Mi querida muerte David Alizo Kalahos ediciones Alcobendas, Madrid, 2018 |
ENCUENTROS
En un hábil ejercicio compositivo, Mi
querida muerte, novela póstuma de David Alizo (Escuque, Estado Trujillo,
1940-2008), funciona como una encrucijada de apariciones. La descomposición
social de Venezuela y el daño irreversible que sus ciudades muestran en las
aceras grises de lo diario, ocasiona un exilio inagotable. Nada queda en pie de
una forma de vida cobijada en el paraguas cotidiano de lo rutinario. Ahora el porvenir
no tiene porvenir; es necesario acomodar la existencia en otro sitio. Esa
perturbadora situación margina también el entorno afectivo. Hay que zarpar
entre la niebla y crear variaciones de rumbos en las que acaso pueda verse un
futuro.
El novelista recurre a la primera persona del testigo implicado para
hilvanar el tránsito de amigos y conocidos que lo visitan, en su domicilio
londinense. Llegan con biografías desaliñadas, casi al borde de la existencia y
sus vidas van reconstruyendo pasados fantasmales que exigen una reflexión sobre
la mediocridad del país. Todos proceden de un club de época, el Syrtaki, un lugar de reunión en el que
fueron tejiendo biografías hasta que “el manto arácnido de la política
subdesarrollada del país” provocó un estado de tensión constante. La rutina se
hizo inhabitable. Y hubo que buscar salvavidas a tiempo.
El hablante ficcional es Juan Carlos Brull, según confirma un correo
electrónico personal que es una invitación nominal a una fiesta privada; así
sabemos quién nos va proporcionando los datos enlazados de secuencias vitales
por las que caminan los personajes accionales. De este modo se trazan las
líneas genéricas de un cuadro hiperrealista que nunca olvida el contexto
histórico general. El ambiente social se ha enrarecido tanto que el conformismo
se rompe; mucha población sale a la calle y participa en huelgas, protestas
urbanas y caceroladas que exigen un cambio de gobierno. Pero el ejército vela
por el continuismo dictatorial y no duda en sofocar por medio de métodos
represivos o violentos cualquier activismo. El gobierno se perpetúa y la gente
sigue buscando salida a una conciencia mortificada.
Cada biografía acompaña sus pasos con un inventario de actitudes y
recuerdos que no pocas veces crean lecturas contradictorias en los demás. Así
sucede con el periplo exietcnial de Clara Inés Villegas, Cecilia Guardia, Lucía
Mendieta, Lenin Bondrián o tantos amigos del Syrtaki, un bar que encierra en sus paredes una época en la que
todavía el pesimismo no era una planta parásita. Los menores gestos cotidianos
adquieren así dobles lecturas, en las que casi nadie es lo que parece.
Huitobro, ese sujeto capaz de disparar contra su propia imagen en una fiesta es
un enamorado que busca complicidad y consejo, tras su ruptura sentimental con
una belleza, Mihaila Dimitrescu, una mujer rumana que da pie a establecer
abundantes paralelismos entre la descomposición del régimen dictatorial de
Chauchescu, y el feroz declive de Venezuela, gestionado por un fundamentalismo
ideológico preocupante donde solo funciona el aserto “conmigo o contra mí”.
Brull va componiendo un mapa confidencial que busca justificación a
distintos elementos de la intriga como el cuaderno de chismografía, una
olvidada carta o las confesiones intimistas de sus contertulios. También él ha
consumido un poblado itinerario de desastres en el que la muerte ha tenido un
peso fáctico y ha dejado alrededor la enfermedad, la muerte violenta o el
suicidio, lo que lleva a sospechar a los demás que es un portador de desgracias.
Esa es la clave del título; la muerte es parte de la propia identidad.
David Alizo, inolvidable creador de Nunca
más Lili Marleen y Safo de mil amores, da testimonio de un punto de vista subjetivo y
curioso sobre un momento clave de la historia reciente de su país. Recurre a un
entrelazado de recuerdos escondidos en las ondulaciones de la memoria. A través
de esas voces ofrece perspectivas sobre una realidad desencajada. Actualiza las
sensaciones del clima político y los múltiples aspectos de una descomposición
colectiva. Ahora, la cuestión principal es descubrir el hilo del futuro, saber
si existe todavía algún espacio de supervivencia.
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