Memoria de mis putas tristes Gabriel García Márquez Mondadori, Barcelona, 2004 |
RESISTIR
AL TIEMPO
Tras diez años de silencio –atemperados por la aparición de Cómo se cuenta un cuento, un libro
didáctico sobre las posibilidades narrativas del guión cinematográfico, y Vivir para contarla, su literatura
autobiográfica- aparca en los escaparates Memoria
de mis putas tristes con una tirada inicial de un millón de ejemplares para
la geografía hispanohablante y con el anticipo de ediciones piratas en su país natal
que han propiciado la teoría de algunos reajustes en prosa de última hora.
La nueva obra apenas sobrepasa el centenar de páginas y se ciñe a un montaje sencillo. Revela la
historia personal de un hombre que da salida al deseo para celebrar su
noventa cumpleaños. Contrata a una joven prostituta. Pero el episodio erótico
es sustituido por una evocación memorística de lo vivido. Más que una colección
de peripecias amorosas se recrea la aprehensión del marco externo a partir de
los sentidos y el arduo aprendizaje de lo sentimental.
La platónica relación con la
adolescente se inspira en La casa de las
bellas durmientes, de Yasunari Kawabata (1899-1972), cuyo magisterio ya
utilizó en 1982 para el cuento “El avión
de la bella durmiente”.
Este relato dilatado, referido con voz crepuscular, entrelaza visiones del
pasado con una sensibilidad fruto de la no aceptación del destino y
de una rebelión interior: el anciano no se repliega en las grietas de la edad
sino que difunde la devoción que le inspira la famélica prostituta cuyo sosiego
parece adquirir un significado simbólico.
La introspección es una forma de resistencia;
un desafío que enarbola una cronología en presente, un estar que nos
fortalece y anula los síntomas de deterioro, como si un inesperado alter ego
habitara en nosotros y conservara los signos de lo vivido.
La transparente prosa de Gabriel García Márquez sobrepasa, con mucho, la
mera función informativa y la capacidad del mensaje; es un instrumento de
indagación y desvelamiento de una identidad que promueve lo sensorial y
descubre estímulos cromáticos. Abraza con fuerza la sensibilidad del lector: la
realidad trascendida se convierte en un centro irreal que disloca el tiempo y
el espacio. La fabulación muestra pretensiones fantásticas y acoge el humorismo,
la desmesura y lo imprevisible.
Se ha escrito que la literatura del colombiano es omnívora y deglute
cualquier nimio rastro en su testimonio de lo existencial. El lenguaje cifrado
de los sueños y la óptica de lo cotidiano se confunden y adquieren el mismo
peso. Ese es el carácter mágico de su realismo, capaz de vencer despedidas y ausencias, hecho para permanecer inalterable y vivo.
Jose Luis, hace bien poco leí esta novela corta, al principio estuve reticente ha leerla pues no me enganchó en la primera pagina, pero te diré que me encantó leerla, me pasó igual en la Sonrisa Etrusca, cuando terminas de leerla quieres más. Ahora estoy leyendo -acabo de empezar- el Amor en tiempos del Cólera, la tenía en casa pero no la he leído según Gabo es su mejor novela y no quiero perdérmela. Un fuerte abrazo y qué bien nos descubres los libros, sólo por tu presentación merece la pena leerlos.
ResponderEliminarHola Paco, la muerte del escritor ha colcado su literatura en todas las portadas del mundo; es un buen motivo para acercarse otra vez a un universo literario singular y lleno de encanto. Los libros desdicen la muerte del escritor; su palabra sigue plena y llena de sugerencias. Feliz domingo.
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