La víspera Rodrigo Olay Ediciones de La Isla de Siltolá Sevilla, 2014 |
ESPERA
El paso inicial de Rodrigo Olay (Noreña, Asturias, 1989) sorprendió a la
crítica por su madurez formal y por la coherencia de tono de su argumentación
amorosa y contemplativa. Se tituló Cerrar
los ojos para verte y fue reconocido en 2010 con el Premio Asturias Joven de
poesía y, dos años después, con el Premio de la Crítica de Asturias. Olay se
convertía en voz destacada de la última fila cuya identidad definía rasgos como
la claridad figurativa, el intimismo, la corrección técnica y la querencia
natural por la tradición literaria.
Amanece ahora, en La Isla de Siltolá, su segunda salida, La víspera, una compilación de poemas
escritos entre 2011 y 2014. En su obertura se mencionan citas de Vicente
Gallego y Javier Almuzara, dos precedentes muy próximos, aunque no disonarían
otros como Víctor Botas, Luis Alberto de Cuenca, Miguel d’Ors, o José Antonio
González Iglesias, itinerarios sólidos que aglutinan clasicismo y modernidad al
abordar la existencia cotidiana como sustrato argumental.
Rodrigo Olay elige el ahora como tiempo comunicativo y lo hace desde una
poética auroral, que busca lo diáfano. Así cierra su reflexión sobre lo
metaliterario: “Un poema es poema / si puede acompañar –si recordarse- / a
quien sabe que ya es breve su tiempo. / Si pudieran tus versos ser los últimos”.
El poeta sabe que ser original no es hollar laberintos sino abordar lo
de siempre con otros ojos. Muchos de sus poemas son un elogio de la lectura. A
veces ejercicios de taller que vigorizan una estrofa cerrada, un soneto, una
décima Es el caso, por ejemplo de “El último
poema de Nick Carraway”. Otras veces, como sucede en “Endecasílabos” la apropiación de versos
ajenos se convierte en una propuesta lúdica para adivinar el origen, como si la
autoría singular se hubiese diluido en el tiempo para convertir cada
endecasílabo en patrimonio común.
El poeta emplea el mismo título, “La víspera”, en la composición de
arranque y el poema epilogal. Pero la semántica de ambos poemas se contradice.
En el poema, “la víspera” es espera, un horizonte luminoso que aglutina
claridad y esperanza y tiene el perfil convincente de la alegría, es un cinco
de enero, una carta sin abrir, un cuerpo a punto de mostrarse en la plenitud de
su desnudo. En el cierre, la víspera es umbral de la desaparición, la densidad
del miedo, el desamparo de la despedida, el cumplimiento de un itinerario que
ha ido dejando indicios de su paso.
En la poesía más joven, cada salida augura una indecisa transición, un
inacabado ejercicio de avance y tanteo. Rodrigo Olay protagoniza una inequívoca
trayectoria. Su propuesta estética aporta sólidas razones: un mensaje
transparente, la correspondencia de la propia voz con una bibliografía
anterior, el cuidado en el molde como ejercicio estimulante y los varios argumentos que aglutina el
desorden visible del ahora.
Rodrigo
Olay no es un visitante ocasional de las estanterías. Llega para quedarse. Su poesía convierte en personal el sello
distintivo de otros maestros, tiene el encanto de mostrarnos una sensibilidad
que descifra lo cotidiano y su continua aspiración a la belleza.
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