Cauces Antonia Álvarez Álvarez Premio José Antonio Ochaíta, 2019 Eolas Poesía León, 2020 |
GOTAS DE VIDA
El discurso lírico de la leonesa Antonia
Álvarez Álvarez ha ido prodigando en el tiempo, con sosegada cadencia, una
cosecha poética de alcance, reconocida con numerosos premios. Su escritura,
evocadora y comprometida con la realidad, percibe el entorno cercano como un territorio
intimista expuesto ante la claridad del día, consumiendo un estar transitorio
en su desvelo. En ese registro nace Cauces,
ganador en 2019 del Premio José Antonio Ochaíta, que sale al camino de la mano
de Eolas, una renovada propuesta editorial, que apuesta por el buen gusto
estético en sus publicaciones.
Dos citas refuerzan la semántica del título; los versos de José Ángel Valente y Claudio Rodríguez formulan su propio discurso reflexivo en torno a la condición temporalista de la línea existencial. Sin melancolía, el sujeto asume que el decurso vital es continuo tránsito. Ese impulso es razón que dicta amanecida al sentir de la conciencia. La escritura recrea un estar meditativo que enlaza percepción y pensamiento en una búsqueda cognitiva y convierte al hablante del poema en solitario cruce de caminos entre ser y estar. De esta mirada ante la realidad vivida se nutre el apartado “Cauces de luz”, una poética que aborda el acto de escribir como constatación que salvaguarda los pliegues de la memoria: “Ninguna nube: azul, el horizonte /cerrado por la sierra, el río al fondo, / y mis manos antiguas recogiendo /la noche en el zurrón de la memoria”.
El trayecto poético se empapa de esas gotas de vida de la contemplación; la percepción renueva formas y sensaciones que quedan incrustadas en el inventario sentimental. La naturaleza se define como territorio germinal. El yo lírico acoge en su conciencia las impresiones sembradas por el acontecer; son los latidos de un tiempo cíclico y renovado que traza recorrido y deja en el poema los diversos indicios del trayecto.
Toda esta primera parte establece como estrategia versal el poema breve, cadencioso y celebratorio; con un lenguaje despojado, las palabras encierran en su semántica la pulsión temporal del entorno, un estar hecho con gotas de luz. Muy atinado en su limpieza formal es poema 17 que recurre a la estrofa estacional del haiku clásico encadenado y a su despojamiento expresivo. En cada trío versal fluye la levedad de la contemplación que se hace indagación e instante. De ese propósito de laconismo esencial, también participa el poema 24, que sirve de coda a esta primera parte: “Porque me sé raíz / con el tiempo trepando hacia la luz, / presiento el blanco frío de la nieve”.
El conjunto poético de cierre “Cauces de amor y dolor” supone un viaje de retorno al intimismo. Si la naturaleza y sus aderezos matéricos clarificaban el hilo enunciador de la primera parte, ahora focaliza el discurso conversacional el núcleo sentimental del yo, hecho reflexión y aporte emotivo. El amor puro, más allá del tiempo y del vacío; el declinante discurrir de la vida que escapa como fresca corriente entre los dedos, los recuerdos fechados en el mapa del tiempo o la conciencia de temporalidad que teje su epitelio entre las cosas son sustratos temáticos que llegan con la dicción precisa y musical de lo necesario, con ese afán intacto de buscar un rincón a la verdad de ser.
En su nota de contraportada, el poeta Francisco Álvarez Velasco subraya ese rumbo abierto al lector en el que fluyen de modo natural secuencias evocadoras cercanas al discurrir biográfico. En cauces sobresalen la sugestión cómplice, por eso la poesía de Antonia Álvarez Álvarez suena austera y sensible, con la complicidad de lo vivido entre habitaciones de sombra y luz, en la casa abierta de lo cotidiano.
Dos citas refuerzan la semántica del título; los versos de José Ángel Valente y Claudio Rodríguez formulan su propio discurso reflexivo en torno a la condición temporalista de la línea existencial. Sin melancolía, el sujeto asume que el decurso vital es continuo tránsito. Ese impulso es razón que dicta amanecida al sentir de la conciencia. La escritura recrea un estar meditativo que enlaza percepción y pensamiento en una búsqueda cognitiva y convierte al hablante del poema en solitario cruce de caminos entre ser y estar. De esta mirada ante la realidad vivida se nutre el apartado “Cauces de luz”, una poética que aborda el acto de escribir como constatación que salvaguarda los pliegues de la memoria: “Ninguna nube: azul, el horizonte /cerrado por la sierra, el río al fondo, / y mis manos antiguas recogiendo /la noche en el zurrón de la memoria”.
