Clepsidra de invierno Antonia Huerta Sánchez Torremozas, Madrid, 2013 |
LOS HUECOS DEL INVIERNO
El conjunto inicial, “Cronofagia” marca las pautas de esta epifanía. El
yo frente a sí mismo enuncia un soliloquio con el lenguaje cercano de quien
prefiere entendimiento y compañía. La certeza de ser elementos en tránsito se
hace evidente y los efectos de este viaje forzoso se multiplican en palabras y sueños: “ Da igual
cómo se llame el infinito…/ Se agota cuando extiende una mano / amontonada
sobre el terraplén de la historia, / insaciables las sombras que bordean / la
tristeza y nos atan al desnudo / exhausto de los días”.
Una cita de Yorgos Seferis sirve de umbral a la sección central del
poemario, “Almanaque”. Otra vez se imprime en el cristal de la existencia el
rostro de un sujeto confinado en el cauce de las horas, percibiendo en el
tímpano el goteo tenaz de la clepsidra. Se mide lo perdido y su poder
igualatorio que afecta a los sentidos y que deja su pátina sobre las emociones, que sobrevuela y condiciona el entrelazado
relacional entre el yo poemático y otras presencias cercanas. Somos tiempo y lo
saben las sombras y el silencio.
Cierra el libro “estaciones en reverso”. Tras una evocación a Ángel
Gonzalez, uno de los magisterios de la lírica temporalista, el hilo argumental
busca enfocar la conciencia de los transitorio a partir de referentes
culturales como Proserpina. Representa una identidad en la rutina que reniega
de su destino y del conformismo ante un tiempo sombrío. También aparece la
elegía al proyectar instantáneas de una infancia que late todavía en la
memoria. El recuerdo, como un trastero abierto a lo vivencial, acumula
evocaciones, encuentros y lugares de paso que duermen en los
laberintos del ayer.
El inicio de una travesía escritural, cuando ha superado las
turbulencias de la publicación juvenil, sienta las bases de un ideario
estético que hallará en futuras entregas maceración y oficio. Clepsidra de invierno es un poemario en el que resalta la
coherencia estructural, el tono sostenido y esa cualidad que siempre busca la atención emotiva de un interlocutor, la cercana
presencia de un compañero de mesa en la casa de las palabras.
Muchas gracias, José Luis, por elucidar un poco los recovecos de mi Clepsidra que espero llegue a quienes la lean. Un saludo.
ResponderEliminarGracias a ti, querida Antonia, por hacer de la escritura un diálogo cordial. Un abrazo.
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