Abril en los inviernos Nicolás Corraliza Tejeda Chamán Ediciones Colección Chamán ante el espejo Albacete, 2019 |
ITINERARIOS DEL ESTAR
En un intervalo temporal muy
breve, Nicolás Corraliza Tejeda (Madrid, 1970) ha levantado una arquitectura
poética sólida que cuenta como vértices con los poemarios La belleza alcanzable (2012), La
huella de los días (2014), Viático
(2015) y El estro de los locos (2018).
Son entregas que inciden en rasgos compartidos como el poema breve, la
expresión coloquial y el verbo indagatorio en asuntos argumentales como la
temporalidad, la intuición sentimental o los desajustes de la realidad
inmediata.
Ahora integra en el catálogo de
Chamán Ediciones su libro más amplio, Abril
en los inviernos, una entrega de llamativa cubierta, donde se reproduce una
imagen de María José López Cerro. De inmediato, llama la atención el
minimalismo de la ausencia de títulos; los cien poemas compilados se
identifican por un ordinal, sin más signos complementarios, para facilitar la
cadencia lectora.
Thomas S. Elliot inició su obra cumbre La tierra baldía con un rítmico lamento que se ha convertido en una
de las citas más frecuentes de la poesía moderna: “Abril es el mes más cruel de
los meses, pues engendra / lilas en el campo muerto, confunde / memoria y
deseo, revive / yertas raíces con lluvia de primavera”. Es un pensamiento que
fortalece la idea semántica de Abril en
los inviernos como un rebrotar de vida en el páramo frío de la soledad
invernal. De esa sensación de esperanza y amanecida participa también el verso
prologal de Claudio Rodríguez: “Tan solo abril acude”. De este modo, el poemario
propone una intensa indagación del yo poético en un marco de soledad y espera:
“Para el silencio de la tierra, / los pasos que me restan. / Las fechas
descifradas; el olvido que germina / sin el agua de los verbos. / Se
volverá invisible el relámpago / cuando
enmudezca la lluvia”. En torno al yo prosiguen con el paso apagado de la
inercia las horas sin luz en un deambular que agota espejismos y esperanzas,
que tiene la muerte como estación final: “Es el camino quien nos anda y nos
desanda / el cuerpo y el viaje”.
Vestidos con una lacónica desnudez los poemas adquieren la apariencia de
un decir aforístico que esencializa el pensar: “Nace el poema desdentado y sin
rumbo. Se va haciendo. / Carne sin rumbo que crece o se emborrona. / Solo es un
rostro infantil, la escritura de un hombre sin mañana”. Como una niebla
desapacible que borra contornos y diluye mediodías, la memoria se espesa, llena
de frío lo vivido, trasforma el pasado en un solitario mendigo que duerme a la
intemperie.
Testigo de esta soledad mudable, la conciencia vuelve los ojos a la
propia identidad para compartir su desamparo y buscar puertas a los laberintos
interiores: “He sido otros. / He escuchado próximas sus voces”; para hacer del
sueño un espacio con sol en el que todavía sea posible la germinación de una
sonrisa, las notas aurorales de una canción de amor, el brillo lánguido de un
sol entre nubes, o el deseo de que el prolongado invierno se haga abril. La
esperanza es afán y senda nueva, la voluntad de ser: “Llegar a toda costa / a
cualquier confín donde / alguien nos espere. / Llevamos en los ojos / la
impaciencia de los semáforos”
Nicolás Corraliza Tejeda entiende la poesía como un cristal de luz. En Abril en los inviernos los versos abren una estela en el agua para
ser testigos de la soledad y la intemperie, para protagonizar una contemplación
inadvertida del pasar renqueante del tiempo, pero también para dar la mano a la
emoción que propagan las ascuas, esa lumbre cansada que resiste al hecho de
vivir.
Muchas gracias, José Luis. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti, querido poeta, por tu escritura y tu generosidad siempre en los afectos. Suerte con tu libro y una alegría compartir sitio en Chamán Ediciones.
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