El trayecto poético se empapa de esas gotas de vida de la contemplación; la percepción renueva formas y sensaciones que quedan incrustadas en el inventario sentimental. La naturaleza se define como territorio germinal. El yo lírico acoge en su conciencia las impresiones sembradas por el acontecer; son los latidos de un tiempo cíclico y renovado que traza recorrido y deja en el poema los diversos indicios del trayecto.
Toda esta primera parte establece como estrategia versal el poema breve, cadencioso y celebratorio; con un lenguaje despojado, las palabras encierran en su semántica la pulsión temporal del entorno, un estar hecho con gotas de luz. Muy atinado en su limpieza formal es poema 17 que recurre a la estrofa estacional del haiku clásico encadenado y a su despojamiento expresivo. En cada trío versal fluye la levedad de la contemplación que se hace indagación e instante. De ese propósito de laconismo esencial, también participa el poema 24, que sirve de coda a esta primera parte: “Porque me sé raíz / con el tiempo trepando hacia la luz, / presiento el blanco frío de la nieve”.
El conjunto poético de cierre “Cauces de amor y dolor” supone un viaje de retorno al intimismo. Si la naturaleza y sus aderezos matéricos clarificaban el hilo enunciador de la primera parte, ahora focaliza el discurso conversacional el núcleo sentimental del yo, hecho reflexión y aporte emotivo. El amor puro, más allá del tiempo y del vacío; el declinante discurrir de la vida que escapa como fresca corriente entre los dedos, los recuerdos fechados en el mapa del tiempo o la conciencia de temporalidad que teje su epitelio entre las cosas son sustratos temáticos que llegan con la dicción precisa y musical de lo necesario, con ese afán intacto de buscar un rincón a la verdad de ser.
En su nota de contraportada, el poeta Francisco Álvarez Velasco subraya ese rumbo abierto al lector en el que fluyen de modo natural secuencias evocadoras cercanas al discurrir biográfico. En cauces sobresalen la sugestión cómplice, por eso la poesía de Antonia Álvarez Álvarez suena austera y sensible, con la complicidad de lo vivido entre habitaciones de sombra y luz, en la casa abierta de lo cotidiano.
Si cabe la armonia en lo austero, si cabe la ternura en el memoria, si una palabra puede encerrar y describir todo un paisaje físico o sentimental... y todo esto puede suceder, es en Toñi Álvarez donde se hace evidente. Amigo, Morante, debes saber que es una de mis poetas preferidas, Espero sus entregas, su mano tenue, la fortaleza de su raíz. Gracias por traerla a tus afectos y tus mirada.
ResponderEliminarUna vez más, querido Francisco Caro coincidimos en la misma senda de afectos y poesía; me gusta mucho ese fluir sin hojarasca del verso, hecho voz natural y transparencia. Y es un regalo tu amistad. Un gran abrazo, siempre agradecido por tu incansable confianza lectora.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMuy agradecida y feliz por vuestra generosidad y por las hermosas palabras que dedicáis a mi poesía. José Luis Morante, has hecho una excelente reseña de "Cauces", reseña en la que se aprecia, como bien dice Margarita Álvarez Rodríguez, el vuelo de tu palabra poética. Recuerdo estos versos tuyos: "Imploro que el olvido nos olvide, / elija otros caminos, / decida no existir". José Luis, tus versos me acompañan también. Francisco Caro, poeta hondo, cuánto agradezco lo que dices y qué cerca tengo tu poesía. Gracias de corazón. Antonia Álvarez Álvarez
EliminarTe felicito por la excelente reseña sobre la esencia poética del libro "Cauces" de nuestra amiga común, Antonia Álvarez. Me conmoví al disfrutar de la belleza de sus versos: de su verdad, de su claridad,de la vida que destilan, de la eternidad de la palabra... Y me he vuelto a emocionar al leer tu hermoso comentario, también poético.
ResponderEliminarUn saludo.
Estimada margarita, es un placer percibir tu complicidad lectora y tu generosidad; ya sabes que el trabajo crítico es solo una propuesta lectora, un análisis parcial en el que caben puntos de vista aparentemente confrontados y diversos; me encantó tu reseña de "Cauces" y ojalá el libro de Antonia Álvarez Álvarez siga creciendo fuerte. Feliz jornada.
EliminarMuchas gracias por vuestras palabras.
EliminarGracias a ti, querida poeta, por tu trayecto de escritura y por tu amistad, siempre comprensiva y generosa; aquí seguimos caminando, querida Antonia, entre libros y sueños.
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