Otras nubes Guillermo Marco Remón Accésit Premio Adonais, 2018 Ediciones Riaps. S. A. Madrid, 2019 |
AURORA
La trayectoria poética de Guillermo Marco Remón (Madrid, 1997), estudiante
de Ingeniería de Computadores y de Lengua y Literatura Españolas, comienza de forma fulgurante con el poemario Otras nubes, accésit del Premio Adonais
2018. Es su primer fruto literario, aunque ha participado en iniciativas
culturales universitarias, tiene en cartera otros dos poemarios, que forman
parte de su etapa de aprendizaje, y coordina el programa de radio de Campus
Sur, enfocado a la entrevista a fondo a personalidades relevantes de la cultura
actual.
Alguna vez el joven poeta afincado en Rivas-Vaciamadrid,
municipio de amplia tradición literaria, ha comentado su predilección por el
experimentalismo lingüístico de Ramón Gómez de la Serna; resulta coherente que
ilumine esta amanecida con una cita del autor de Automoribundia (1888-1948). De ella procede el título “… mirando
unas piedras y escribiendo de otras cosas, de otros paisajes, de otras nubes”.
El yo poético reivindica con ese aserto el afán observador y el estar junto a
lo mudable, como si fuese necesario tejer recorridos indagatorios para llegar
al conocimiento interior, a los sustratos que componen el yo.
En cada ser habita la extrañeza, una multiplicidad de estados que va
perdiendo contornos en el devenir. No resulta raro, por tanto, esa búsqueda del
yo desdoblado que alumbra en el primer poema, “A Guillermo para que vuelva”. Recuerda
aquella insólita travesía de los espejos que asumiera la Alicia de Lewis
Carrol. En esa primera composición también queda patente un cierto registro
irónico “(crepúsculo tiene las mismas sílabas / pero el peso de un lector
afectado)” y la convivencia entre un lenguaje de un registro conversacional
intimista, con rupturas de sentido e imágenes que dan vuelo al poema y anulan
la mudez de lo previsible.
Se plasman en los poemas secuencias íntimas, filtradas por el tiempo. No
con un mero afán enunciativo sino con ese punto de asombro que concede a lo
cotidiano una ventana a la imaginación. De este modo, el párvulo que tanteaba
ojales de su uniforme en el jardín de infancia es capaz de enseñar a una percha
cómo abotonar su oscura quietud en el armario, o se descubre en el interior de
un juguete la voz de un niño perdido en el mapa de la memoria.
La poesía es mágica porque salva a las sensaciones del territorio plano
del olvido o de esos derrumbes inadvertidos que van acumulando los días del
pasado. Desde ese lado del tiempo regresa la anotación del diario de Adriana
que subraya “¿Por qué me haces esto” o cobra forma el rostro de la abuela
cantando estribillos, y se hace presente la nostalgia por Cuzco, un animal
doméstico mirando con los ojos lejanos de quien ya no está, aunque perdure
intacta la tranquila tarde del paseo por el olivar o las calles de las
urbanizaciones.
Vivir es aceptar también que el barco de papel se deshace en el agua y
pone serio al mirar puro que enuncia su naufragio. El pasado está ahí, dando
sentido a las raíces del ahora, y es el lenguaje del poema quien se ocupa de
capturar de nuevo esos instantes que se marcharon un día como hijos pródigos.
La poesía de Guillermo Marco Remón retiene en la geografía del poema los
ecos de lo biográfico. Es una reelaboración del periplo existencial, hecha
desde la lucidez, el onirismo y la ternura. En ella se abrazan el propio sentir
y la cercana presencia del entorno afectivo. Abre las manos con esperanza, para
guardar en ellas la inadvertida estela de los días, “el dócil sonido de papel
que confirma un verso y / una vida”
JOSÉ LUIS MORANTE
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