Pólvora en el sueño (Antología) Miguel Ángel Velasco Edición, selección y prólogo de Alfredo Rodríguez Chamán ante el fuego Albacete, 2017 |
EXTRAVÍOS
El autor de Hierofanías,
Alfredo Rodríguez, editor y prologuista de la antología Pólvora en el sueño, titula su introducción “La vida extrema de
Miguel Ángel Velasco”. Es un subrayado sobre la coincidencia mimética entre el
recorrido biográfico y la esencia verbal de Miguel Ángel Velasco (Palma de
Mallorca, 1963-2010). El poeta falleció repentinamente a los 47 años de edad;
su despedida rubricaba la intensidad de vuelo de un trayecto que dio su primer
paso en plena juventud. Solo contaba dieciséis años cuando sus poemas
aurorales, acogidos bajo el rótulo Sobre
el silencio y otros llantos, fueron
finalistas del Premio Adonais. Dos años después consigue el galardón con Las berlinas del sueño, en una etapa en
la que el premio convocado por Rialp
recobra prestigio fundacional al abrir paso a nombres esenciales del paisaje
lírico como Luis García Montero y Blanca Andreu.
En el pulso del verso de Miguel Ángel Velasco es marca constante la
inquietud estética, el extravío. La poesía se hace razón y destino singular;
traduce el rumor de la conciencia, o se hace síntoma y espejo de la
subjetividad del yo. Muestra una racionalidad alucinatoria y un nítido
componente musical a partir de una sintaxis alejada del coloquialismo realista
al uso.
Por
consejo de Vicente Gallego, antólogo del poeta en La mirada sin dueño y amigo personal durante años, la muestra elude
los tres títulos iniciales por considerarlos frutos de una etapa formativa, y
se centra en la última producción. De ella, el criterio personal selecciona las
composiciones que más impacto causaron en su lectura por percibir en sus versos
“el fundamento mismo del existir humano”. Aquí se hace verdad la idea de que el
arte es la única justificación de la cronología vital.
De este modo, la floración lírica de Miguel Ángel Velasco comienza aquí
con El sermón del fresno. Es un
poemario compuesto por varios soliloquios en los que el sujeto verbal –ya sea
éste un árbol ensimismado o Lucrecio, que medita su ocaso- expone vislumbres
con una expresión culta. Esa reflexión interior hace de la soledad un estado carencial definitorio expresado con precisa cadencia. El verso
musical y clasicista y el cultivo de imágenes remiten a la tradición
grecolatina y al legado renacentista hispánico.
En esta senda continúa El dibujo
de la savia, más elegíaco y bucólico, en el que se puede percibir el
reflejo de la naturaleza, pero también sus experiencias alucinatorias a partir
de sustancias químicas que buscan fragmentar la percepción rutinaria desde la
intensidad y el asombro.
La presencia de la muerte es núcleo argumental de La vida desatada. No es un tema abstracto sino una contingencia
vital muy cercana que alumbra el dolor por el fallecimiento de su progenitor.
En el vuelo versal surge así un tono elegíaco que profundiza en los
secuenciados estratos de la realidad.
El paréntesis de consolidación literaria aglutina los títulos La miel salvaje, que logra en 2003 el
Premio Loewe. Fuego de rueda, ganador
del Premio Fray Luis de León y el ya citado paisaje abierto de la mirada sin dueño, con texto liminar
de Vicente Gallego. La cosecha poética aglutina magisterios dispares como
Francisco Brines, Agustín García Calvo o los presocráticos, para dar luz a una
mirada metafísica que deambula en espirales entre el dolor y la belleza.
Los
versos de Ánima de cañón fueron
publicados pocos meses antes de morir. Cierran camino a una realidad construida
desde el pulso sin temblor de una economía expresiva artesanal, solvente en el
entramado de su imaginería.
Singulariza este volumen, frente al diseño habitual que engloba prólogo
y selección poemática, la compilación de cuatro textos en prosa y de tres
entrevistas personales. Las entrevistas añaden a la cosecha verbal las razones
de vida del poeta. Sus respuestas interaccionan devenir existencial y taller
literario. En la primera, además, se hace perceptible la exploración en las
líneas de sombra de la experiencia química y el incipiente papel en la
inspiración poética.
Miguel Ángel Velasco es un poeta a contracorriente. Caracteriza cada
libro por una escritura destilada, que se decanta por una dicción de impacto,
con referentes originales, y por un avance en el que se prima el poema autónomo
frente al libro orgánico. Surge así una topografía insular, anclada en la
belleza, hecha reveladora plenitud, que hace de la lectura un remanso feraz.
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