicales, Fernando Beltrán, que firma la solapa de inicio con un
breve impresionista, y Rodrigo Olay, autor de un epílogo cernudiano sobre las
contingencias de esta salida. El niño de
arena fecha sus poemas entre 2003 y
2011, y articula su evolución en tres apartados, “Los restos de la noche”,
“Briznas” y “Puntos suspensivos”.
Los versos optan, desde el inicio,
por un formato breve, narrativo, con asuntos que entremezclan evocación y
sugerencia, sin que halla un hilo argumental predominante ni una única
perspectiva. El sujeto poético fluctúa entre la voz distanciada de la
tercera persona y el uso de un tú dialogal que requiere un interlocutor
cercano. En el primer conjunto poemático, “Los restos de la noche” los versos confían su eficacia en novedosas
imágenes, que generan en la lectura un asombro cómplice: “Quise hundir las
manos/ en tu vestido negro/ y, al final,/ el tiempo/ me las cubrió de escamas.” El segundo apartado, abierto con
una amplia cita del poeta Luis García Montero, se unifica desde el punto de
vista formal por un mayor despojamiento, incluso en los títulos de poemas, que
son siempre sustantivos con amplia carga semántica. Así lo percibimos en “Memoria”: “Los recuerdos, / observándome, / desde el ojo muerto / de un
pez.” Los versos componen quietas instantáneas que resumen una secuencia
vital, con una cercanía a la esencial filosofía del haiku.
Resalta el papel que Carlos
Iglesias Díez concede a la música de cantautor, tan definida por su empeño en
unificar melodía sonora y contenido sociológico en las letras. Si Leonard Cohen
firma el pórtico del poemario, en la primera parte se incluye un homenaje al
desaparecido Antonio Vega, que puso voz a un tema generacional, “La chica de
ayer”; el fondo sonoro persiste en otros poemas como “Chocolate” y “Futuro”.
En el tramo de cierre, cuyo
título, “Puntos suspensivos” nos deja la idea de un final abierto, de una
futura senda que habrá de sumar nuevos pasos, se focaliza más el entorno,
aunque siempre descrito de manera indirecta a través de un diálogo con los
sentimientos en una contextura temporalista.
El niño de arena es el umbral, preciso y acertado,
a un territorio creativo en el que se nos da cuenta de las
consideraciones de un yo que deja en palabras las interrogaciones de los
días, esas filigranas que marcan la caligrafía de los sentimientos
Lo que siempre te digo, José Luis: gracias por tu generosidad para con todos. Con los que empiezan y con los que, a pesar de tantas cosas, vamos sosteniéndonos. Un beso fuerte.
ResponderEliminarHerme, siento la colección Deva como un espacio propio; fue José Bolado quien editó mi tercer libro y confió en mi literatura en un momento clave; ahora es más fácil publicar para todos; entonces era un asunto complejo así que mi gratitud prosigue intacta.
EliminarY me alegra mucho que se renueve con savia joven como Carlos Iglesias Díez, que viene avalado por Fernando Beltrán y Rodrigo Olay; no son malas coordenadas para iniciar camino.
Un abrazo cordial.