Pulsaciones José Luis Morante Prólogo de Rosario Troncoso Takara Editorial, Sevilla, 2017 |
Pulsaciones, de José Luis Morante.
Reencontrarse cara a cara con un
viejo amigo después de muchos años, volver a leer su poesía equivalente a
aquella que ya aprecié con sinceridad, no es caminar hacia atrás en búsqueda de
desatar nostalgias, sino citarse con el afecto y el reconocimiento. El tiempo
ha pasado y, durante él, los dos hemos acumulado reseñas, poemarios, disgustos,
fabulaciones y querencias, es decir, la vida que pasa y, a la vez, deja paso.
En el caso de José Luis Morante, también nos ha regalado una recopilación de
textos líricos de plasmación coherente en el desarrollo de sus ejes
conceptuales, de sus motivos. Él mismo los resume en: temporalidad,
cotidianidad de lo relacional, búsqueda de la identidad y pérdidas. […]
En esta obra, la identidad, que es
central, navega por la emoción y a la inversa, ambas son compañeras de la
expresión de un sujeto que pluraliza su yo para intentar comprender las
variantes de lo que somos y de cómo nos percibimos. Experiencia de multiplicidad
que sorprende y explicita el camino personal. Y es que nuestra percepción
cambia según el espejo, los ojos, la esperanza o la tristeza que nos refleja el
mundo, ello ante el hecho rotundo de que antes de nacer no somos, luego vamos
siendo y desiendo para al final dejar de existir. Mucho de esto se manifiesta
en “Heterónomos” donde se juntan “el yo que piensa y otro, el que parezco”.
Este extrañamiento, como señala Rosario Troncoso, aparece a su vez especialmente
en “Encuentro” y “Funcionario poeta”, pero va dejando rastros por la mayoría de
sus otras composiciones, así en “Los buenos tiempos” o “En ciudad privada”, es
decir, en aquellas que evocan el transcurrir y las metamorfosis que este
ocasiona. Y es que a lo largo de los años vamos ajustando el ser con el estar,
el permanecer con el devenir, pura filosofía cotidiana a la que también el
crujido del cuerpo suele prestar argumentos, pues “nada es igual, aunque
contemple ileso/ el dócil deterioro”, el pasado ha sido un sueño, el presente
no sabemos si es real y el futuro nunca ha existido, lo vertebrador por tanto es
el cambio, por eso existir en la unicidad tal vez solo sea un simulacro:
“También soy yo/por la fidelidad a mis contradicciones…”.
Por este transcurrir, los recuerdos
son materia sutil que reactiva instantes que dejaron huella y van marcando con
su péndulo el oleaje de las “pulsaciones”, las cuales nos permiten continuar a
pesar de las pérdidas, analizar factores no del todo comprendidos o asumidos en
su momento como se manifiesta en los textos “Recuerdo de mi padre” o “Vita
nuova”, aproximaciones en las que también cabe el primer amor como en
“Iniciación”. En definitiva, “El centro del silencio me ha enseñado/a aceptar
como un juego que la vida/es una sucesión aleatoria de causas y efectos/sobre
las dunas de la realidad” (“Causas y efectos”).
Esta búsqueda de identidad o
aceptación de que la misma es un proceso en marcha y de que la vida es un sueño,
como bien manifestaba Calderón, permite al poeta viajar por países imaginados
con características diferentes a las de los nuestros, seres y hechos extraños
que retrotraen en las miradas adultas aquellas otras de niños sorprendidos. Es una
forma nostálgica de constatar que no hay rutas de regreso (“Nómadas” y “El miedo”)
y, quizá, ni siquiera de avance: “Una lejana risa se repliega/en la
circunferencia del cansancio;/mientras, evoca un viaje parecido/y asiente
circunspecta a los mensajes/reiterados con música de fondo”.
Del
pienso luego existo, pasa Morante al “Sé que soy mientras busco”, así “En el
hedor, la náusea;/continuas advertencias/de mi desasosiego./Pero nada socava/el
afán de seguir./Camino a tientas./Sé que soy mientras busco”. Sin embargo, el
autor de estos versos se encuentra por las calles del viejo Madrid, echando de
menos una España que no duela y anhelando el reencuentro de quien le dejó
clavada su ausencia, todo ello en versos fuertes, sentidos y escritos a la
manera de quien sabe lo que dice y cómo lo hace. Buena escritura; por tanto, placentera lectura.
Mª
Victoria Reyzábal
“El centro del silencio me ha enseñado/a aceptar como un juego que la vida/es una sucesión aleatoria de causas y efectos/sobre las dunas de la realidad”. Tu poesía siempre deja poso en mi.
ResponderEliminarEstoy deseando tenerlo en mis manos.
Gracias por tu afecto, querida poeta, la edición lleva un prólogo muy entrañable de Rosario Troncoso, poeta y editora de Takara. Y a ver si hay suerte y mis poemas no te decepcionan. Un fuerte abrazo.
EliminarNo creo que me decepcionen, teniendo en cuenta que eres mi poeta favorito. Hay un poema que me gusta en especial: Heterónomos, pero sigo descubriéndote todos los días.
ResponderEliminarPues habrá que seguir trabajando para que esos poemas sigan buscando tu sonrisa y tu complicidad; un fuerte abrazo desde Rivas, con un otoño manso en la ventana.
EliminarEstupendo y también eres de mis poetas favoritos.
ResponderEliminarAbrazo sin mar.
Así da gusto caminar por la poesía, con pasos de afecto resonando en cada acera y en cada uno de los rincones del laberinto existencial; muy agradecido, Gabriela, por tu voz firme y llena de vida. Por tu compañía.
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