El silencio habitable Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
ESCRITURA NÓMADA
Estos días de un septiembre crepuscular dejan
en mis ojos una insólita belleza de paisaje escocés. Es el recuerdo de un viaje preservado en fotografías. La mesa invita a disfrutar del primer día del otoño junto a un álbum. Ahora el lunes no supone regreso sino la constancia de un tiempo nuevo, hecho de libros y viajes. también de tareas literarias. Los folios se
llenan con escrituras nómadas que recuerdan que escritor y quehacer creador
viajan hacia ninguna parte. Somos derivas, sin balizas de localización.
Jerarquizo lo pendiente con un mínimo
inventario de urgencias. Me quedo más tranquilo. Es un disfraz que oculta la
inquietud y da confianza al barniz de las buenas intenciones. Debo acudir el jueves a una biblioteca madrileña y después a una emisora de radio. Las entrevistas mejores son aquellas que reiteran los esquemas de la conversación amistosa; los diálogos fuera de guión.
Apenas hay cobertura en la playa,
aunque de cuando en cuando se define el efecto coral de internet. Sé que las
redes digitales alojan un contra discurso de la inteligencia. Son círculos
abiertos.
El móvil me permitió emplear la mensajería de urgencia para intercambiar incertidumbres y deseos. Pero me dejó la sensación de aceras sin recorrer, de esas pisadas que no abren senda sino que están ahí, aguardando, como esas piezas de ajedrez que no saben la casilla que deben ocupar.
(Nuevos apuntes sobre
lo real)
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