José Luis Tobalina Cuerda (Algeciras, 1960-2008) Imagen de EUROPA SUR |
DESDE EL RECUERDO
Con mi gratitud,
para Concha Cuerda Rodríguez,
por su hondura habitable
para guardar recuerdos
Trilogías
José Luis Tobalina Cuerda
Prólogos de Luis García Montero y Juan José Téllez
Ayuntamiento de Algeciras y Europa Sur, editores
Algeciras, Cádiz, 2010
Pocos ámbitos geográficos han
ejercido una influencia tan nítida en la vocación literaria como la ciudad de
Granada en el despertar de la Transición y en el arranque de los años 80. Lo
han comentado no pocas veces protagonistas directos de aquella época como Juan
Carlos Rodríguez, Antonio Jiménez Millán, Mariano Maresca, Ángeles Mora o los
poetas agrupados en torno a la etiqueta crítica “La otra sentimentalidad”, que
supuso un claro revulsivo a la continuidad epigonal de los venecianos.
Se multiplicaban tertulias,
convocatorias colectivas, certámenes literarios y en la universidad se
impulsaban revistas donde habrían de publicar sus primeros textos amanecidas
literarias. Así sucedió con la voluntad literaria de José Luis Tobalina Cuerda (Algeciras,
1960-2008). Estudiante de Derecho y de la Facultad de Filosofía y letras
durante dos años, comienza a participar en el clima literario creado en torno a
la revista Nefelibata y comparte
sendas creadoras durante un tiempo, hasta que se instala en su provincia de
origen para ejercer como periodista hasta su fallecimiento, tras una larga
enfermedad. En 2002 anticipa poemas en la revista Almoraima, bajo un título
cernudiano Donde solo habiten la nada y
sus olvidos.
Luis García Montero recrea en
el liminar, desde la voz de la melancolía, aquel pasado común en la ciudad del
Darro. El viento de otoño de la memoria recupera encuentros, contactos
epistolares y esos enlaces afectivos que mantienen vivos fotografías y recortes
de prensa. También de la inquietud básica de José Luis Tobalina Cuerda de hacer
de la poesía expresión pactada de su sensibilidad y de registrar la realidad cotidiana. Al
cabo, como escribe Luis García Montero: “Escribir poesía es luchar contra los
dogmas, que representan la prisa de las ideas y el acomodo de los
sentimientos”.
Desde la voz de una amistad
profunda, Juan José Téllez, aborda las coordenadas de Trilogías; el poemario es una sucesión de trípticos con una
manifiesta voluntad orgánica que bebe del simbolismo más que del realismo
machadiano. Y hace también un recuento vital de aquellas actividades que fueron
dejando su estela temporal con la impronta humana del poeta y con el quehacer
continuo del periodista, siempre apegado al clima cultural de su entorno.
La poesía de Trilogías es una mirada al cauce
existencial del sujeto. Habita la incertidumbre. Sabe que el discurrir está marcado
por la fugacidad y que es necesario buscar referencias en las que habite la
esperanza para que sea posible conjugar la vida. Así nace la invitación a la
ternura, la voluntad firme de techado que proporciona el amor hacia el hijo, la
fuerza vital que hace del amor el núcleo básico de la intimidad y el contacto
cercano con una geografía habitable que expande sus rincones para dejar en los
sentidos la huella del asombro.
La palabra es consciente también
de los desajustes de la realidad. sabe que los días son derrotas y que el
derrumbe se instala al borde los labios; el poeta vela y no renuncia a
rebelarse contra la noche, cobija sus afanes en las manos germinales del sueño,
o regresa al pasado desde la memoria para habitar un tiempo en el que todavía la
luz extendía sobre las cosas su transparencia.: “Del asalto rescato como botín
la niñez / y el perfil dibujado en la arena por sus pechos, / aquel atardecer
en sus ojos / la penumbra que dictan los silencios, / una canción enredándonos
en un futuro que no iba a ser”.
El poema de cierre de Trilogías es una reflexión sobre la
muerte como disolución en la nada, en donde las palabras dejan de oírse para
habitar el silencio. Es entonces cuando la memoria adquiere toda su razón de
ser, cuando la ausencia se hace imagen de un diario íntimo que perdura en el
tiempo, que nunca huye porque forma parte de la identidad de quien ama. Y amar
es una casa que resiste al tiempo.
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